Si tradicionalmente la sucesión presidencial es una larga historia de batallas, intrigas, golpes subterráneos, señales ocultas y mensajes entrelíneas, la de 2018 ya está en marcha y por lo que toca al PRI, la caballada luce gorda tras la serie de movimientos en el gabinete anunciados por el jefe del Ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto.
Y es que el primer priísta del país ha abierto así el juego, su juego sucesorio, e incorporado al mismo a por lo menos tres nuevos personajes: José Antonio Meade, Aurelio Nuño y Claudia Ruiz Massieu, los nuevos secretarios de Desarrollo Social, Educación Pública y Relaciones Exteriores, respectivamente.
Si siguiendo a Maquiavelo, de la necesidad nace la virtud, evidentemente Peña Nieto, quien conserva buena parte de las formas priístas de antaño, ha ampliado su baraja porque entre otras cosas entiende que la política es de circunstancias y que, en el estado actual de las cosas, no puede ni debe darse el lujo de quedarse con un solo candidato.
Con los nombramientos, el presidente amplía y transparenta sus apuestas para la sucesión de 2018, donde va a enfrentar el peligroso populismo de Andrés Manuel López Obrador y tal vez a una alianza PAN-PRD, en un escenario por demás competitivo y polarizado.
Aurelio Nuño se suma al gabinete, que es históricamente la fuente de donde los presidentes priístas extraen a sus candidatos.
Su inclusión, como la de Meade –el funcionario mejor calificado de todo el gabinete- y la de Ruiz Massieu, completa el grupo conformado por Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray, secretarios de Gobernación y de Hacienda, respectivamente, ambos en crisis, el primero por la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán y el segundo por el débil desarrollo de la economía mexicana.
También muestra que Manlio Fabio Beltrones, el nuevo dirigente nacional del PRI, no está solo como muchos de sus fans piensan en el camino –pavimentado de espinosas piedras- que conduce a Los Pinos.
Aurelio Nuño es considerado por muchos el verdadero “delfín” de Peña Nieto, que ahora lo manda a la SEP, dejando la oscuridad y discreción de la Oficina de la Presidencia para ponerlo bajo los reflectores y sobre todo para ponerlo verdaderamente a prueba: si logra llevar a buen puerto la trascendental reforma educativa, habrá ganado más de medio boleto hacia la candidatura.
Si bien la Sedesol ha dado un solo candidato presidencial, el malogrado Luis Donaldo Colosio, no hay mejor plataforma para la construcción de un político con perfil de presidente. El arribo de Meade a la dependencia que estaba a cargo de Rosario Robles lo convierte automáticamente en un fuerte competidor.
No sólo es un funcionario multifuncional, que ha pasado por Energía y por Hacienda, que ha sobrevivido a dos sexenios consecutivos, que ha sido canciller y que es bien visto por Estados Unidos, sino que ahora estará al mando de una poderosa maquinaria político electoral que so pretexto el combate a la pobreza, bien manejada –hay quien la ha conducido como un Vocho siendo un Ferrari-, lo puede llevar hasta Los Pinos.
El caso de Claudia Ruiz Massieu es especial: ha sido una funcionaria eficiente y cumplidora mientras estuvo en la Secretaría de Turismo y ahora, como secretaria de Relaciones Exteriores –la tercer mujer canciller en la historia del país-, debe considerársele dentro del grupo de presidenciables.
Y es que, entre otras cosas, cumplirá el papel de la figura femenina, para hacer contrapeso a otras con posibilidades de alcanzar una candidatura, como la panista Margarita Zavala.
A Ruiz Massieu –sobrina del influyente Carlos Salinas de Gortari- no se le ven muchos espolones, pero en una de esas…
En resumen: con nuevo margen de maniobra, ahora Peña Nieto ya tiene más de sus dos conocidas, y muy vapuleadas, cartas: Osorio Chong y Videgaray, sin ascendencia hacia ninguno de los nuevos titulares de Relaciones Exteriores, Educación Pública y Desarrollo Social y el resto de carteras donde hubo terremoto.
Ahora la lista debe integrarse por esos dos pero también, forzosamente, por los citados Nuño, Meade y Ruiz Massieu, además del recién desempacado en el PRI, Beltrones.
Son en total seis fichas para jugar el juego de la sucesión.
Falta ver si en el camino surge y se suma alguien más; por ejemplo, José Calzada Rovirosa, el ex gobernador de
Querétaro que cayó para arriba y a quien muchos priístas también le ven cara de presidenciable.
Perdió la elección en su estado, a pesar de ser uno de los mejores gobernadores del país, y ahora forma parte del gabinete como secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación.
Lo dicho: ahora sí la caballada está gorda, y Peña Nieto puede empezar a mover con más comodidad las piezas del tablero de su ajedrez.
Porque después de todo, el 2018 está a la vuelta de la esquina.