Salvo una excepción, desde hace seis trienios el municipio de Puebla ha vivido la alternancia política, ese fenómeno caracterizado por el cambio consecutivo de partido en el poder, alimentado por la aspiración de renovación y explicado a partir de la extendida idea social de que lo nuevo, lo diferente a lo anterior, siempre “es mejor”.
Hasta antes de la era de la alianzas, e incluso ya con estas, PRI y PAN, los partidos hegemónicos, se han repartido el pastel alternándose en periodos consecutivos al frente del ayuntamiento capitalino.
Rafael Cañedo Benítez (PRI) le entregó la estafeta a Gabriel Hinojosa Rivero (PAN); fue la primera ocasión que este partido ganó oficialmente la comuna, inaugurando prácticamente el inicio de la alternancia en la capital.
Hinojosa le pasó el mando a Mario Marín Torres (PRI).
Marín lo hizo con Luis Paredes Moctezuma (PAN).
Paredes le dio las llaves de Palacio Municipal a Enrique Doger Guerrero (PRI).
Y este a Blanca Alcalá Ruiz (PRI)… rompiéndose la secuencia.
Y es que la era Doger-Alcalá ha sido la primera vez, desde el inicio de la alternancia, que el PRI repitió en el gobierno.
Y es que como se sabe, al final de la administración de Alcalá, todo volvió a su cauce “normal” porque la priísta fue relevada por el actual presidente municipal, Eduardo Rivera Pérez (PAN).
El breve, y apretado, recuento viene al caso porque hoy, de cara a las elecciones del próximo 7 de julio para elegir a un nuevo alcalde, muchos se preguntan qué sigue, o más bien: qué es lo que debe seguir de acuerdo con la historia reciente.
¿Puebla reafirmará el camino de la alternancia?
¿Le regresará el poder al PRI, reiniciando la secuencia?
O en su defecto, ¿repetirá el fenómeno excepcional de mantener al actual partido en el poder, el PAN, por tres años más?
¿Quién sucederá a Eduardo Rivera?
Por supuesto que las respuestas a tales preguntas tienen que ver con muchos y diversos factores -como las alianzas, las megacoaliciones, las campañas- y con no pocos elementos endógenos y exógenos –como por ejemplo el voto de castigo, la aprobación gubernamental- que transitan antes, durante y después de un proceso electoral como el que los poblanos estamos viviendo.
La “lógica” indicaría que, esta vez, los electores responderán nuevamente al estímulo del “cambio” y que el PRI tendría que regresar al poder y que por lo tanto el próximo alcalde será Enrique Agüera Ibáñez.
Y la “excepción” diría que, esta vez, los electores dejarán de lado la idea de que lo nuevo siempre es mejor, asumiendo que el PAN debe tener continuidad y que por lo tanto el próximo alcalde será Tony Gali Fayad.
Pero más allá de la “lógica” y de las “excepciones” están las encuestas y una de ellas, la de Opina Consultoría Estratégica, realizada el pasado 6 de mayo, nos ofrece un acercamiento a este, un dilema que carcome a los cuartos de guerra y a los estrategas de Puebla Unida y 5 de Mayo.
La empresa preguntó:
“En Puebla hemos tenido la oportunidad de ser gobernados por el PRI y por el PAN, ¿qué partido prefiere tener en el gobierno?”.
Y estos fueron los resultados:
Para ampliar, haga click en la imagen:
Como se observa, la actual tendencia es a favor de la permanencia del PAN en el ayuntamiento.
No obstante, hay un dato que nadie debe perder de vista: 13.8 % señala que la respuesta depende de quién sea el gobernante.
Es decir, que más allá del partido, también cuentan el perfil y el proyecto y las ideas y las propuestas del candidato.
Tal es una de las claves de la alternancia en Puebla.
Más allá de la historia.
Más allá de premios o castigos al gobierno en funciones.
Más allá de una visión un tanto errónea de un electorado mecanizado con un comportamiento siempre lineal y típico.
Más allá de todo, incluyendo, claro, la excepción.
La excepción que ¿confirma la regla?