Arturo Luna Silva
1. Porque los viaductos (o segundos pisos) resuelven sólo parcialmente problemas crónicos de tránsito. Para que sean eficientes deben integrarse bien a la dinámica que los rodea. También deben tener el espacio suficiente para accesos y salidas. Por lo general, el contexto físico crítico donde parecen requerirse no permite que se den esas dos condiciones. El proyecto de Blanca Alcalá no resuelva el problema, sólo lo pospone. Es un parche, una aspirina para una enfermedad mayor, enfermedad que tiene que ver con el tolerado desordenado crecimiento urbano de Puebla capital.
2. Porque parece una obra de relumbrón, motivada más por razones políticas que técnicas y pensada única y exclusivamente como parte de una estrategia de marketing en función del proyecto personal electoral de la alcaldesa rumbo al 2010.
3. Porque si no tienen continuidad, los viaductos resultan disfuncionales de entrada; requieren mucho espacio para sus soportes en el trayecto y por tanto disminuyen la capacidad de la ya deficiente vialidad debajo de ellos. Esto se agudiza en las rampas para entrada y salida.
4. Porque si bien son carriles adicionales que aumentan la capacidad de las vialidades que pretenden mejorar, el problema surge cuando se interrumpen (como será el caso) y esos carriles adicionales bajan y congestionan la vialidad convencional, creando nuevos conflictos que pueden ser peores que los que pretendían resolver.
5. Porque un segundo piso corto (y 1 500 metros, o 1.5 kilómetros, es muy corto) de zona conflictiva a zona conflictiva, como es el caso, no resuelve nada. La tercera parte del mismo sería sólo para subir y bajar. No tiene sentido.
6. Porque los costos para la degradación urbana serán muy grandes. Sólo hay que ver el ejemplo del segundo piso del Periférico capitalino. La obra en sí es muy fea, demanda mucho espacio, la falta de luz acentúa la fealdad, promueve la delincuencia y el valor económico de la zona baja considerablemente.
7. Porque no se ve cómo un estudio de origen y destino sensato pueda dar como resultado un segundo piso localizado en cierta zona y en las demás no. Los accesos y salidas no son destinos en sí mismas.
8. Porque la gente en general, y los medios de comunicación, ven las soluciones al transporte en forma simplista y por lo tanto es fácil venderles la idea del viaducto elevado o segundo piso. Total, cuando falla se les vende la ampliación, pero la ciudadanía no reflexiona sobre las consecuencias negativas hasta que éstas se dan, y tampoco se les ocurre que la “solución” deriva en nuevos, y a veces peores, problemas.
9. Porque lo que se requiere es algo menos complejo y costoso que la “gran” propuesta del ayuntamiento capitalino: replantear el uso de la vialidad existente, recuperándola para el uso de los diversos modos de transporte, basados en la capacidad por hora y por sentido que ofrecen dichos modos. Los autos van a seguir, pero el 70% de los viajes en una ciudad como Puebla se realizan en autobuses.
10. Porque no hay proyecto ejecutivo, se tendrá que contratar nueva deuda –que hará aún más abultada la ya existente-, parece una idea caprichosa y no se entiende que los requerimientos de espacio, velocidades y dinámica de autos y autobuses son diferentes. Deben separarse para beneficio de ambos, pero sobre todo para beneficio del movimiento de las personas, no sólo de los vehículos.
11. Y porque con el dinero que el gobierno de Blanca Alcalá pretende invertir en la magna obra, 270 millones de pesos, se podría dar mantenimiento y/o pavimentación a 375 calles de colonias, que en conjunto sumarían unos 531 mil metros cuadrados aproximadamente (el viaducto contempla en términos brutos sólo 13 calles y 20 mil metros cuadrados aproximadamente).