Es ingenuo -por decirlo amablemente- pensar que la pelea por la candidatura de Morena a la gubernatura poblana es solamente de dos contendientes. Aunque la carta más clara del barbosismo, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, es hoy gobernador, por la muerte del mandatario Miguel Barbosa Huerta, ese grupo tiene todavía en el secretario de Gobernación, Julio Huerta Gómez, una posibilidad muy sólida. Así que los primos Alejandro Armenta e Ignacio Mier pueden irse preparando para una carrera con más aspirantes, porque aunque el tiempo es poco rumbo a la sucesión, ya hemos visto que en Puebla todo puede ocurrir. Y es todo es.
El presidente del Senado de la República, Alejandro Armenta, lo reconoció así, este lunes.
Incluyó a Huerta Gómez en la lista de aspirantes y dijo que puede ganar y quedarse con la nominación del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
El gesto de Alejandro Armenta podría considerarse “democrático”.
Aunque también debe leerse como una estrategia para congraciarse con los barbosistas.
O sumar a grupos de Morena que bien sabe nunca van a caminar, o caminarán con dificultad, con Ignacio Mier.
Lo evidente es que sí es realista.
Nadie que observe con capacidad de análisis el juego del poder en el estado podría suponer que los herederos del legado de Barbosa se iban a quedar cruzados de brazos.
¿Cómo por qué habrían de hacerlo, si además son ellos dueños de la estructura, del presupuesto y de un largo etcétera que no cabe en esta línea?
Un dato muy importante: el viernes pasado, Julio Huerta celebró su cumpleaños número 53.
Fue en un salón ubicado en el Bulevar San Felipe de la capital poblana.
Asistieron 170 presidentes municipales y casi en pleno las bancadas lopezobradoristas del Congreso local.
También políticos de la oposición.
El tema sería anecdótico, de no ser porque Huerta es, efectivamente, amigo de la mayoría de los alcaldes poblanos de todos los partidos.
De todos.
De las municipalidades grandes y de las pequeñas.
Ha sido en los últimos tres años el negociador directo de la administración estatal con alcaldes, alcaldesas y legisladores.
Con líderes opositores.
Y uno muy eficiente.
Lo conocen en todas las regiones.
Tiene una excelente relación con todos, a pesar de que a veces ha tenido que ser un operador duro, por circunstancias específicas.
La descalificación que se escucha sobre él es que “ya queda muy poco tiempo” y que “no aparece en las encuestas”.
Que es poco conocido.
Es cierto.
Pero el capital político lo tiene.
Seguramente, en las próximas mediciones aparecerá y sus números podrían quitarles la sonrisa a muchos.
Para comenzar, a los primos que podrían suponer que van solos en la carrera por Casa Aguayo.
No hay que perder de vista que en las reglas de Morena se pueden medir “hasta cinco aspirantes”.
El “hasta” es vital.
Tres, de acuerdo con las experiencias anteriores, son propuestos por el Consejo Estatal morenista.
Ése, en Puebla, es de los barbosistas.
Dos más pueden ser incluidos por el Consejo Nacional.
Ahí se llega “hasta” los cinco que van a la medición final.
Las encuestas con que Morena ha definido candidatos en otras entidades no solamente miden conocimiento.
No.
Hay muchos rubros que se evalúan, como apego a los principios de la Cuarta Transformación (4T).
La identificación con las causas de las mujeres, de los indígenas, de los jóvenes, de los grupos vulnerables…
Por supuesto, también imagen positiva y los negativos que pueda tener el aspirante.
El conocimiento entre la población y los militantes es un reactivo importante, pero no el único.
Luego entonces, cuidado.
El juego no es de dos.
Podría no ser de tres.
Hasta cinco.
La preposición “hasta” es insoslayable.