Embrujados o imbuidos, tal vez, por el cupido travieso del 14 de febrero, tres importantes priístas de Puebla decidieron enterrar temporalmente el hacha y la espada y se sentaron a platicar en un restaurante del Distrito Federal para limar asperezas, por supuesto con el 2016 y el 2018 en el centro de la mesa, pero sobre todo con una duda en la cabeza: ¿cómo carajo comenzar a sacar al PRI de la crisis para empezar a ver la luz al final del túnel?
Fue este jueves que Juan Carlos Lastiri Quirós, subsecretario de Prospectiva, Planeación y Evaluación de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol); Enrique Doger Guerrero, diputado federal, y Alejandro Armenta Mier, director del Registro Nacional de Población e Identificación Personal (RENAPO), se vieron en “Cuchilleros” –y no es metáfora- en la Zona Rosa para continuar con la Operación Cicatriz, que ellos, como otros cabezas de grupo, han evitado hasta la ignominia desde la mítica noche del 4 de julio de 2010, cuando el PRI perdió el poder estatal, fracturándose en mil pedazos imposibles de unir hasta hoy.
A la inédita, trascendente sin duda, reunión se sumó por un breve momento otro priísta poblano que, por azares del destino, recién volvió a cobrar relevancia: Víctor Manuel Giorgana Jiménez, presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso del estado, quien casualmente comía en el mismo lugar después de asistir a la firma del Acuerdo Nacional de Coordinación y Cooperación Legislativa para la Implementación del Sistema de Justicia Penal, acto encabezado por el titular de la Segob, Miguel Ángel Osorio Chong.
Tanto Lastiri y Armenta, ex dirigentes del PRI en Puebla, como el propio Doger saben que aunque tienen ambiciones similares y obsesiones idénticas, ninguno llegará a la meta si se siguen destrozando. Para ellos y el resto de los liderazgos priístas, ha resultado un pésimo negocio pelear como caníbales, teniendo como trofeo las ruinas, y las cenizas, de un partido devastado, desmoralizado y destruido política, electoral y financieramente.
De hecho, así, en ese sentido, @EnriqueDogerPue posteó el encuentro entre los cuatro personajes: “Dialogando por la unidad del partido @AArmentaMier @JuanCLastiri y @VictorGiorgana”.
¿Qué va a surgir en concreto de este tipo de encuentros?
¿Ayudarán a cicatrizar las muchas, y profundas, e históricas, heridas que hay entre ellos?
¿Algún día veremos sumada a esa mesa a la senadora Blanca Alcalá Ruiz, con quien prácticamente todos ellos arrastran viejas afrentas y nuevos rencores disfrazados de envidia?
¿Y a Javier López Zavala y Jorge Estefan Chidiac?
¿Será este el inicio de la resurrección del PRI poblano?
¿O se trata únicamente de una calentura producto del comercial, y comercializado, Día del Amor y la Amistad, una ilusión óptica que, como todas, terminará siendo lo que siempre ha sido entre los obtusos priístas del estado: una percepción o interpretación falsa de la realidad?
¿Esa terca pero contundente realidad que hoy nos dice que todos ellos, y todas ellas, y todos juntos, están muertos, políticamente hablando, y apenas se están dando cuenta?
Ya lo veremos.
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El que no entiende o de plano no quiere entender cómo se baila el danzón en Puebla, es el ex presidente municipal Eduardo Rivera Pérez.
Y es que el panista empezó a reunirse en privado (bueno, ni tanto) con algunos de los públicos, y declarados, enemigos del gobernador Rafael Moreno Valle.
Por ejemplo: la señora Ana Teresa Aranda, con quien este jueves se entrevistó en el hotel M&M.
No se necesita ser sabio, ni saber mucho de política, para concluir que el ex alcalde se está agrupando con los personajes antagónicos a Casa Puebla para hacer un bloque, victimizarse por adelantado y tapar con un contrapeso político sus corruptelas.
Rivera Pérez debería recordar los muchos, muchos pendientes que dejó a su salida de Palacio Municipal.
Y es que su entrega-recepción no sólo estuvo incompleta, sino que a la fecha se le han encontrado suficientes hoyos negros como para empezar a perder el sueño.
No dejó los anexos listos.
Su gente vació los archiveros.
Borraron la información electrónica.
Y hasta los clips se llevaron.
Sin exagerar.
Un primer cálculo señala que sumarían 600 las observaciones de sujetos obligados, un verdadero récord en los últimos tres, cuatro trienios.
Ni a Luis Paredes se le encontró tanto.
El colmo, cuentan, fue el ex secretario de Seguridad Pública y Tránsito Municipal, el toluqueño Amadeo Lara Terrón, quien prácticamente se fue como las “chachas”, con respeto de las “chachas”.
Y es que solo quiso entregar su oficina, así, sin cumplir con la ley, e irse a vacacionar y disfrutar del dinero que hizo, que no fue poco.
¿Quién le dijo a Eduardo Rivera Pérez que ese es el camino correcto?
¿Quién lo asesora, por Dios?
Que El Yunque lo redima.
(O al menos le vaya consiguiendo un amparo).