Como nunca antes, los partidos en Puebla han entrado en esta coyuntura electoral en un franco proceso de desfiguración acompañado de una acelerada descomposición política en todos los sentidos.
El tráfico de candidaturas, la compra y venta de las mismas, la corrupción interna en los institutos partidarios, las vendettas internas, los grupos de presión, la reaparición de los grupos caciquiles, el resurgimiento de los “chapulines”, las presiones y las negociaciones cupulares, los chantajes, el intercambio de favores, la compra de voluntades, la cooptación, la venta de electores pobres, la manipulación de las masas, los apoyos económicos a cambio de la obra pública municipal…
En fin, todos los vicios, las deformaciones y las grandes perversiones de la lucha por el poder se están viendo con asombrosa claridad en el actual proceso electoral, tanto que no pocos ciudadanos se empiezan a cuestionar sobre el sentido profundo de la política misma.
Y no es para menos: hoy, en Puebla, sin excepciones, los partidos han dejado para después las ideas políticas en beneficio de la gente a la que dicen defender y apoyar. Lo que hoy prevalece es un vulgar pragmatismo electoral, así como la puesta en práctica de lo más sucio de la política.
Sin embargo, como han sostenido los politólogos, estos son los partidos que tenemos en México y los que seguirán existiendo aún por muchos años más, salvo que sus propios militantes y la sociedad civil actúen y los puedan obligar a cambiar; una situación muy utópica y lejana, porque la sociedad civil con la que contamos es muy débil y su memoria apenas y le dura unos cuantos minutos.
El proceso electoral 2013 está confirmando lo que ya sabíamos pero siempre se nos olvida: las partidocracias en Puebla son vulgares, hipócritas y cínicas. De hecho, nunca cambiarán; de poco en poco se han convertido en verdaderas cleptocracias, dedicadas a hurtar, quitar, robar, imponer y acumular riqueza y poder.
Ejemplos sobran, pero hay algunos que resultan simbólicos y sorprendentes hasta para los propios partidos.
Ahí está el tráfico y la sospechosa ambición que han desatado las candidaturas en todos los municipios de la Sierra Norte, sobre todo en aquellos que comprenden los distritos de Xicotepec, Huauchinango y Teziutlán.
Ahí, la lucha interna por hacerse de las candidaturas y el control de esos ayuntamientos, ha resultado demasiado atípica; en otros años, hasta faltaban candidatos, hoy sobran.
Más aún en el corredor que comprende de Huauchinango hacia Xicotepec para terminar en Poza Rica, en el estado de Veracruz. Un corredor, hay que subrayarlo, caracterizado por su alta inseguridad, con presencia de la delincuencia organizada.
En las dos coaliciones (Puebla Unida y Mover a Puebla), la disputa por hacerse de esos municipios es cruenta y la lista de aspirantes, larga, lo mismo que las presiones que han venido ejerciendo los grupos de poder regionales.
Sin embargo, ha resultado muy curioso que en el Movimiento Ciudadano y el PT, de manera extraordinaria, tienen planillas en prácticamente todos los municipios y hasta dos contendientes internos, mismos que han venido ofreciendo fuertes cantidades de dinero para hacerse de las candidaturas.
De pronto, todos quieren controlar la región que conduce hacia Veracruz.
Unos quieren ser candidatos para hacer sombra a otros, algunos más para hacerlos perder y otros más que gane quienes ellos quieren para controlar política y económicamente a la zona.
Y es que la región es rica en términos comerciales, de hato ganadero y de cafeticultura, pero también como zona de paso. De paso de cualquier cosa. Cualquiera.
De ahí que los Fosado, los Esquitín, los Morales, los Amador, los González, los Lechuga, los Ardelios Vargas, etcétera, protagonizan fuertes disputas con el fin de perpetuar sus cacicazgos a partir del control, primero, de los procesos internos; segundo, de los comicios del próximo 7 de julio, y por último, de los futuros presidentes municipales.
Lo más grave es que ni los propios partidos políticos, ni el IEE, ni los consejeros electorales, ni mucho menos el gobierno, están observando este fenómeno político en los distritos de la Sierra Norte. Fenómeno que algunos han denominado “La Resurrección de los Caciques”, una amenaza latente al principio democrático que debe caracterizan a todo proceso electoral.
No, nadie lo está previendo y cuando se den cuenta, muchos municipios estarán siendo gobernados por alcaldes con pésimos antecedentes y con, todavía más grave, relaciones muy, muy extrañas, ubicadas en el límite entre el cielo y el infierno.
No estaría de más que el Instituto Electoral del Estado reforzara sus filtros para la aprobación de registros de candidatos en municipios como Huauchinango, Ahuazotepec, Xicotepec, Honey, Pantepec, Tlaxco, Zihuatleutla y Venustiano Carranza, entre otros.
No vaya a ser la de malas y el proceso poblano termine por dar la razón a quienes vienen asegurando que en algunas zonas del estado, ahí donde el caciquismo es ley, hay una línea muy, muy delgada entre la política y la delincuencia organizada.
Que luego no digan que no se les advirtió a tiempo.