Mario Marín anda imparable. Echado para adelante, intocable para el grupo en el poder gracias a los acuerdos que datan de 2010, activo como en sus mejores tiempos, el “góber precioso” ya se asume como factor decisivo para elegir a quien será el candidato o la candidata del PRI para la mingubernatura en 2016.
El ex mandatario tuvo una participación importante en el pasado proceso electoral federal y ha sabido interpretar correctamente el tiempo político poblano: hoy más que nunca, ha concluido, hay suficientes condiciones para que el PRI recupere la gubernatura, y él no pretende quedarse fuera del banquete.
Es más: busca asumir un padrinazgo de facto en torno al proceso de elección interno en el PRI, pues tiene lo que todos los suspirantes carecen: dinero, tiempo, aliados incondicionales y estructura en las zonas rurales del estado, ahí donde desde el inicio de su carrera se hizo fuerte, ahí donde ganó el poder, ahí donde incluso se repuso política y anímicamente del Lydiagate, que a punto estuvo de sepultarlo para siempre.
Y en ese sentido, ha tomado una decisión. Aunque juega con todos, y a todos dice que sí pero no cuándo, Marín ya tiene a un favorito entre los muchos que han manifestado su interés en participar en la carrera gubernamental.
No es la senadora Blanca Alcalá ni el diputado federal Enrique Doger. Menos, mucho menos quien fuera su hijo político, su “delfín”, el depositario de todos, todos sus afectos hasta 2010, el también legislador federal Javier López Zavala.
El “góber precioso” ya tiene candidato y ese no es otro que el delegado de la Sagarpa, Alberto Jiménez Merino, a quien ya promueve en público y en privado, en todos los sitios y foros donde se para.
El pasado miércoles, por ejemplo, Marín estuvo de visita –gira política- por San José El Aguacate, pobrísima comunidad perteneciente a San Francisco Totimehuacan, junta auxiliar del municipio de Puebla.
Invitado por su compadre Celso, acudió a una comilona en la que fue atendido como rey.
Y a más de uno no pasó desapercibido el hecho de que, a la hora de los brindis –a los que sigue tan afecto-, Marín haya repetido lo que ha venido diciendo desde el pasado 7 de junio, cuando el PRI ganó 9 de los 16 distritos federales en juego: “Unidos, recuperaremos la gubernatura”, pero con el añadido de que, a continuación, afirmó que él único capaz de unir a todos los priístas en torno a un solo proyecto es Jiménez Merino.
“Él entiende las necesidades del pueblo, como yo; ha caminado Puebla como nadie, y tiene gran capacidad de conciliar con cualquier grupo dentro y fuera del partido”, argumentó.
Siempre leal al marinismo, en las buenas y en las malas, Jiménez Merino fue secretario de Desarrollo Rural en el gobierno de Marín y éste siempre ha tenido cierta debilidad por él.
“Hablamos el mismo lenguaje”, ha dicho, de ahí que no sea ningún descuido el destape marinista en El Aguacate, sino parte de una estrategia perfectamente planeada para imponer candidato en el PRI, a despecho de los Doger, las Alcalá y demás aspirantes que, tal vez sin saberlo, siguen tratando de ganar sus favores ante la falta de una estructura que soporte sus proyectos rumbo a Casa Puebla.
¿Por qué Jiménez Merino?
Es sencillo: Marín ve en el delegado federal a una priísta manipulable y obediente que, a diferencia de Doger o Alcalá, dependería total y absolutamente del ex gobernador y le permitiría volver al poder por interpósita persona.
Jiménez Merino sería el instrumento idóneo para el regreso del marinismo al poder, la puerta más fácil para empezar a recuperar lo que Rafael Moreno Valle y su grupo les quitaron.
Marín, que no da paso sin huarache, quiere a un nuevo Zavala, alguien del pueblo y de la cultura del esfuerzo, alguien a quien mandar tras bambalinas sin ningún tipo de réplica u objeción; alguien, además, capaz de impulsarlo para una senaduría, uno de sus objetivos a mediano plazo.
Así que el “góber precioso” ya tiene candidato para el 2016 y que nadie se extrañe de la fuerza que éste va a tener a partir de ahora.
Es la fuerza marinista la que mueve y moverá los hilos de Jiménez Merino, quien puede que no figure mucho en las encuestas, pero por lo pronto tiene uno de los votos que más importa: el voto de Mario Marín.