Le construyó una mega alianza de siete partidos: cuatro en el papel, tres de facto.
Le arrimó a la veleidosa y caprichosa “izquierda” para que le quemen incienso.
Le juntó a los resentidos priístas.
Le dividió al PRI cooptando –o terminando de cooptar- a los Zavala, los Doger, los Lastiri, etcétera…
Le armó una estrategia de posicionamiento que ya quisiera cualquier candidato en el mundo.
Le mandó a sus más eficaces operadores en materia política, electoral y mediática.
Le puso a los mejores candidatos por los distritos de Puebla capital, sin importar que su gabinete fuera desmantelado.
Le diseñó una planilla de regidores donde sumó a todos los grupos.
Le sentó en la misma mesa a los más influyentes grupos de poder, vendiéndoles un proyecto que en esencia es su proyecto.
Le ha invertido como un gallero le invierte a su mejor gallo en el palenque.
Le ha confeccionado organismos electorales a su modo.
Le edificó una redistritación que favorece sus intereses y desmantela el voto duro del PRI en zonas muy focalizadas de la Angelópolis.
Le operó para que El Yunque, pragmático y ambicioso, diera su brazo a torcer y lo aceptara como candidato –a cambio, claro, de varias rebanadas del pastel del poder-.
Lo ha blindado de ataques insidiosos, guerras sucias y quintacolumnas.
Lo ha cuidado como un padre lo hace con su hijo.
Lo procuró para que el escándalo por la detención de Elba Esther Gordillo lo dañara lo menos posible.
Lo ha moldeado y entrenado a su imagen y semejanza.
En fin: le ha pavimentado el camino hacia el 7 de julio sin dudas ni regateos.
Pero no.
Rafael Moreno Valle no aparecerá en la boleta.
Será, sí, el gran general de Puebla Unida.
Pero el que debe demostrar de qué está hecho es uno solo.
Se llama Tony y se apellida Gali Fayad.
Estratega con impresionante radar para adivinar movimientos, anticiparse a escenarios y leer señales, el gobernador ha hecho todo, y todo es todo, para que su delfín gane y muy posiblemente, se enfile como su sucesor en 2018.
Moreno Valle no se va a pelear con el presidente de México. No al menos directamente.
La agenda nacional mata la local.
El Pacto por México requiere oxígeno, interlocutores y contrapesos.
Habrá, sí, competencia.
Como dicen en el morenovallismo: será “un tiro directo, libre, sin simulaciones” con los del PRI-PVEM.
Pero el anunciado choque de trenes entre estado y federación no será tal.
Como otros gobernadores -véase los casos de Manuel Bartlett, Melquiades Morales y Mario Marín-, Moreno Valle ha hecho lo posible con tal de triunfar en Puebla capital.
Hoy es ciertamente distinto: en 2010 tuvo todo en contra; este 2013, en contraste, tiene todo (el poder, el presupuesto, la estructura de gobierno, etcétera) para salirse con la suya.
Y le ha puesto la mesa.
Sin descuidar un solo detalle.
Con todo perfectamente medido y calculado.
En términos futbolístico: le ha puesto el balón de tal modo que sólo tiene que empujarla a las redes.
De pechito o de cabecita.
Como prefiera.
Algo así como:
“Anda, Tony, gana, solo gana”.
¿Desperdiciará la oportunidad el ex secretario de Infraestructura?
Ya lo veremos la tarde-noche del 7 de julio.
Fecha fatal para la que falta poco.
Pero falta mucho.