Gran decepción, y no pocos enojos, se han llevado los altos dirigentes del PRI en Puebla con varios de los (pre) candidatos a diputados federales.
La ignorancia, la arrogancia y la terquedad han provocado, incluso, severos regaños por parte tanto de la delegada del partido, la talentosa Paloma Guillén, como del propio dirigente estatal, Alejandro Armenta Mier.
A todos se les ha pedido ajustarse a la estrategia general de la campaña 2009, pero ellos, las vedettes del PRI, se han declarado en rebeldía y han preferido caminar por su lado, cometiendo por cierto graves equivocaciones.
Dos casos en lo particular los tienen más que preocupados y con los focos rojos prendidos: el del junior Fernando Morales Martínez, que va por Ciudad Serdán, y el de Juan Carlos Lastiri Quirós, por Zacatlán.
“¡Ay niño rico!”, le dijo el otro día, por ejemplo, Paloma Guillén a Fernando Morales, hijo mayor del ex gobernador Melquiades Morales Flores y alfil de Don Beltrone, el vicepresidente de México, también conocido como Manlio Fabio Beltrones.
Y es que según cuentan, Fernando no ha cumplido con las siguientes directrices:
- No hacer campaña en su camioneta o automóvil de lujo para evitar dobles mensajes -uno de ellos de incongruencia- en los empobrecidos pueblos del distrito, donde a veces a lo más que llegan como medio de transporte es a una carreta con burro y en ocasiones nada más el burro (sin carreta ni mazorca).
- No llegar con la base priísta a las reuniones de la campaña rodeados de grandes comitivas de ayudantes y mucho menos presentarse completamente copado de guaruras, como acostumbra Fernando (ya ve que está gruesa la delincuencia).
- No hacer mítines al viejo estilo. “No sirven de nada”, le han dicho. “Ya no dan votos”. Pero él, terco, insiste en darse sus bañotes de pueblo y en oler a democracia. Y es que en su infinita soberbia, arguye no tener la culpa, pues “solita, la gente se me acerca” (sic). Sí, como si fuera Madonna.
“¡Ay niño rico!”, le dice por eso entre enojada e histérica la “Comandanta” Paloma, la mera-mera de la campaña, la que fija la línea discursiva, la que define la estrategia para candidatos que, como es el caso, parecen niños de kínder.
Y es que Fer se enoja, hace puchero y se va refunfuñando como escuincle regañado. Promete que va a corregirse pero vuelve a caer en lo mismo: la indisciplina y la soberbia. Le sale lo Morales antes que lo Melquiades.
Otro no menos patético es Juan Carlos Lastiri, quien de hecho al menos una vez ha sido reprendido en público, delante de los otros candidatos, por Paloma Guillén con un breve pero enérgico: “¡Con usted, candidato, de plano no se puede!”.
Y es que el ex subsecretario de Desarrollo Social no sólo ha dejado plantados más de una vez a los estrategas y operadores de la campaña del PRI, sino que a la última reunión general, presidida tanto por Armenta como por la delegada, llegó con dos horas de atraso, con una sonrisa enorme -como si hubiese hecho una gracia- y peor: con una actitud de perdonavidas que para qué le cuento.
Eso no es todo: Lastiri se dice experto en campañas y, sobrado, comenta a quien se deje que a él nadie le va a venir a enseñar cómo hacer una, y menos una “señora” -en referencia a Paloma Guillén- “que ni es de aquí”.
La que, en contraste, ha resultado toda una sorpresa es Julieta Marín.
Disciplinada, discreta, atenta y siempre dispuesta a aprender como una esponja, la profesora se deja llevar, tanto que su campaña va viento en popa.
Que nadie se extrañe que arrase en Ajalpan. Bueno, ni parece hermana de ya saben quién.
Entre ella y las vedettes del PRI hay un mundo, enorme, de distancia.
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Ayer se comunicó con este columnista Ricardo Urzúa.
El empresario me juró y perjuró que él es el único propietario del famoso (y muy misterioso) helicóptero rojo.
Incluso, me envió copia de la carta que en su momento mandó a la revista Quién, y que ésta por cierto se negó a publicar.
Yo, en cambio, lo hago aquí para mayor información del lector.
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En el Congreso del estado siguen sonando los tambores de guerra.
La puja -y pugna- por el control de la Comisión Inspectora del Órgano de Fiscalización Superior está que arde.
Los ramalazos entre los alfiles de Mario Montero Serrano y Javier López Zavala son cosa de todos los días.
Fíjese: desde que el diputado por Ciudad Serdán, Víctor Huerta Morales, fue designado por el pleno de legisladores como secretario de esa importante Comisión, la guerra sucia no ha parado.
¿Su pecado?
Simpatizar con el secretario de Desarrollo Social.
Ayer, ante el mismísimo Mario Montero, Huerta Morales fue acusado por la presidenta de la Comisión Inspectora, Rocío García Olmedo, sin pruebas por cierto, de pedir dinero a varios presidentes municipales a cambio de la aprobación de sus cuentas.
Lo más extraño, lo que no cuadra, es que dicha Comisión ni siquiera ha sesionado una sola vez desde que arrancó el actual periodo de sesiones.
O bueno, sí: una vez, precisamente para tomar protesta a Huerta Morales como secretario.
Quienes saben dicen que la jugada es de largo aliento: se trata de tronar al zavalista Huerta Morales para poner en su lugar al diputado Jorge Alfonso Ruiz Romero, cuyo ex jefe, Enrique Doger Guerrero, podría lograr así, más rápido de lo que se imagina, la aprobación de los 45 días de gobierno que le quedan aún pendientes, en un juego de dos bandas.
Y es que las malas lenguas -ya ve cómo son las desgraciadas- señalan que ello es parte de un acuerdo entre el poderoso secretario de Gobernación y el propio Doger.
Y todo, todo, otra vez, para siempre, por siempre, como parte de la guerra de guerrillas por Casa Puebla.
Cómo le llamarán a este supuesto pacto, ahora que están tan de moda en la aldea poblana:
¿El Pacto de Casa Aguayo?
¿O acaso el Pacto del Floridita?
Es pregunta, conste.