De ser el Gran Elector, el todopoderoso en la aldea, a pesar de su desprestigio internacional, nacional y local, el ex gobernador Mario Marín Torres se convirtió en el Gran Perdedor del PRI.
Siempre se pagan las facturas.
Y es que con la decisión de Los Pinos, Bucareli y el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de que Blanca Alcalá Ruiz abanderará al tricolor en la contienda por la minigubernatura y el inminente relevo en el Comité Directivo Estatal (CDE), un alud de su propio lodo, con sabor a derrota, sepulta al góber precioso, a su grupo y a su proyecto.
Vamos por partes y hagamos un poco de memoria.
En el pasado proceso federal, de junio de 2015, en el que se renovó la Cámara baja del Congreso de la Unión, de las 16 candidaturas priístas en la entidad, Mario Marín no pudo colocar a sus ahijados y colaboradores cercanos: Ramón Fernández Solana, su secretario particular, en el Distrito 12, de la capital, y su favorito, José Adalberto Melo Smith, ex jefe de la Oficina del titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), en el 4 de Zacapoaxtla.
La única posición que consiguió en su proyecto de crear una bancada marinista en San Lázaro, fue para Graciela Palomares Ramírez, de quien no se esperaba mucho, pero dio a sorpresa en el Distrito 11, también de la capital poblana, con el apoyo económico y de operación del ex mandatario.
Mario Marín, quien presume una enorme popularidad en el interior del estado, lo que es muy parcialmente cierto, en realidad está hoy más debilitado que nunca.
Falló en las presiones que intentó infringir al CEN para que el candidato al gobierno de Puebla fuera el delegado de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), Alberto Jiménez Merino, a quien ni siquiera pudo utilizar como carne de cañón, como fuerza de chantaje, para amarrar la senaduría que tanto anhela.
Evidenció que no tiene influencia ante la dirigencia nacional, ni con los grupos de poder priistas del país.
Es más, la imprudencia de ordenar a su secretario, Fernández Solana, que publicara en twitter una foto tras la reunión que sostuvo con Manlio Fabio Beltrones Rivera, el pasado 28 de octubre, enfureció y convenció al sonorense de que Marín es un aldeano y un político desprestigiado de por vida.
Por si fuera poco, intentó ensuciar a Blanca Alcalá, con la versión, repetida por muchos, de que no cumple acuerdos, y el tiro le salió por la culata. Que la senadora sea la candidata es una mala, pésima noticia para Marín, pues la aborrece y ni siquiera lo disimula. (Algo en lo que, por cierto, es plenamente correspondido por Alcalá, quien hará todo lo posible por evitar que Marín aparezca en sus actos de campaña, pues no querrá cargar con los negativos de alguien tan impresentable como el góber precioso).
Aunado a lo anterior, el oriundo de Nativitas Cuautempan perderá el control del tricolor en el estado, con la llegada del empresario y político Ricardo Urzúa Rivera, ya que sacan de la jugada a sus incondicionales, Ana Isabel Allende Cano, quien llegó a la dirigencia formal del PRI en agosto de 2014 impulsada por él, y uno de sus operadores favoritos, Adolfo Karam Beltrán, el hasta hoy mandamás real en el edificio de la Diagonal.
Aquellos que festejaron el aparente regreso del marinismo, hoy se estrellan con la realidad de que su líder es un exiliado en su propio partido.
El otrora Gran Elector ahora no consigue diputaciones para los suyos; no obtuvo la candidatura a gobernador para su alfil; su segunda opción, Enrique Doger, tampoco lo logró; perderá en los próximos días el control del PRI estatal, y no llegará, al menos en 2018, al Senado de la República.
No dude usted que en los próximos días reviva el escarnio contra Marín Torres y el marinismo que hoy está en ruinas.
Las facturas se pagan, se deben pagar, y el ex gobernador aún no ha abonado lo suficiente a sus deudas morales y políticas.
¿O me equivoco?