Una verdadera fichita resultó el señor Luis Zamora Cobián, un gris burócrata disfrazado de presidente de la Junta Local del Instituto Nacional Electoral (INE) que, no conforme con desconocer la ley que va a aplicar como árbitro de los comicios federales de este año, arrastra una serie de anomalías digna de cualquier película de mafiosos.
Ya el columnista de Sexenio Puebla Mario Alberto Mejía se ha ocupado de refrescar la memoria y resaltar, por ejemplo, la forma en que Zamora Cobián protagonizó –y no hace mucho- una denuncia por supuesto favoritismo hacia uno de los concursantes de una subasta pública de automóviles, muebles y equipo diverso, en los tiempos en que fungió como vocal ejecutivo de la extinta Junta Local del no menos extinto IFE.
Según la denuncia, Luis Zamora fue cómplice –o “tapadera”, no hay pierde- de una mafia del Estado de México y el Distrito Federal que suele hacer jugosos negocios con ese tipo de concursos de bienes a precio de remate, con la coparticipación de autoridades electorales y funcionarios públicos.
Un pasado oscuro persigue a quien, sin ninguna duda, incumple con los cuatro requisitos básicos para fungir como “juez” de las elecciones federales: certeza, legalidad, imparcialidad y objetividad.
Ya hay, de hecho, más datos sobre aquel expediente que le fue abierto cuando estuvo al frente del órgano electoral en el estado de Guerrero, cargo del cual fue separado por no haber reportado a la Secretaría de Hacienda los pagos por concepto del Impuesto sobre la Renta (ISR) de sus empleados desde el 2006.
Veamos:
En efecto, en marzo de 2010 se realizó una revisión financiera a la Junta Local del IFE en Guerrero, ya que se encontraron diversas irregularidades en el arqueo de la administración de los recursos federales de ese organismo, motivo por el cual Luis Zamora Cobián, vocal ejecutivo, fue señalado por no haber reportado a la Secretaría de Hacienda los pagos por concepto del ISR de los empleados desde el 2006, fecha en la que llegó a esa posición.
Asimismo, por si fuera poco, los auditores descubrieron que no existía documentación fiscal para comprobar 350 mil pesos canalizados directamente para el rubro de pago de arrendamiento en el 2009, es decir, inmuebles rentados por el Instituto Federal Electoral en Guerrero.
Al parecer ese dinero se usó en cosas muy distintas a la organización de una elección, como acusaron compañeros suyos del propio IFE.
Zamora Cobián fue enviado a Puebla –tal y como los arzobispos mandan a los curas pederastas que han pecado violando a menores de edad-, con la esperanza de que el tiempo sepultara su historial de anomalías y erróneas decisiones.
Luego sobrevivió a la muerte del IFE y reapareció ni más ni menos que como presidente de la Junta Local del Instituto Nacional Electoral (INE), importante rol desde el cual no ha dejado de hacer gala tanto de su ignorancia como de su protagonismo, otro rasgo muy marcado de su personalidad.
La pregunta es: ¿en manos de quién estarán las elecciones federales de este 2015 en Puebla?
¿De un sujeto capaz de mentir y de engañar a las autoridades hacendarias con tal de seguir mamando de la ubre electoral?
¿De un individuo como Luis Zamora Cobián, incapaz de distinguir la “o” por lo redondo pero, eso sí, muy aplicado a la hora de ponerse a las órdenes de las mafias detrás del gran negocio electoral en este país?
Que Dios nos agarre confesados.
Y que ilumine a los partidos y candidatos que, para su desgracia, van a tener que arar con esta clase de bueyes en un proceso electoral que se merecería mucha mejor suerte.