¿Un poblano en la Corte?


Arturo Luna Silva

La lamentable muerte de José de Jesús Gudiño Pelayo abrió ya, por necesidad, una apasionada puja por ver quién resultará electo como sustituto del ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

En dicha puja hay que anotar, sin duda, a un poblano destacado, el doctor Ricardo Velásquez Cruz, actual magistrado del Tribunal Superior de Justicia del estado.

¿Por qué hay que meterlo en esta dificilísima carrera de obstáculos?

Porque fuera de la aldea (“pueblo chico, infierno grande”), para nadie es un secreto que Velásquez se mueve como pez en el agua en un círculo político de enorme influencia en la vida del país.

De su amistad presumen intelectuales como Raffaele De Georgi y Fernando Savater.

No es extraño verlo reunido en el Distrito Federal con el arzobispo Antonio Chedraui, el general Rafael Macedo de la Concha (ex titular de la PGR y primer magistrado del Supremo Tribunal de Justicia Militar), Raúl Salinas de Gortari (el famoso y auténtico “hermano incómodo” de México) y el abogado Juan Velázquez, albacea de José López Portillo, además de defensor de Luis Echeverría Álvarez.

Y comparte intereses profesionales con Pepe Nazar Daw (hijo del célebre Miguel Nazar Haro), Ángel Junquera (director de la Revista del Abogado), José Luis Soberanes (ex presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos), Fernando Gómez Mont (ex secretario de Gobernación), Gabriel Reyes Orona (ex procurador fiscal de la federación), Ricardo Lagos (ex presidente de Chile), Sergio Sarmiento y el embajador Antonio Badini (presidente mundial de la Organización Internacional de Derecho para el Desarrollo de las Naciones Unidas), entre muchos otros.

El doctor Ricardo Velásquez es, además de prudente, un hombre discreto.

Discreción que, sin embargo, no le ha impedido tejer fino en aras de su verdadero objetivo en esta etapa de su vida: mientras aquí se hacen quinielas por adivinar su supuesto interés por encabezar al poder Judicial de Puebla, él tiene la mira puesta en otras cosas.

A nadie, entonces, debería extrañarle que su nombre llegara a manejarse como posible candidato a sustituir a Gudiño Pelayo.

No es poco, por supuesto, lo que está en juego ni son cualquiera los zapatos que se tienen que llenar.

Gudiño Pelayo fue un ministro ejemplar, honorabilísimo y respetado.

Como dijo Víctor Fuentes en “Reforma”: se fue uno de los últimos liberales del Poder Judicial Federal, destacado por tener ideas poco comunes y contrarias a las opiniones de la mayoría de sus colegas, quienes en lo personal lo estimaban por su carácter apacible y poco dado al protagonismo o los rencores.

Gudiño Pelayo, por ejemplo, apoyó la despenalización del aborto y la legalización de las bodas entre homosexuales, y condenó a los responsables de penosos episodios del pasado reciente: desde “El Lydiagate” hasta “El Halconazo” de 1971.

En los próximos días, el presidente Felipe Calderón debe enviar al Senado una terna de candidatos y ya los señores legisladores elegirán al idóneo.

Sería, sí, una ironía que el defensor extra oficio de Mario Marín en el caso Lydia Cacho llegase a ocupar la silla del ministro que condenó al gobernador poblano por el clarísimo abuso de poder contra la escritora de “Los demonios del Edén”.

Sí, sin duda. Pero de peores ironías está hecha la historia, y por eso, por todo eso, no sería extraño ver pronto a un poblano en la Corte, la Suprema Corte.

gar_pro@hotmail.com

Leave a Reply

You must be logged in to post a comment.