Hablaron con ella desde octubre de 2008.
Volvieron a hacerlo en noviembre.
Siempre en la idea de que aceptara una candidatura a diputada.
Llegó diciembre y Bernardo Arrubarrena, el dirigente del PAN en Puebla capital, de plano le preguntó directo:
-¿Vas o no vas?
Y la respuesta fue:
-No, gracias, no voy.
En enero, Rafael Micalco viajó al Distrito Federal para platicar con ella.
Pero el líder estatal panista se regresó a Puebla con las manos vacías.
Dicen que al final de la plática terminaron hablando de todo, menos de política.
Ya en febrero, fue llamada por Rogelio Carbajal, el secretario general del CEN del PAN.
¿El tema?
La candidatura.
Otra vez.
-No voy -le respondió al brazo derecho de Germán Martínez.
Todavía éste mismo, en los siguientes días, se sentó al menos una vez con ella para tratar de convencerla.
Fue cuando el partido le hizo la oferta más atractiva:
-Vas por el distrito 11 de mayoría relativa y también por la plurinominal.
Para que amarrara, contribuyera y de paso siguiera teniendo juego para el 2010.
Pero volvió a negarse.
Terca, obsesivamente.
¿Su argumento?
Que su odiado Rafael Moreno Valle la haría perder en el distrito 11, con el obvio fin de dejarla fuera de la carrera interna a Casa Puebla.
-Piénsatelo -le pidió Germán.
Y ella solicitó tiempo.
Más tiempo.
Martínez entonces se comunicó con Micalco y le dijo que aguantara, que no se desesperara…
-Pero el PRI ya tiene candidatos (por la ciudad de Puebla) y éstos ya arrancaron (sus precampañas) -le informó.
-Espera. Hay que tener paciencia…
Pero pasaron los días
Éstos se hicieron semanas.
Llegó marzo.
Y el silencio fue brutal.
A finales de ese mes, fue llamada a la oficina de Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación y más que eso: su jefe.
-Tu amigo, el presidente (Calderón), te pide que ayudes al PAN.
-No, gracias -contestó.
Y retó, más en serio que en broma:
-Aunque me corran.
Pero en Bucareli no estaban para juegos.
Y la corrieron, sin que a Gómez Mont le temblara el pulso (más bien feliz de deshacerse de su incómoda presencia y de recuperar un espacio para alguien de su equipo).
Por eso, fue en los primeros días de abril cuando tuvo que “renunciar” a la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos.
Sin embargo, todavía Germán Martínez creyó ver en el despido una última ventana abierta e hizo el último, enésimo intento, pese a la opinión en contrario de Josefina Vázquez Mota, que no la detesta: la odia.
-Está bien, Germán -dijo por fin. Voy de candidata, pero dame garantías.
-¿Cuáles? -preguntó el dirigente panista.
-La seguridad de que no me harán perder.
-¿Cómo?
-Amarrando a (Rafael) Moreno Valle comprometiéndolo a apoyarme para ganar el distrito.
Y Martínez actuó rápido.
Habló con el senador, le planteó el punto, la condición, y éste dijo sí, está bien, “pero que el acuerdo se firme sentados ella y yo en una misma mesa y estando tú como testigo y garante”.
Germán corrió de inmediato con la contrapropuesta:
-¿Te sientas? -le preguntó.
¡Y vaya sorpresa!:
Ella respondió que “no”.
Una, dos, mil veces “no”.
Que así “no”.
Que con Moreno Valle ni a la esquina.
-Pero qué puedes temer si yo voy de aval -le recordó Martínez.
-Ni a la esquina -atajó, ya metida en la soberbia.
Y Ana Teresa Aranda se quedó sin nada.
Nada de nada.
Como el perro de las dos tortas.
Sin subsecretaría.
Sin candidatura de mayoría relativa.
Sin plurinominal.
Sin la coordinación electoral que incluso le ofrecía Germán como extra.
Y lo más grave: sin posibilidades reales de competir de tú a tú por la candidatura del PAN a la gubernatura.
Porque el 2010 se está construyendo -y escribiendo- en 2009.
Ana Tere retrasó dos meses y medio, por lo menos, el proceso de designación de candidatos panistas.
Porque la esperaron hasta el final.
Porque se hizo del rogar.
Porque se puso sus moños.
Porque desconfió y tuvo miedo.
Porque dejó de ser la Ana Tere aguerrida y valiente de antaño.
Porque estiró la liga y ésta se rompió.
Porque quizá erró la estrategia.
Porque tal vez esta ocasión la traicionó la suerte.
Porque le ganó la bilis y la animadversión.
Y ocurrió lo que tenía que ocurrir.
Lo que todo Puebla sabe.
Lo más curioso, sobre todo tratándose de ella, es que solita se dio el tiro.
Sólo el tiempo dirá si fue de gracia.
O nada más de salva.
Porque no hay político muerto.
Y es que como diría el Filósofo de Güémez:
“En política no te metes, te meten…
Y no te sales, te sacan”.