Se afirma por ahí que muerto el perro se acabó la rabia, sabio dicho popular que aplicaría para el ex delegado presidente del Comité Directivo Estatal del PRI, Fernando Morales Martínez.
Pero desgraciadamente, su salida no fue como él lo expuso el pasado domingo a los medios de comunicación.
Acreditadas fuentes del CEN cuentan que harto de los abusos de Fernando Morales, el dirigente Pedro Joaquín Coldwell envió al hidalguense Jorge Márquez, secretario de Organización y sustituto del todopoderoso Miguel Ángel Osorio Chong, para poner orden de inmediato en el PRI poblano.
Márquez traía bajo el brazo un detallado informe sobre la situación. Y es que previamente, connotados priístas del estado se habían ocupado de documentar todos y cada uno de los actos de sumisión, abandono del partido, imposiciones y sobre todo malos manejos financieros cometidos por el junior, a quien ya ni San Melquiades pudo salvar.
Así, no hubo remedio: fue obligado a renunciar ipso facto. De hecho, ni siquiera le iban a dar la oportunidad de despedirse ante los medios de comunicación. Pero con tal de que se fuera ya, todavía se lo toleraron.
Lo peor es lo que se supo después: que con el fin de boicotear el arribo de su sucesor, Pablo Fernández del Campo, y dejar su última “huella” en el edificio de la Diagonal, a Fernando Morales y sus incondicionales Miguel Ángel Ceballos, Ángeles Mendoza y Víctor Huerta Morales, todavía les dio tiempo de desmantelar todas las computadoras instaladas en la sede del PRI, borrando toda la información histórica de carácter político y electoral que se almacenaba en ellas.
Sí, Morales Martínez se marchó molesto, molestísimo, con su propio partido.
El pasado martes, al medio día, se reunió con su grupo compacto en el hotel Lastra.
Ahí, según uno de los asistentes, no dejó de despotricar –muy a su estilo- en contra del PRI y específicamente de Enrique Peña Nieto.
Carretonero que una vez se atrevió en público a cuestionar las preferencias sexuales de Vicente Fox, dijo que el presidente de México es un “copetón pendejo” y que él, junto con su amigo el gobernador Rafael Moreno Valle, se encargará de que el PRI pierda la mayoría de las presidencias municipales y diputaciones en Puebla en los comicios del próximo año.
O sea, de nivel.
Además, claro, habló pestes de su relevo, Pablo Fernández del Campo, de quien lo más suavecito que dijo es que es un político “verde y sin experiencia”, que conducirá al fracaso al partido en el 2013.
Testigo de los excesos verbales y berrinches de Fernando Morales fue, entre otros, la ex secretaria general del PRI, Fedrha Isabel Suriano Corrales, quien reía y se rascaba la panza como si estuviera viendo al mismísimo Polo-Polo contando algunos de sus famosos chistes.
Por eso, la pregunta: ¿muerto el perro se acabó la rabia?
¡¿En serio?!
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Antes de concluir su sexenio, el gobierno calderonista no olvidó exonerar al panista Arturo Flores Grande, delegado en Puebla de la Procuraduría de la Defensa del Trabajo, de las acusaciones que le hizo un grupo de habitantes del municipio de Amozoc de Mota.
En marzo de este año, el funcionario fue señalado de incurrir en tráfico de influencias y conflicto de intereses por fungir como “asesor directo” de la alcaldesa de esa población, Rosa Elva de Ita Marín.
Sin embargo, el pasado 24 de septiembre el Órgano Interno de Control de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, encabezado por Angélica González Valencia, le adelantó su regalo de Navidad.
Y es que concluyó que “no se cuentan con elementos para acreditar la presunta comisión de conductas irregulares administrativamente sancionables, atribuibles al servidor público denunciado”.
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¿A qué fueron realmente los diputados Víctor Hugo Islas –de Nueva Alianza- y Lucio Rangel Mendoza –del PAN- a Qatar?
¿A una conferencia de cambio climático que se realiza en el país asiático, pese a que ninguno forma parte de la Comisión de Medio Ambiente ni ha presentado proyectos o iniciativas relacionadas con ese tema?
¿O de paseo a cargo, claro, del erario?
Una fuente enterada de los detalles del periplo de los legisladores señala que, en efecto, el viaje redondo tiene un costo de 2 mil 300 dólares, más los alimentos y el hospedaje.
El evento es en la ciudad de Doha, a donde se llega después de aproximadamente 36 horas de vuelo, haciendo escala en Houston, Chicago o Washington; en el mejor de los casos, en París o Amsterdam, esperando abordar el avión en un lapso de dos a doce horas según proceda.
Sin embargo, esto no es lo importante, sino el hecho de que una vez allá no los van a dejar entrar a la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, toda vez que no están acreditados, un requisito absolutamente indispensable y que sólo otorgan las ONG´s o las partes como se denomina a los países participantes, alrededor de 194 más los de la Unión Europea.
Cuando regresen, sería muy interesante preguntarles si al menos conocen cuáles son los gases del efecto invernadero que contaminan el planeta, qué son las energías renovables, qué es (o con qué se come) el Protocolo de Kyoto, por qué se llama COP18, qué naciones cuentan con Ley General de Cambio Climático, qué son los vehículos híbridos, cómo funciona la energía eólica…
O ya para no ponernos tan exigentes, si al menos conocen o han oído hablar alguna vez en sus vidas de Ban-Ki-moon o de Karen Christiana Figueres Olsen.
Seguro vamos a confirmar tooodas nuestras sospechas.