Muchos nervios y muchos nerviosos han surgido desde que se oficializó el regreso de Luis Banck Serrato a Puebla.
Y es que no ha faltado el futurista que ve “gato encerrado” en el retorno del amigo pródigo del gobernador Rafael Moreno Valle que fungirá, a partir de enero, como secretario de Desarrollo Social, el enésimo.
Ya hay quien lo ubica peleando la minigubernatura o incluso la gubernatura del 2018, como parte del juego sucesorio que indudablemente ya se opera, sutil pero milimétricamente, desde Casa Puebla.
Las especulaciones sobre las verdaderas intenciones de Banck, y del que nuevamente será su jefe, no son gratuitas.
Y es que en nuestro estado, desde que el tiempo es tiempo, la Secretaría de Desarrollo Social ha sido utilizada única y exclusivamente como trampolín político para satisfacer apetitos personales de poder.
Nunca para los fines que dieron origen a esta dependencia creada en el sexenio de Melquiades Morales Flores.
Es extensa, de hecho, la lista de quienes han utilizado la escalera rápida del “desarrollo social”, o la supuesta lucha contra el hambre y la miseria, para alcanzar más y mejores posiciones políticas, administrativas y/o legislativas.
Blanca Alcalá, Alberto Amador Leal, Jorge Estefan, Alejandro Armenta, Javier López Zavala, Juan Carlos Lastiri, Juan Manuel Vega Rayet, Myriam Arabian, Néstor Gordillo, Germán Jiménez, Salvador Escobedo, Mario Rincón y un largo etcétera.
Fue, de hecho, en la extinta Secretaría de Finanzas y Desarrollo Social donde se puso la semilla de lo que hoy vemos como el gran proyecto morenovallista.
Así que no es extraño que sean muchos los que piensen que la historia –historia sin fin- se repetirá con Luis Banck.
¿Es una de las cartas con que Moreno Valle quiere jugar sus sucesiones, la mini y la grande?
¿Será, a la postre, una especie de “caballo negro”, que caminará escondido entre los peones, alfiles y torres ya sembrados en el tablero?
Aunque obviamente las dudas se irán despejando poco a poco, no parece ser el caso. Y es que hasta donde se sabe, Luis Banck no viene para edificar una carrera política desde la Sedeso, dependencia noble como pocas.
De hecho, tal fue el factor de mayor peso al momento que el mandatario le reiteró la invitación a aceptar el importante puesto.
Tal es el rezago en combate a la miseria (y ahí están los números del Coneval para comprobarlo), que el tema no sólo no puede seguirse postergando, sino que el secretario de Desarrollo Social no puede permitirse –ni permitírsele- tener un proyecto político personal por encima de las verdaderas prioridades, como, por ejemplo, evitar repetir lo sucedido entre 2010 y 2012, cuando más de 261 mil poblanos se sumaron a la lista de pobres.
Aunque las tentaciones del poder son y serán mayúsculas –nunca digas nunca jamás-, Luis Banck (un todoterreno probado en la materia y cuya brillante trayectoria ha estado ligada al desarrollo social en los tres órdenes del gobierno, el Senado de la República y en varios países de América Latina, a través del Banco Mundial) no regresa a Puebla con la cabeza en la minigubernatura, o en el 2018, o en el Congreso de la Unión, o en meterse en la carrera por la alcaldía de Puebla.
A pesar de que hoy esto se pueda poner entre signos de interrogación, dados los antecedentes de todos sus antecesores, sus tareas, preocupaciones y ocupaciones serán otras, muy ajenas a la lucha por el poder que ya se libra en otras arenas, máscara contra máscara, cabellera contra cabellera.
En resumen: Luis Banck no puede tener proyecto político personal porque no puede distraerse y no puede distraerse porque sencillamente no puede fallar. Y no puede –ni podrá- fallar porque si el proyecto presidencial de Moreno Valle va a tener viabilidad, no se podrá ir por el país arrastrando un fracaso, el fracaso monumental de no haber sabido qué hacer con los pobres. Una de las asignaturas pendientes del sexenio y, como se ve, en vías de solución.