Ha caminado intensamente el estado en los últimos meses para jugar, primero, en dos canchas, pero ahora su intención de hacerse indispensable para el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y ser una de las voces decisorias en la selección de la candidata o candidato a la minigubernatura, lo ha llevado a dividirse en tres pistas.
Mario Plutarco Marín Torres, el ex gobernador que sin duda mantiene una inexplicable, para muchos, popularidad y casi endiosamiento irreflexivo de los priístas del interior del estado, ha buscado y conseguido apoyos para tres aspirantes a recuperar Casa Puebla: Alberto Jiménez Merino, Enrique Doger y, ahora también, Blanca Alcalá Ruiz.
Al primero, el delegado de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), que con obscena impunidad utiliza recursos públicos para promocionarse, Mario Marín lo respaldó en un principio de manera directa y pidió a varios empresarios que se convirtieran en sus mecenas.
Sin embargo, en los últimos días, el llamado góber precioso se ha alejado de su pupilo y paisano mixteco. El repetido “vamos con todo con Beto” ya no se ha escuchado de su boca, coincidentemente desde que Alcalá dijo que sí podría ir a la candidatura para 2016 y también después de que se reunió con Manlio Fabio Beltrones Rivera en la ciudad de México.
La misma frase, “vamos con todo”, pero a favor de Doger, también la ha pronunciado el ex mandatario de propia boca y mirando a los ojos a priístas de las regiones de Acatzingo, Tehuacán, Sierra Norte, Izúcar de Matamoros y de Puebla capital.
Es más, para el respaldo y operación a favor de Enrique Doger Guerrero, Mario Marín comisionó a su compadre, confidente y cómplice para las buenas y las malas, Valentín Meneses, y hasta a su propio hermano Roberto.
Los dos han ido y venido por el estado, bajando la línea de que el ex mandatario quiere a Doger en Casa Puebla. Unos operadores niegan a los otros, pero en este esfuerzo la verdad es que la delantera la llevan los dogeristas y ahí están las encuestas.
Pero en las últimas semanas, un tercer escenario ha venido configurándose en torno a la figura del repudiado, a nivel nacional, gobernador y los apoyos que prodiga a los aspirantes. En comilonas de barbacoa y carnitas por todo el estado, a las que es frecuentemente invitado Mario Plutarco, así como en “reuniones de trabajo” en las oficinas de su notaría en la ciudad de Puebla, el nombre al que ahora le siguen las palabras “vamos con todo” es el de la senadora Blanca Alcalá Ruiz.
El operador para el asunto de Blanca Alcalá es su secretario particular y diputado federal suplente, Ramón Fernández Solana, el mismo que subió a las redes sociales por orden de su jefe la foto posterior a la reunión con Beltrones, que luego causó tanto revuelo.
La tarea quedó que ni mandada a hacer para el joven legislador, pues es suplente de Víctor Giorgana, quien a su vez es uno de los principales soldados de Alcalá, y en cuyo ayuntamiento ocupó la cartera de Desarrollo Social y hasta, por momentos, pareció ser el delfín de la hoy senadora y presidenta del Parlamento Latinoamericano (Parlatino).
Ramón Fernández, quien organiza “reuniones de trabajo” en las oficinas de la notaría de Marín –recientemente presumió una foto de éstas en su Facebook el alcalde de Chalchicomula de Sesma, Juan Navarro– es el enlace con la gente de la senadora.
El único que no tiene cabida ni apoyo del marinismo, por más que lo buscado, es el ex diputado federal Javier López Zavala. Sobre él, pesa la lápida del veto de Marín: “el jefe no lo quiere ni ver”, es la respuesta para los pocos que todavía peguntan sobre el futuro del único candidato priísta a la gubernatura de Puebla que ha perdido.
Así, las tres pistas de Mario Marín, quien por hoy –cuentan– a la pregunta directa de “¿quién será el bueno?”, últimamente responde con un “no te sé decir”, que lo cura en salud y que confirma que no está dispuesto a perder o a equivocarse, ni mucho menos a quedarse fuera de la jugada del 2016.