Cuentan que el CEN del PRI habría tomado ya la decisión de adelantar la salida –el cese, la renuncia, el despido- de Pablo Fernández del Campo como delegado presidente, pues al paso que va, terminará por desaparecer lo que queda del partido en el estado.
Dueño indiscutible del título del peor dirigente que los priístas poblanos han tenido en toda la historia, el futuro diputado plurinominal ha caído, por fin, de la gracia de la secretaria general, la yucateca Ivonne Ortega, quien finalmente se hartó de los errores, la falta de experiencia y la torpeza de quien llegó por la puerta de atrás y por la puerta de atrás saldrá del partido, que dejará más dividido, saqueado y debilitado que como lo encontró.
Pablo traicionó hasta a sus amigos, se rodeó de verdaderos inútiles, demostró no estar preparado para conducir un partido –y menos desde la oposición-, se ofuscó por la soberbia, se negó a romper con su pasado –y presente- marinista, se dejó mangonear por gente nefasta como Fernando Moreno Peña y Juan Carlos Lastiri, y a la postre, acabó pidiendo esquina, como un boxeador vapuleado a punto del nocaut.
La gota que derramó el vaso fue la fractura en el grupo parlamentario del PRI, causada en parte por él, y su mala, pésima gestión del problema.
Lo peor es que en el CEN quedó claro que, como las esposas engañadas, Fernández del Campo fue el último en enterarse de la deserción de Zenorina González, Elvia Suárez, Ramón Felipe Sánchez, y Juan Manuel Jiménez, pese a que todo –y todo es todo- el círculo rojo lo sabía desde por lo menos una semana antes.
No sólo no hizo nada por evitar la enésima crisis de su periodo como delegado presidente, que lo exhibió desinformado y falto de reflejos, sino que todavía se atrevió a hacer más grande el ridículo al anunciar la expulsión de los legisladores “traidores” para unas horas después recular y señalar que siempre no.
Uno de los grandes perdedores, si no es que el más grande, del pasado proceso electoral local, por más que siga responsabilizando a Javier López Zavala, Enrique Doger y otros “próceres” del PRI de su incompetencia, hoy el “dirigente” es un verdadero fantasma, que deambula como en Día de Muertos por los pasillos del partido, provocando miradas de lastima entre sus compañeros y colaboradores, quienes no saben si darle los buenos días o el pésame o cobrarle los salarios caídos que, por cierto, sigue arrastrando desde hace varios meses.
En conclusión: Pablito nunca pudo convertirse en Pablo y ahora deberá dejar el cargo que le llegó demasiado pronto y contra la voluntad de la militancia.
Aunque se saque fotos con César Camacho, realice “giras de agradecimiento”, encabece ruedas de prensa y se autonombre invitado “especial” a eventos nacionales del PRI, lo cierto es que sus días están contados y no hay marcha atrás.
¡Cómo dejará el partido que hasta un personaje como Jorge Morales Alducin, repudiado hasta por su familia, que lo considera un “loco” y de los de atar, se cree con los méritos suficientes para ocupar su
lugar!
El lugar de quien, sin embargo, se aseguró de amarrar una curul plurinominal que le permitirá gozar de una beca de 4 años y 8 meses en el Congreso del estado y enfrentar la congeladora política.
El cambio en el PRI no será de la noche a la mañana; el CEN no quiere cometer el mismo error que cometieron con Fernández del Campo, quien llegó por la vía fast track, sin consenso ni legitimidad.
Ivonne Ortega quiere reposar la decisión y de hecho, ya tiene un claro favorito, que ha venido arropando y preparando para no equivocarse de nuevo.
Y es que todo parece indicar, eso sí, que en el DF ya entendieron que no es con Pablito como van a sacar al buey de la barranca y que el PRI simple y sencillamente no puede seguir como está en Puebla, y que urge un cambio. Pues lo que hoy hay no garantiza sino derrota, ridículo, división y retroceso.
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