Arturo Luna Silva
¿Fue casual la asistencia, hace unos días, de Javier López Zavala a la misa que el arzobispo de Puebla celebró en la Basílica de Guadalupe con motivo, como es tradición, de la peregrinación anual de los católicos poblanos a la Villa?
Por supuesto que no.
Y es que laicismos aparte, monseñor Víctor Sánchez Espinosa ya tiene candidato, candidato a la gubernatura, y ése no es otro que López Zavala.
De hecho, la relación entre ambos es tan estrecha como añeja.
Habitantes –cada uno- de mundos aparentemente divergentes, los dos personajes tienen una alianza que va más allá de la amistad, que tiene que ver, y mucho, con la política y que, sin embargo, ya quisieran presumir muchos actores de la vida pública local, especialmente en la actual coyuntura estatal.
Y es que los católicos de Puebla tienen un líder bastante “grillo”.
Un día, por ejemplo, Sánchez Espinosa interviene para bloquear cualquier iniciativa legislativa pro aborto y se sale con la suya.
Al otro se reúne para sacarse la foto con el rector de la BUAP, Enrique Agüera, so pretexto la presentación de un libro sobre la Catedral.
Y al siguiente se da tiempo para escuchar –en corto, por supuesto- a los promotores de la coalición opositora “Puebla de Acuerdo”, a quienes, mañoso, dice que sí pero no cuándo.
Sí, don Víctor se la pasa haciendo política, política y más política.
Y de altura.
No es por eso extraño que tenga su corazoncito y que éste lata claro y fuerte por López Zavala.
Datos duros para documentar el origen y el rumbo de esta unión de fuerzas, no faltan.
No una sino varias ocasiones el arzobispo mismo –vamos: en cuerpo y alma- ha sido conducto para que el precandidato único del PRI a Casa Puebla sostenga nutridas y productivas reuniones con sacerdotes, párrocos, vicarios o simplemente mayordomos de distintos puntos del estado.
Y no de ahora: desde hace tiempo.
En su momento, en correspondencia, desde la Secretaría de Desarrollo Social, López Zavala pudo (y supo) regresar las cortesías: no hubo nunca un “no” a cuanta solicitud presentó el clero.
Así, fueron docenas los templos o parroquias beneficiados. Y miles los fieles satisfechos con los apoyos a su Iglesia.
Es ésta, sin duda, la otra alianza, una alianza de a deveras.
Sobre todo si recordamos que la religión generalmente modela (y moldea) el comportamiento en la vida diaria de las comunidades, que su influencia es enorme y que, históricamente, el clero siempre ha tenido la tendencia a participar, sin votar, desde el púlpito.
Y de que vota, vota.
En sus tiempos de todopoderoso secretario de Gobernación, López Zavala –que no tiene un pelo de tonto- apoyó a Francisco Sánchez Espinosa, precandidato del PRI a la presidencia municipal de Axochiapan, Morelos.
Si no le suenan el nombre ni los apellidos, se trata del hermano del arzobispo de Puebla, el mismo que en abril próximo cumplirá un año de haber tomado posesión.
Por razones ajenas a López Zavala, Francisco no logró su cometido político, pero el agradecimiento es perenne hacia el político priísta, ése que hoy, fíjese cómo da vueltas la vida –y la política-, está enfilado a Casa Puebla.
¿Acaso alguien sigue pensando que López Zavala se fue por la libre y de buenas a primeras se le ocurrió presentarse a la misa masiva que hace unos días celebraba el arzobispo Sánchez Espinosa en la Basílica de Guadalupe?
¿Y que la foto que ambos se sacaron, y que de inmediato se subió a los medios, no llevaba implícito un mensaje de alto voltaje político y electorero?
Sí, el juego del líder de la grey católica está al descubierto.
De hecho, si tuviese un confesor, monseñor debería confiarle que él es uno de los aliados más importantes e influyentes de López Zavala.
Imposible no registrarlo en el block de notas rumbo al 4 de julio.
Sin pecado concebido.