Buena parte de lo que llegó a ser Israel Pacheco Velázquez se explica a partir de la postura timorata pero sobre todo cómplice y convenenciera que los distintos presidentes municipales de Puebla mostraron respecto al hoy defenestrado dirigente sindical del ayuntamiento capitalino. Hubo quienes le toleraron su sempiterno cacicazgo por desidia y otros que le temieron más allá de lo comprensible. Pero hubo uno que llegó al exceso y que pactó con él en lo oscurito, otorgándole beneficios constitutivos de delito y fortaleciendo en los hechos su imperio de corrupción, nepotismo y abuso. Ese alcalde fue, sin duda, el panista Eduardo Rivera Pérez, hijo putativo de El Yunque.
Hoy se sabe, por ejemplo, que fue durante su administración que los hermanos de Israel Pacheco, Conrado, Javier y Andrés, encontraron su mina de oro al amparo de las complicidades construidas entre el presidente municipal y el líder sindical, quienes vivieron tiempos felices y lunas de miel sin parangón.
O cómo explicar que días antes del término de su gobierno, Eduardo Rivera –el impoluto- autorizó tres aumentos de sueldo a los consanguíneos de quien hoy duerme en la cárcel, acusado del delito de extorsión.
Veamos el caso en concreto de Javier Pacheco Velázquez, adscrito a la Secretaría de Administración y Tecnologías de la Información (SATI) y dado de alta como “Analista Consultivo A”.
De acuerdo con un documento en poder de este columnista, en la quincena del 1 de enero de 2014 Javier Pacheco Velázquez cobró 20 mil 185.24 pesos.
Para la quincena del 16 de enero de 2014, el mismo personaje ya percibió 25 mil 517.32 pesos, es decir, registró un incremento fast track de 5 mil 332.08 pesos.
El colmo llegó 15 días después, precisamente en la última nómina del trienio de Rivera Pérez, pues de despedida, el hermanito de Israel Pacheco sufrió un nuevo ajuste a la alza, esta vez de mil 822.14, ya que terminó cobrando 27 mil 339.46 pesos.
Es decir, el “Analista Consultivo A” cerró la administración con un sueldo base mensual 54 mil 678.92 pesos, un salario de lujo y grosero tratándose de un puesto menor, pero lógico a partir de las muchas concesiones que el entonces edil hizo a favor del amo y señor del ayuntamiento de Puebla, el mismo que con un tronar de dedos, o un golpe en la mesa, conseguía lo que quería y cómo y cuándo lo quería.
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Pero además de Rivera Pérez hay, claro, un personaje fundamental detrás de esta historia de complicidades y abusos compartidos.
Se trata de Iñigo Ocejo Rojo, el por entonces titular de la Secretaría de Administración y Tecnologías de la Información, quien instrumentó y operó los acuerdos corruptos bajo la mesa con el todopoderoso, y temido, dirigente sindical.
Fue el sonriente Iñigo Ocejo quien -a nombre de la ciudad de Puebla y de sus habitantes- negoció con Israel Pacheco y le otorgó beneficios constitutivos de delito, como los súper salarios de sus hermanos, salarios que de ninguna forma ni bajo ninguna circunstancia concuerdan con el cargo o la labor que supuestamente desempeñan en la administración municipal.
¿Qué otras concesiones y regalitos obtuvo Pacheco Velázquez por parte del entonces alcalde Rivera Pérez?
¿Y a cambio de qué?
Es una historia larga de contar.
Sólo hay que recordar que fueron los mejores tres años de Israel Pacheco, donde pasó de rico a millonario y terminó de consolidar un poder casi absoluto al interior del ayuntamiento.
Pero hay otro dato que no debe ni puede perderse de vista, pues confirma la hipocresía y doble moral de varios de los protagonistas de este capítulo.
Iñigo Ocejo es hijo del panista Jorge Ocejo Moreno, recalcitrante y destacado militante de la ultraderecha poblana, que ha llegado lejos en el escalafón (ha sido, entre otras cosas, presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América) y que va por la vida viviendo de las posiciones plurinominales (jamás ha ganado una elección directa) y espantándose a nombre de la sociedad de la horrorosa corrupción política, como si en su familia no hubiera engendrado esa misma semilla: la del acuerdo por debajo de la mesa, la del favoritismo hacia el cacique, la del cochupo a cambio de favores políticos y personales, la que confirma que “el que no transa, no avanza”…
Su hijo Iñigo y los acuerdos (ni tan secretos) entre el yunquista Eduardo Rivera Pérez e Israel Pacheco son una prueba irrefutable de ello.
Amén.