Con un formato inédito, con dos celebraciones, la oficial en el Palacio del Ayuntamiento y una adicional en Casa Aguayo, el gobernador Miguel Barbosa Huerta encabezó la ceremonia del Grito de Independencia, en la que la nota fue la cordialidad con el presidente municipal capitalino, el panista Eduardo Rivera Pérez, por encima de los negros presagios y las malas interpretaciones de rompimiento político entre los dos.
Si bien el mandatario advirtió hace días de un enfriamiento de sus acompañamientos oficiales, por la campaña a la que Rivera Pérez fue convocado, por su torpe dirigente nacional, a lanzarse por la gubernatura, en esta celebración de Estado no hubo ni fricciones ni desdén.
En el Grito tradicional, con 23 arengas de Barbosa Huerta, quien remató con el “Que reviva Puebla”, ya convertido en su sello, el protocolo se cumplió a cabalidad.
Durante los vivas por los héroes, el país y el estado, el gobernador estuvo en el balcón solamente acompañado por su esposa, Rosario Orozco Caballero, y el comandante de la XXV Zona Militar.
Pero una vez cumplido este protocolo, en el balcón lo acompañó Rivera Pérez con su esposa, Liliana Ortiz, y otros convidados a observar el espectáculo de fuegos artificiales.
El alcalde no fue relegado, como sí ocurrió cuando gobernó el estado Rafael Moreno Valle.
La cohabitación política -Morena que gobierna el estado y PAN la ciudad- se dio en total cortesía.
Luego, las comitivas se trasladaron a Casa Aguayo, para que se repicara la campana que se colocó el año pasado en la sede del Poder Ejecutivo.
Nuevamente, Eduardo Rivera acompañó al gobernador en el balcón.
Incluso, el presidente municipal se quedó a la cena con el gabinete y otros invitados, en la casona que está frente al mercado de El Alto -recién remodelado, por cierto.
Sólo los ojos maliciosos y acomplejados ven nubarrones.
En este tema, el cielo está despejado.
Al menos hasta hoy.
NACHO, EL INCÓMODO
Precisamente sobre interpretaciones, el sábado se encontraron en el III Congreso Nacional de Morena el mandatario poblano y el diputado federal Ignacio Mier.
El equipo del segundo hizo circular un par de fotos.
Incluso distribuyó memes.
La intención de generar la percepción, ahora de una “reconciliación” con el gobernador, fue el objetivo.
La realidad es que Nacho Mier fue quien buscó el saludo de Miguel Barbosa.
Lo tomó de las dos manos al saludarlo, para dar tiempo al clic de las cámaras.
Para la foto.
Una gráfica que, sin embargo, no garantiza un acuerdo.
Menos todavía un “arreglo”.
El diputado, no hay que olvidarlo, mantiene denunciado al gobernador, en el contexto de la supuesta filtración de la investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), en la que se le menciona en una investigación de lavado de dinero y otros delitos.
Si el equipo de Mier esperaba algún tipo de desdén del gobernador, se quedó esperando.
Con cortesía profesional, Barbosa Huerta le extendió la mano.
Pero eso no extiende ni perdones ni olvidos.
Menos impunidad.
Los temas judiciales siguen su marcha.
Y llegan hasta Tecamachalco.
LA MOROSA DEL PAN
En la búsqueda de la dirigencia municipal del PAN en Puebla capital, mal calcularon su carta los diputados Genoveva Huerta Villegas, federal, y Eduardo Alcántara, local.
Guadalupe Leal, también legisladora local y la punta de lanza de ese grupo para competir por la posición contra Jesús Zaldívar, quien busca la reelección, fue desechada por la Comisión Organizadora.
La razón es simple e incontrovertible: Leal no está al corriente en el pago de sus cuotas partidistas.
Es deudora.
De acuerdo con el Artículo 12 de los estatutos, sobre las obligaciones de los militantes panistas, la legisladora está impedida para esta aspiración.
La declaratoria de improcedencia, que se expidió este domingo, dice que Guadalupe Leal no está al corriente en sus cuotas y, a pesar de que se le notificó, no solventó esta falta.
Debe alrededor de 100 mil pesos.
Ella y su equipo dicen que impugnarán.
Que es “violencia de género”.
Y no.
Se trata de morosidad.
Así de simple.