Un Humberto Moreira de enorme, retorcido y afiladísimo colmillo fue el que se encontraron ayer los rebeldes del PRI poblano que acudieron en montón al DF, como en procesión a la Villa de Guadalupe, hasta las oficinas del presidente del Comité Ejecutivo Nacional para quejarse por la odiada alianza electoral con el Panal y el PVEM.
Por casi dos horas y media, Moreira hizo gala de sus conocidas dotes de gesticulador para soportar estoico los lloriqueos de Enrique Doger, Javier López Zavala, Blanca Alcalá, Alejandro Armenta, Víctor Manuel Giorgana y un largo etcétera, que fueron a tratar de recuperar lo que una más hábil, y más perversa, Elba Esther Gordillo les quitó en la mesa y sin apenas despeinarse: una senaduría y dos (cómodas) diputaciones federales: la de Ajalpan y la de Zacapoaxtla.
Hubo quien, como Doger, hasta llevó encuestas y números para probar su conocida teoría de que en Puebla, Nueva Alianza pesa poco menos que un kilo de cacahuates.
También hubo quien, como Alcalá, regaló una estampa más de su famosa tibieza cuando titubeó y dudó justo cuando lo que se requería era una voz fuerte y firme para levantar la voz a nombre de las priístas poblanas –al menos por el pretexto de la cuota de género-.
O quien, como Giorgana, se fue a los extremos, se desgarró las vestiduras, se envolvió en la bandera de la democracia y, cual Niño Héroe de Huauchinango, casi, casi se tiró al suelo a hacer su berrinche por lo que llamó “una ofensa” a los priístas poblanos por estar dando “demasiadas concesiones” a Nueva Alianza.
Paciente, y con una sonrisa de oreja a oreja –envidia segura del mismísimo Guasón-, Moreira soportó la andanada de lamentos, a todos escuchó, y a todos, sin excepción, les dio la razón.
“Sí, sí, sí”, parecía decir en sus adentros cada vez que alguien más, Zavala por ejemplo, hablaba y hablaba y hablaba para decir lo mismo sólo que de diferente forma y dando más vueltas que cualquier carrusel de feria.
El momento cumbre de la esperada cita llegó cuando el dirigente nacional del PRI tomó la palabra para decirles a modo de una confesión secreta que él, coautor de la coalición maldita con el terrible partido de la tenebrosa profesora, desconocía por completo que el Panal se había agenciado dos de los distritos más fáciles de Puebla.
“No lo sabía”, subrayó, y más de uno se quedó con las ganas de preguntar: ¿y ahora cuál dedo nos chupamos?
Porque eso precisamente, atole con el dedo (a la poblana, ¡claro!), como menú principal, fue lo que les dio Moreira.
Y es que del tema principal (el veto a la virtual candidatura al Senado del maestro y diputado panalista Guillermo Aréchiga) no se tocó absolutamente nada. Y nada es nada.
Doger, Zavala, Alcalá y Armenta fueron a eso, a tratar de tumbar del caballo que ya corre desbocado al presidente de la Gran Comisión del Congreso, pero nada consiguieron.
O sí: la promesa –mera promesa- de que el convenio de coalición se va a revisar para que Nueva Alianza ya no contienda con candidatos propios en Ajalpan y Zacapoaxtla, dos de los distritos más cómodos, a cambio de que sí lo haga en dos de los distritos más complicados, como Tehuacán, Atlixco, Cholula o alguno de la ciudad de Puebla.
Modificación que, de concretarse en los hechos, significará, sí, una victoria… pero victoria pírrica para los quejosos, pues en el fondo a ninguno de los revoltosos les interesa lo que pase en la lucha por la Cámara de Diputados en los comicios del 2012.
El tema, su tema, era el Senado, que ven totalmente perdido para un priísta si gracias a la alianza, como todo parece indicar, se unen los destinos de Aréchiga y del rector Enrique Agüera, representantes de dos estructuras y dos maquinarias muy difíciles de derrotar: la del SNTE-Panal y la de la BUAP, ambas igualmente poderosas en lo político, en lo económico y –no nos hagamos- en lo electoral.
Por cierto: ninguno de los asistentes a la reunión con el actorazo Moreira (jodido, jodido ya se ganó una Diosa de Plata al mejor trabajo histriónico) tocó al rector de la máxima casa de estudios. Y es que en todos ellos parece haber consenso de que definitivamente es la mejor opción para la Cámara Alta.
Como diría un ausente, y más francote y consciente, Fernando Morales Martínez, el único priísta poblano de cierto peso que dijo que iba pero finalmente no llegó al CEN seguramente por tener cosas más importantes que hacer:
¿Quieren chamba cuando Peña Nieto gane la Presidencia?
¡Pues dejen de llorar y pónganse a trabajar!