Poco se ha discernido sobre los alcances de la nueva configuración, ahora como partido, de Morena en Puebla. Luego de ocho años -desde 2012- de existencia como movimiento y de ocho como instituto político formal -desde la obtención del registro en 2014-, por primera vez son los dirigentes reales, con operación en tierra y representación en la base, los que también ahora controlan la burocracia partidista. La contundente mayoría de ellos y ellas, en el Comité y el Consejo estatal, son barbosistas. Eso tiene señales muy claras de cómo será la definición de candidaturas hacia 2024.
Con la elección de los integrantes del nuevo Consejo, en donde más de 120, del total de 151, son afines al gobernador, se arrebató finalmente la conducción institucional a una cúpula artificial.
Quienes mandaban y definieron las candidaturas de 2021 fueron los grupos que tenía poder, pero por sus compadrazgos y hasta por nepotismo.
Los Mier, las Vivanco, los Evangelista, todos supeditados al presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN), Mario Delgado, fueron los que se apropiaron de decisiones y de las candidaturas.
Algunas de las abanderadas y los abanderados, se acusó en su momento y hasta se presentaron denuncias formales, compraron sus postulaciones, como si se tratara de cualquier mercancía.
Ni los fundadores ni los neomorenistas fueron considerados, fuera de esos grupos de interés.
Los nuevos consejeros, estatales y nacionales de Puebla, y los integrantes del Comité Ejecutivo Estatal (CEE) son, guste o no, quienes han demostrado una operación efectiva y eficiente.
Por eso barrieron a esa cúpula.
La dosis que el barbosismo aplicó en el caso del Consejo Estatal, la repitió en los lugares nacionales.
De 18 sitios que tiene Puebla en el Consejo Nacional, 14 fueron para el grupo de Miguel Barbosa, incluido él, con su inclusión como gobernador, con los nuevos estatutos del partido.
El partido ahora lo controlan los liderazgos reales, como el presidente del Congreso local, Sergio Salomón Céspedes Peregrina; la presidenta del CEE, Olga Lucía Romero Garci-Crespo; el operador de tierra y director general de Gobierno, Julio Huerta Gómez; el secretario general, Agustín Guerrero, un veterano de las batallas partidistas del PRD, y la lista sigue.
Hay muchos otros nombres, entre los consejeros y los integrantes del Comité, que sería interminable detallar, pero que representan fuerza real en tierra y autoridad ante los grupos políticos en sus regiones.
De sí, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) y el Presidente Andrés Manuel López Obrador tienen una altísima aceptación popular -guste o no, lo merezcan o no-, que garantiza triunfos en 2024.
Sin embargo, con la operación que garantiza esta nueva alineación de liderazgos de Morena-Puebla, esas victorias amenazan con ser de una contundencia inédita.
Al menos, en las mediciones, se anticipa de 15 puntos de ventaja.
Pareciera que los partidos de oposición no hace mucho por prever que le vendría una catástrofe.
Si las cosas siguen así.
Si la operación se suma a la potencial preferencia, que ya tiene ese partido, y los aplasta en las urnas.
Morena se parece cada vez más al partido de Estado.
Al invencible.
Al omnipotente.
Al omnipresente.
Al todopoderoso.
¿Qué hace la oposición?
¿Qué hace el PAN?
¿Qué hace el PRI?
¿Qué hace lo que queda del PRD?
Chateando y subiendo tuits desde la comodidad de sus oficinas.
Patéticos.
Y sí, todavía no alcanzan a digerir las malas noticias.