En condiciones políticas –ganó su precandidata a la Presidencia- y personales –cumplió 40 años de edad- inmejorables, el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, compareció la tarde de este martes ante los directivos de los medios de comunicación, en un ejercicio inédito y directo a propósito de su primer año de gobierno y el correspondiente informe de labores, que rendirá formalmente este 15 de febrero ante el Cabildo capitalino.
Definido como un demócrata y un gobernante respetuoso de la crítica (“No le temo”, subrayó) y el trabajo de los periodistas, a Rivera Pérez se le vio –y escuchó- seguro, enfocado en lo suyo y muy ajeno a los escenarios de soberbia o grandilocuencia que algunos de sus enemigos le adjudican desde el pasado domingo, cuando Josefina Vázquez Mota, su favorita, se hizo de la nominación panista a Los Pinos, en un proceso bastante ríspido.
Y a menos que sea un gran actor, y que por ello merezca el premio Óscar, el edil mantiene los pies sobre la tierra, aunque seguramente en su fuero interno sabe muy bien –y celebra- que ahora, pese a lo que se diga, sus condiciones políticas son totalmente distintas, en la relación, muy difícil hasta hoy, con el gobierno del estado y en el juego de equilibrios y contrapesos, necesarísimos para la cohabitación y la sobrevivencia.
Algunas frases que regaló a los medios reflejan el verdadero estado de ánimo de un Rivera Pérez que sabe que nadie ha ganado nada, que todo está por escribirse y que en las cosas del poder, no hay derrotas ni triunfos permanentes. Si hubiera que describir su actitud, de inmediato saltaría la palabra sobriedad. Sobrio en la victoria, que sin duda tuvo, y sobrio en la visión de futuro.
Dijo, por ejemplo, que sí, sin duda, el resultado en el PAN lo fortalece (“Sí, ayuda mucho”, fueron sus palabras textuales), pero tal escenario no pasa por una confrontación con el gobernador Rafael Moreno Valle, que jugó con –y para- Ernesto Cordero, el aspirante derrotado.
“No hay en estos momentos una lucha política (con el gobernador)… No estaban en competencia el gobierno estatal y el municipal, sino los candidatos… A pesar de las diferencias de estilo que sin duda existen, los dos queremos lo mejor para Puebla y de mi parte siempre habrá altura de miras para evitar que (dichas diferencias) se trasladen a la administración pública”, apuntó.
Y añadió:
“Estoy convencido que antes que en un partido, en un candidato o en una campaña, hay que pensar primero en la ciudad… Jamás pondré en riesgo la gestión o la gobernabilidad de la ciudad por razones políticas o partidistas. De mi parte siempre habrá prudencia para seguir trabajando con el gobernador”.
Al entrar al año dos de su gobierno, y al 41 de su vida, Lalo Rivera hace el compromiso público de no trasladar las fobias, o filias, propias de la lucha por el poder al ámbito de la administración pública, sin ser ingenuo y esperando que haya reciprocidad, y corresponsabilidad, por parte de todos los actores políticos del estado, incluyendo los medios.
A pesar de que el presente le sonríe (“Me siento pleno y satisfecho”, aseguró) y pudiese hacer de la soberbia una práctica diaria, extiende la mano y camina, camina, sigue caminando… Y es que sabe, como Lao Tsé, que después de todo, un viaje de mil kilómetros debe empezar por un paso.