Ante el escenario de abierta guerra en el PAN, hay que preguntarse a qué personajes o subgrupos al interior de ambos bandos –yunquistas y morenovallistas- favorece el clima de polarización que impera.
Y es que la crispación de hoy conlleva para mañana ganancias para algunos de los actores involucrados, no para todos; de ahí que resulte evidente a quién le conviene la ruta de la confrontación.
Aquellos que en un ambiente de cohabitación aceptable y construcción de acuerdos no podrían aspirar a grandes posiciones de poder, ven el choque de trenes y la falta de arreglo como el escenario ideal para convertirse en indispensables.
Ante la radicalización de posturas, son precisamente los radicales de ambos grupos quienes se terminan imponiendo.
Las voces más beligerantes dinamitan cualquier puente de comunicación que pudiera existir y siembran la desconfianza y el recelo y el anhelo de venganza en los actores neutrales.
Estás conmigo –y a ciegas- o contra mí, pareciera ser la lógica que los más radicales quieren imponer. En ambos bandos.
Eso es precisamente lo que ha pasado desapercibido.
Los principales interesados en boicotear cualquier posibilidad de acuerdo son los llamados soldados de guerra del gobernador y los cruzados de Juan Carlos Mondragón, este alentado por la más apuntada a la noche de los cuchillos largos: Ana Teresa Aranda.
Los primeros buscan convertirse en indispensables para el gobernador Rafael Moreno Valle.
Quieren incrementar su valía y saben que las mejores posiciones a las que pueden aspirar sólo se encuentran disponibles en un contexto de guerra. De guerra abierta. Fratricida. A matar o morir.
No alcanzarían nada en un escenario de paz. Lo suyo es la discordia entre Moreno Valle y la ultraderecha en Puebla, y su jefe más visible: el edil Eduardo Rivera.
Y es que a río revuelto, ganancia de pescadores.
Por el otro lado, Aranda comparte con ellos su voluntad de confrontación, pues sólo de esa forma puede llegar a suspirar por una candidatura en el proceso local del 2013.
En un ambiente de acuerdo lo primero que se pondría sobre la mesa es su exclusión, mientras que en un contexto de radicalización, Juan Carlos Mondragón no puede prescindir de los ocho votos que tiene “La Doña” en el Consejo Estatal.
La posibilidad de construir acuerdos está ahí, al alcance de la mano. Lo primero que se debe de hacer es reconocer que en ambos grupos existen actores interesados en desbarrancar el tren del diálogo.
Se debe entender que mientras los radicales sean los interlocutores, los halcones seguirán prevaleciendo y los machetes se seguirán afilando.
Se debe actuar desde ambas trincheras y rápidamente. De lo contrario, el camino es la división, el encono y el choque permanentes, con su natural saldo de muertos, heridos y desaparecidos.
En el extremo, Moreno Valle no sería el primero ni el último gobernador del PAN en romper con el partido que lo postuló, ni sería la primera ni última vez que el partido desconoce a quien respaldó en una elección popular.
Y eso sí a nadie le conviene por más que el juego de los halcones sea el de la atomización, el perder para ganar, la suma cero.