Arturo Luna Silva
¿Qué hizo posible que de la noche a la mañana, los dos gobernadores de Puebla pasaran de la tensión a la armonía?
¿Cómo fue que de un día para el otro decidieron guardar las armas de guerra y sentarse a dialogar como políticos de a deveras?
¿Qué cambio se produjo en la atropellada y virulenta transición que venían protagonizando para que de repente, sin decir “agua va”, Mario Marín y Rafael Moreno Valle llegaran a tantos y tan buenos acuerdos?
¿Una casualidad?
¿Un golpe de buena suerte?
¿Un milagro guadalupano?
Nada de eso.
Fue la delicada pero efectiva y poderosa mano de Elba Esther Gordillo la que nuevamente logró la distensión y el arreglo.
Sí, oootra vez.
(Y tanto Marín como Moreno Valle saben que no miento).
Le cuento que en los días en que Marín salió rumbo a Londres para hacer el último intento por resucitar el proyecto de “La Célula”, su secretario de Gobernación, Valentín Meneses, viajó hacia Veracruz.
¿La misión?
Representar al mandatario poblano en la toma de protesta del nuevo gobernador de esa vecina entidad, el priísta Javier Duarte de Ochoa.
Al final del acto del 1 de diciembre, que congregó a la crema y nata del priísmo nacional, Valentín Meneses tuvo la gran oportunidad de conversar varios minutos en corto con Elba Esther Gordillo, también ahí presente (incluso se sentó junto al presidenciable Enrique Peña Nieto).
Al final de la charla, la dueña del SNTE y del Partido Nueva Alianza le envió fuertes saludos al gobernador de Puebla.
Y advirtió –fría y directa como es- a Meneses:
-Dígale que le hablaré pronto.
Y efectivamente.
Dos días después, Marín recibió una llamada de la profesora Gordillo.
De lo que hablaron exactamente, del tono en que lo hicieron, sólo ambos lo saben, pero las fuentes enteradas señalan que en esencia sugirió que él, Marín, y Moreno Valle limaran asperezas, hicieran política, dejaran de pelear, se volvieran a reunir y llegaran a acuerdos…
-Por el bien de los dos, por el bien de Puebla -dijo.
Fue entonces a partir de ese momento que la larga, tensa, tediosa transición poblana entró en un nuevo carril.
Una nueva luna de miel.
El martes 7 de diciembre, Marín recibía a Moreno Valle en Casa Puebla y dialogaban como si fueran amigos (subrayo: como si fueran) por poco más de dos horas, acompañados de sus operadores estelares: Valentín Meneses y Fernando Manzanilla, respectivamente.
(¿Quién buscó a quién? ¿Marín a Moreno Valle? ¿Moreno Valle a Marín? Eso es algo impreciso. Sin tomar partido a favor o en contra der ninguno, uno de los informantes sólo me dijo: “Ambos, los dos se buscaron”).
Por la noche de ese mismo día, un sorprendente boletín llegaba a las redacciones de los medios dando cuenta, primero, de la reunión entre los dos gobernadores y, segundo, del nuevo buen ánimo que los animaba en una relación que desde el 5 de julio había estado llena de desconfianza, amenazas directas o veladas, y abiertos desafíos de uno y otro lado.
El miércoles (miércoles 8 de diciembre) Valentín Meneses y Fernando Manzanilla hacían lo propio y hasta sonrientes se tomaban la foto.
Foto que sus oficinas de prensa ponían a circular con destino hacia las Primeras Planas.
En los siguientes días, el círculo rojo de Puebla comprobaría –uno a uno- algunos de los acuerdos suscritos en la reunión provocada por la Gordillo:
- El aval legislativo para poder solicitar la línea de crédito por 2,500 millones de pesos, que tanto reclamó Moreno Valle.
- La elección, con los votos a favor de los diputados del PRI –los diputados de Marín- y en contra de los diputados del PAN –los diputados de Juan Carlos Mondragón-, de un obvio soldado morenovallista, el inexperto e inédito José Luis Javier Fregoso Sánchez, como nuevo comisionado de la CAIP, y
- El congelamiento de la autócrata iniciativa del PRI para apoderarse del control del poder Legislativo, disolviendo la Gran Comisión e imponiendo la polémica figura de la Junta de Coordinación Política.
