Que el municipio de Tehuacán era un caos político, administrativo y de gobierno se sabía desde hace muchos meses.
El crimen de José Manuel Herrero Arandia y su esposa María Cristina Carvajal Argudin, el pasado fin de semana, sólo vino a confirmar el sentimiento de orfandad en que los ciudadanos se encuentran desde que el poder local cayó en manos de la “pareja presidencial” conformada por el ambicioso e inescrupuloso Álvaro Alatriste y la ama de casa -en funciones de alcaldesa- Ernestina Fernández.
Los focos rojos estaban encendidos y sólo era cuestión de tiempo para descubrir que era verdad lo que venían diciendo empresarios, comerciantes, industriales, religiosos, directivos de escuelas y ciudadanos de a pie: Tehuacán es una bomba de tiempo, una ciudad sin pies ni cabeza.
Por meses, la señora Fernández se negó a llegar a un acuerdo con el gobierno del estado para reforzar la seguridad de ése, el segundo municipio más importante de Puebla. Mal asesorada por su esposo, el verdadero poder tras el trono, puso por delante su interés partidista, dejando de lado el interés general de la población.
Bajo el paraguas de la “autonomía” y una falsa pose de rebeldía, Álvaro Alatriste, mejor conocido como “El Mostro”, temió perder el gran negocio personal que viene realizando con la seguridad pública, en especial con las comisiones (los “moches”) por la compra de patrullas, uniformes y armamento.
Y descuidó lo esencial en aras de seguir alimentando el “cochinito” con que pretende subsidiar lo que imagina será, en su sueño febril, su candidatura al gobierno del estado, un despropósito por donde se le vea.
Y hoy Tehuacán está pagando las consecuencias de la ambición, la irresponsabilidad y la gula de sus “autoridades”, totalmente apáticas ante un tema mayor a pesar de ser el segundo municipio con más población del estado y recibir jugosos recursos del Subsidio para la Seguridad en los Municipios, el famosos Subsemun.
Tan grave es el tema que el gobierno de Rafael Moreno Valle ha pedido de plano la intervención de la Secretaría de Gobernación federal para restaurar el orden y devolver la tranquilidad a las familias del municipio.
“Ayer hablé con el secretario de Gobernación (Miguel Ángel Osorio Chong) y estaré buscándolo más tarde, para evitar cualquier situación partidaria. Lo que me interesa es resolver la problemática, que él plantee la forma en que vamos a proceder para resolver esta situación en el municipio, garantizar que la policía municipal cumpla con su función, y reforzarla con policía estatal, policía federal y el Ejército”, explicó este lunes el mandatario.
Es, sin duda, uno de los grandes focos rojos de la gobernabilidad en Puebla; y es que así empezó Iguala y ya se sabe cómo terminó la historia.
Otro lo es San Martín Texmelucan, penosamente gobernado por un sujeto igual de inescrupuloso que la “pareja presidencial” de Tehuacán: Rafael Núñez, una decepción como político y un fracaso como alcalde y persona.
En pocos meses ha llevado a Texmelucan a niveles nunca antes vistos en materia de desorden administrativo, nepotismo y corrupción.
Hay incluso una denuncia formal en ese sentido ante la Auditoría Superior del Estado, presentada por funcionarios despedidos del gobierno municipal, mismos que han advertido de la gravedad de los delitos cometidos por Núñez y su esposa, Sofía Emilia García Díaz, presidenta del Sistema DIF Municipal. Lamentablemente dicha denuncia ha sido ignorada o minimizada.
Ello, a pesar de que hay testimonios lo bastante creíbles sobre el grado de descomposición existente en el ayuntamiento texmeluquense, donde los tentáculos de la corrupción llegan incluso al hijo del edil, de nombre Édgar Núñez García, encargado de cobrar el diezmo a los constructores.
La colusión de algunos alcaldes con mafias y poderes fácticos ajenos al quehacer municipal, no es ninguna novedad en el México de hoy.
Y tal vez no sea ocioso que la PGR investigue a fondo a este edil, que llegó al poder bajo el cobijo del Partido del Trabajo y que, transformado, ahora ya es un pequeño virrey mareado con el dinero y los placeres y excentricidades producto de sus relaciones peligrosas.
Tehuacán y Texmelucan son hoy por hoy dos fuertes dolores de cabeza para el estado; ojalá no sea demasiado tarde. Ni México ni Puebla aguantarían segundas partes ni tragedias como las que viven Michoacán, Oaxaca y especialmente Guerrero, entre otras entidades.