Ni mito ni rumor. El góber precioso está de regreso y todas las mañanas -desde que el escenario político de Puebla cambió- se repite, y repite a sus seguidores, ante el espejo principal de su notaría, su centro de operación: “Vamos a regresar, tengan paciencia”.
Y paciencia -y dinero y tiempo y más paciencia- es precisamente lo que le sobra a quien viene por la venganza y ha jurado hacer pagar a sus enemigos todas las “humillaciones” que dice haber sufrido desde que el grupo encabezado por Rafael Moreno Valle lo echó del poder.
Sí. Mario Marín se ha reactivado, ha confirmado que lo que no mata, fortalece, y lo mismo impone candidatos a alcaldes y diputados que se reúne con la secretaria general del CEN del PRI, Ivonne Ortega, para poner a su disposición su estructura, aquella “Puebla Revolucionaria” que por increíble que parezca aún lo recuerda con afecto y, en varios casos, agradecimiento.
Mueve sus hilos para colocar a sus allegados en las delegaciones federales; se comunica con el dirigente priísta, Pablo Fernández del Campo, para hacerle “sugerencias”; busca a Enrique Agüera para hablar de la planilla de regidores; le manda recados al delegado Fernando Moreno Peña; se entrevista con Valentín Meneses, Juan Carlos Lastiri, Juan Manuel Vega Rayet, Juan de Dios Bravo y Alberto Jiménez Merino, entre otros de los fieles de su parroquia, para armar el gran rompecabezas que trae en la cabeza.
Y más: mete la mano en el conflicto que hay en el CENHCH con la millonaria megarueda morenovallista y pide a sus operadores de medios que reactiven sus contactos, que recuerden favores y que mantengan el tema vivo, y caliente, en portadas y columnas.
Enfundado en traje de guerra, sin temores, el góber precioso sabe que, a estas alturas del sexenio, ya tiene condición de intocable, porque si no lo tocaron antes, ahora menos que el PRI ha regresado a Los Pinos, donde no le han dicho que sí, pero tampoco que no, a la idea de regresar para ir armando su llegada a San Lázaro en 2018.
Y es que quiere ser diputado federal y ése es el objetivo último de sus apariciones –nada casuales- en restaurantes y comederos de la ciudad de Puebla.
“No puede regresar lo que nunca se fue, Marín es Marín y siempre ha estado vivo”, dicen sus allegados, entusiasmados –casi eufóricos- con la idea de recuperar el poder y cobrar afrentas.
El grupo sabe que la coyuntura los favorece y que es ahora o nunca: o contribuyen a la derrota del morenovallismo en los comicios del 7 de julio o, entonces sí, el abismo. O lo que es lo mismo: la ruina, el olvido, la devastación… política.