Tres, sólo tres de los 25 Grandes Acuerdos alcanzados por Marín y Moreno Valle en la Cumbre de Cumbres de Casa Puebla.
Cumbre que sinceramente no hubiese sido posible sin la fina y astuta intervención de Elba Esther Gordillo, la mediadora.
La vigilante.
La fiel de la balanza.
La garante de los acuerdos.
La misma que sabe que la política no es ciencia, es un arte, un arte mayor, en el que las palabras palidecen ante la contundencia de los hechos.
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A reserva de que en los siguientes días le vaya dando cuenta de algunos otros interesantísimos –y reveladores- arreglos entre el gobernador en funciones y el gobernador electo durante su encuentro del pasado martes, le adelanto tres:
- Puebla no será Oaxaca. Es decir, Mario Marín sí estará presente en la toma de posesión de Rafael Moreno Valle. Y no sólo él: también todo el actual gabinete estatal, el legal y el ampliado.
- A más tardar el lunes 20 de diciembre, Marín desocupará la que fue su casa, Casa Puebla, durante casi seis años, con el fin de que Moreno Valle y su señora esposa, Martha Erika Alonso, realicen las mejoras o modificaciones que decidan.
- A partir de ese mismo día (20 de diciembre), los helicópteros del gobierno del estado de Puebla estarán a la completa disposición de Moreno Valle. Y es que es muy posible que el gobernador electo requiera usar alguna de las aeronaves al servicio del Ejecutivo para cumplir sus compromisos en el D.F., el interior de Puebla o el resto del país.
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La transición avanza en las más importantes dependencias del gobierno estatal.
El viernes, en el restaurante del hotel boutique “La Purificadora”, se reunieron por más de dos horas el secretario de Comunicaciones y Transportes, José Guadalupe Castillo Méndez –éste acompañado de su subsecretario Lázaro Jiménez Aquino-, con el que será su sucesor en el gobierno morenovallista, Bernardo Huerta Couttolenc.
Sí, la transición avanza.
Ahora sí.
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Un último vistazo al gabinete que acompañará a Eduardo Rivera Pérez en la difícil tarea de gobernar la ciudad de Puebla a partir de febrero próximo, me permite añadir a los nombres que ya le he adelantado en este mismo espacio el de Luis Armando Olmos Pineda.
El ex síndico del polémico Luis Paredes Moctezuma será coordinador de Transparencia y Acceso a la Información.
Pero la decisión –que empieza a trascender en círculos panistas- ya alborotó el gallinero, pues los duros de El Yunque, que se creen dueños de Lalo Rivera y por supuesto del nuevo ayuntamiento, salieron a reclamar por la “atrevida” inclusión de un personaje –juran- con un pasado político “tan oscuro”.
Y es que a Olmos no le perdonan que haya formado parte del paredismo, y usted y yo lo sabemos: suele ser que los yunquistas poblanos viven viendo al pasado y cerrando los ojos al futuro.
A ver si el presidente municipal electo demuestra el carácter que sin duda tiene para mantenerse en su decisión a pesar de las presiones y los chantajes sentimentales de la ultraderecha.
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El que sigue sin dar claras muestras de liderazgo y firmeza como verdadero líder de los priístas poblanos es Juan Carlos Lastiri.
La debilidad de origen del supuesto Nuevo Tatiasca de los tricolores se observa un día sí y el otro también.
Un solo ejemplo: hasta ahora, Lastiri no ha logrado que la alcaldesa Blanca Alcalá le haga caso…
Le haga caso para evitar que una inexperta como Lourdes Dib y Álvarez sea la representante del PRI en la importantísima Comisión de Gobernación del próximo Cabildo.
Lastiri ha dicho más de una vez que esa posición debe ser para la futura coordinadora de los regidores priístas, Sandra Montalvo, con mucho más oficio y experiencia, pero Alcalá sigue ignorando al “dirigente” del PRI y empujando a Dib, alfil suya por supuesto.
Lastiri no puede poner orden entre sus correligionarios, que honestamente nada más lo tiran de a loco y no´más no lo pelan.
Ojalá que el sexenio que entra, cuando tenga que salir a defender al marinismo que le dio de comer y a encabezar a la Nueva Oposición –esta vez revolucionaria e institucional-, no vaya a salir como Echeverría, aquel que ni a sus nietos podía controlar.