Ave de tempestades, adicto a la traición y al conflicto, Fernando Morales Martínez va en ruta de colisión con el núcleo duro del morenovallismo. Y es que el subsecretario de Desarrollo Político y Participación Ciudadana de la Secretaría General de Gobierno (SGG), ha venido cometiendo una serie de errores y excesos muy propios de su inestable personalidad. De hecho, los días de fiesta, de vinos y rosas, pueden llegar a su fin más temprano de lo que cree.
Hoy por hoy se asume, en público y en privado, como el operador político número uno de Rafael Moreno Valle. Con la soberbia acostumbrada, presume de su nivel de influencia en el titular del Ejecutivo, a grado tal que en estos días llegó a decir que él se quedó a gobernar el estado mientras su jefe vacacionaba.
Por encima, incluso, de quien viene siendo su superior en el organigrama, el encargado de despacho de la SGG, Jorge Cruz Bermúdez.
Excesos aparte, desde que el PAN ganó contra todo pronóstico el distrito de Ciudad Serdán, el hijo del ex gobernador Melquiades Morales Flores no ha hecho otra cosa que adjudicarse el triunfo, pese a que éste obedeció a factores muy ajenos a la voluntad o al trabajo del caprichoso y locuaz subsecretario.
Desde entonces no ha dejado de confrontarse con los integrantes de lo que se conoce como Grupo Finanzas, los mismos que no olvidan que, en el sexenio de su padre y particularmente durante la sucesión, Fernando Morales no sólo respaldó las aspiraciones de Mario Marín, sino orquestó fuertes y muy desfavorables rumores –incluso del ámbito privado- en contra del ahora gobernador y de sus principales colaboradores.
Ahora regresa con bríos lastimando con similares modos y argumentos a varios actores del actual gobierno, creyéndose sus propias mentiras, las mismas que ha ventilado con gente del PRD, con quienes tiene sus principales alianzas.
No se sabe si todavía está a tiempo, pero “El Parri” debería escuchar a su progenitor y ponerse una bolsa de hielo en la cabeza, antes de que su oficina haga implosión.
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Dé por hecho que uno de puntos centrales del debate que el próximo 30 de julio tendrán Ricardo Anaya y Javier Corral será la afiliación masiva y/o colectiva en el PAN, esto es, el crecimiento “atípico” y “desproporcionado” de militantes, fuera de toda lógica, un asunto operado principalmente desde el estado de Puebla.
Así, el nombre del gobernador Rafael Moreno Valle saldrá a relucir en el encuentro que sostendrán los candidatos a la dirigencia nacional del blanquiazul, por este y otros asuntos que están poniendo en entredicho la legalidad y sobre todo la legitimidad del proceso.
Y es que Corral denunciará, por ejemplo, que en el caso de Puebla, se realizaron más de 7 mil afiliaciones en 13 días de enero de 2014, y que en nueve días del mes de junio se registraron otras 6 mil, cuando lo ordinario es que por un periodo de 15 días no rebasaban los 500 afiliados.
Anaya sabe mucho de este tema, que sigue siendo impugnado ante el TEPJF, pues cuando fungió como suplente de Gustavo Madero al frente del partido, cuando este se separó del cargo para competir por la dirigencia, tuvo en sus manos el destino de buena parte de lo que hoy repudia Corral.
Sólo así se explica que en el último año el registro de militantes del partido pasó de 360 mil 491 miembros a 480 mil 588 militantes.
El asunto es clave, ya que no sólo revela que el procedimiento de afiliación en el PAN dejó de ser de manera libre, individual, voluntario y personal, sino que carga los dados a favor de uno de los contrincantes, Anaya en este caso.
Y es que es de primaria: quien controla el padrón, controla –y gana- la elección.
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Por cierto: a mitad de la pasada semana, en Pachuca, Hidalgo, Ricardo Anaya tuvo que salir al paso de estos y otros asuntos al negar que el gobernador Moreno Valle esté otorgando apoyos a su campaña y que por eso estén los dados cargados a su favor en la contienda interna.
Mientras Anaya lo decía a su lado sonreía, nerviosa, la diputada federal electa Genoveva Huerta, el alfil colocado por el mandatario poblano dentro del equipo de campaña del aspirante a la dirigencia nacional del PAN.
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Este sábado, en el auditorio Plutarco Elías Calles del CEN del PRI, inició formalmente el proceso de sucesión para la elección de un nuevo dirigente nacional, un proceso que se espera con sumo interés en Puebla pues al relevo del mexiquense César “El Relojes” Camacho le tocará, por un lado, definir el tono de la relación de este partido con el gobierno de Puebla y, en ese sentido, al candidato o a la candidata a la minigubernatura en el 2016, previo “dedazo” –claro- de Los Pinos.
Camacho dejará la presidencia del PRI para incorporarse a la diputación federal de la nueva 63 Legislatura; fue en diciembre de 2012 cuando llegó al cargo, en sustitución de Cristina Díaz.
Para sustituirlo se ha mencionado a los siguientes personajes: Manlio Fabio Beltrones, coordinador en la Cámara baja; César Duarte, gobernador de Chihuahua, apoyado aparentemente por sus homólogos de México (Eruviel Ávila) y Coahuila (Rubén Moreira), así como por el titular de Hacienda, Luis Videgaray; Enrique Martínez, secretario de Agricultura; Alfonso Navarrete Prida, secretario del Trabajo; Ivonne Ortega, secretaria general del PRI, y Emilio Gamboa, coordinador en la Cámara alta.
Entre los aspirantes a la minigubernatura, el diputado federal Enrique Doger tiene prendida su veladora para Beltrones, mientras que la senadora Blanca Alcalá hace lo propio para Gamboa.
Será en las siguientes semanas cuando Enrique Peña Nieto muestre su juego para que, a continuación, el Consejo Político Nacional del tricolor dé cuerpo a la decisión presidencial, al más puro y viejo estilo priísta.
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