Sí, se acabó todo.
Todo está cumplido.
O lo que es lo mismo: todo ha sido planchado.
Y con rodillo.
Así como hace unos días, ante los alumnos del Colegio de Gastronomía, donde la masa, más temprano que tarde, tomó su forma.
Consummatum est.
Y por tanto:
Habemus Rector.
Si había alguna duda –y se necesitaría estar loco o de plano no entender nada para haberla tenido-, ayer todo quedó despejado en los pasillos del edificio El Carolino de la BUAP.
Y es que uno de los dos “contendientes” del rector interino Alfonso Esparza Ortiz, el doctor Samuel Tovar, tomó una decisión que ya se presagiaba desde que tuvo la ocurrencia de iniciar su –efímera- campaña en un panteón: el panteón Jardín.
Si su candidatura había nacido muerta, la renuncia que presentó horas después ante la Comisión Electoral encargada de elegir a la nueva autoridad de la máxima casa de estudios sólo confirmó el despropósito de su aventura.
Pero no tiene la culpa el indio, sino el director de la Facultad de Derecho que lo hizo su compadre.
Fiel a su prédica, Guillermo Nares Rodríguez pensó que con Tovar como títere podría forzar una mejor negociación –dinero, posiciones, más impunidad- con Esparza Ortiz.
Porque la candidatura de Tovar sólo fue, de principio a fin, un vil chantaje al más puro y fino estilo narista.
Desde el principio, Nares lo impulsó pensando que Esparza Ortiz entraría en una rara especie de pánico.
De hecho, varias veces a El Carolino llegaron sugerencias y señales para saber qué se ofrecía a cambio de que Tovar no se inscribiera en el proceso de elección. Como si Tovar, y su padrino, tuvieran con qué competir.
Dichas sugerencias y señales, claro, fueron olímpicamente ignoradas, por lo que a Nares, es decir, Tovar, es decir, Nares, es decir, Tovar, ya no le quedó otra que anotarse oficialmente al proceso.
Pero más tardó en hacerlo que Nares en abandonarlo: ante la falta de “acuerdo” con Esparza Ortiz, la oferta de apoyo económico y la “gran estructura” narista nunca llegaron.
Por eso, desechado como carta para jugar, Tovar, en un acto de orgullo propio, abrió los ojos y decidió este jueves, tras iniciar campaña –bueno, es un decir-, bajarse de una contienda a la que entró engañado y utilizado, y peor: con el prestigio hecho trizas.
Ahora, como consecuencia, Nares vale poco, menos, mucho menos de lo que ya de por sí valía antes del arranque del proceso interno.
Y es que como cuando aspiró a la sindicatura municipal, volvió a jugar mal y volvió a perder.
Presumió contar con el apoyo de Casa Puebla y en los hechos, se confirmó que esta es la madre de todas las mentiras.
Esparza Ortiz no necesitó ni necesitará de Nares para convertirse, el próximo 11 de septiembre, en rector para el periodo 2013-2017.
Game over.
The End.
Consummatum est.