Cierto es que últimamente varios personajes, de distintos pesos, calañas y desprestigios (sí, leyó bien: desprestigios), han anunciado que dejan sus partidos políticos de origen, en donde se enriquecieron, lograron notoriedad y chuparon del presupuesto por décadas, para sumarse a las campañas de los aspirantes a la gubernatura de Morena. Muchos de ellos y ellas esperan tener un lugar en la boleta, por el partido lopezobradorista en 2024, pero eso está más lejos de lo que suponen.
Algunos operadores menores del Partido Acción Nacional (PAN) han estado sumándose lo mismo a Ignacio Mier que a Alejandro Armenta.
Muchos priístas, que aún cobran en las nóminas aliancistas, en el Ayuntamiento de Puebla capital, son y siempre han sido porristas de Armenta, por ejemplo.
Así también en otros gobiernos municipales.
Lo mismo panistas que del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Más allá de que tengan una credencial de esos institutos, la realidad es que desde 2018 y/o 2021 han operado -abierta o encubiertamente- para el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
El gobernador Miguel Barbosa, con oficio político y experiencia, prácticamente sumó a la mayoría de los alcaldes y diputados locales.
Si no fueron de Morena formalmente, han sido operadores del barbosismo.
Se espera que ese capital lo aprovechen y lo mantengan ahora sus herederos políticos.
Especialmente Julio Huerta, secretario de Gobernación y la carta de ese grupo -o lo que queda de ese grupo- para la gubernatura en 2024.
Ya se verá.
Lo cierto es que, aunque hay datos que los equipos de los mismos aspirantes filtran, pretendiendo causar una “gran reacción”, por la suma de “cuadros”, la verdad es que hasta ahora son de poca monta.
Y en muchos casos sólo provocan o náuseas o carcajadas.
Que si el ex morenovallista Mario Rincón ya está con Armenta. Pues sí, desde 2018, nomás que no lo hacía tan público.
Que si operadores del ex gobernador Tony Gali, como Jacobo Ordaz Moreno, andan en las juntas auxiliares pidiendo apoyo para Mier; sí, desde hace mucho.
También hay que recordar que Enrique Doger y Mier operan todo juntos y lo que queda del dogerismo, en automático es capital para Nacho.
Hay quienes también, otro ejemplo, han querido darle demasiada relevancia a la salida del impresentable Alberto Jiménez Merino del PRI, donde se benefició por más de 40 años.
Él mismo hace esa cuenta.
Pero no hay cartucho más quemado en la política poblana que él.
Es más, en Morena ni lo conocen y, aunque tocó varias puertas en el partido del Presidente de la República, nadie le abrió.
Por eso terminó yéndose al extinto partido Redes Sociales Progresistas (RSP), ahora convertido en Movimiento Nacional Progresista.
Lo invitó el yerno de la maestra Elba Esther Gordillo Morales, el tan fracasado José Fernando González Sánchez.
De quien, por cierto, la ex lideresa magisterial está “profundamente decepcionada”.
Jiménez Merino va a una apuesta sin futuro.
Porque aunque ese movimiento respaldará a Morena en 2024, no hay forma de suponer que les vayan a ceder espacios legislativos.
Ojo, para todos: en Morena son los Consejos Nacional y Estatales los que definen las candidaturas.
Nunca como hoy, porque no ocurrió con ese control en 2018 ni en 2021, son los militantes quienes van a acaparar los espacios.
Principalmente las posiciones plurinominales.
Si los nuevos desertores creen que van a llegar al paraíso de una candidata en Morena, se están equivocando.
Lo más probable es que deban pasar años en el purgatorio político de ese partido, antes de que los dejen aspirar seriamente a alguna posición.
Como en el relato de Ícaro, les dieron alas…
Pero son frágiles y casi inservibles.