La historia de cómo el huachicol pasó, en menos de un lustro, de ser un delito marginal a una verdadera industria criminal, especializada, sangrienta y corrupta, que dejó imperios económicos, con la colusión de autoridades de los tres órdenes de gobierno, se explica en el relato de un ex chupaductos, con revelaciones poco conocidas, algunas inverosímiles, pero otras que, en cambio, dan sentido al complejo rompecabezas de la delincuencia organizada en torno a este ilícito en el estado de Puebla.
Manos extranjeras, de “capacitadores” cubanos; complicidad de alcaldes y hasta de la administración del finado Rafael Moreno Valle; el señalamiento de los verdaderos capos criminales del Triángulo Rojo, son datos insoslayables de la narración.
Un ex huachicolero, identificado como El Abuelo, de 33 años de edad, hace el recuento de este delito en Puebla, al youtuber Gusgri, en el canal Doble G.
En la entrevista, de poco más de una hora con 19 minutos, el personaje cuenta su carrera criminal que comenzó con un muy bajo perfil en la hoy alcaldía Iztacalco en la Ciudad de México.
Luego de ser un simple halcón, centinela de los delincuentes ya en Puebla, escaló hasta colocarse en el primer círculo del capo máximo, El Toñín, a través de uno de sus principales lugartenientes, El Ruso -ex pollero.
El primero, Antonio Martínez.
El segundo, Ruselbi Vargas, relativamente como una nueva mención en esta trama.
Aparece en la descripción un tercero, ya viejo conocido de la nota roja, El Kalimba.
Un dato revelador de la entrevista es que manos extranjeras, de cubanos, fueron presuntamente las capacitadoras de los delincuentes en la extracción de gasolina de los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) que pasan por los campos de cultivos del Valle de Tepeaca-Tecamachalco.
Porque no era cosa fácil.
“El tubo viene recorriendo entre los pueblos, entre los campos…
“Escarbaban, encontraba en el tubo, traía la perforadora, pero no era cualquier gente la que lo hacía, eran cubanos.
“Eran cubanos los que vinieron a enseñar acá. Esos cubanos vinieron a enseñar y eran los que perforaban. Llegaban, abrazaban el tubo y, como si fuera un sacacorchos, empezaban a darle, a darle, hasta que se perforaba…”
Un chupaductos improvisado, asegura el presunto delincuente, podía generar que una chispa encendiera el ducto, como ocurrió muchas veces a quienes, sin esa capacitación “se aventuraban” a hacerlo.
Las ganancias por dos horas de trabajo, para las personas que lo realizaban, era de entre 15 a 20 mil pesos.
Muy por encima de los mil 500 que se pagaban a los halcones.
Por eso se hizo tan popular el “trabajo” en torno a este delito, en esa zona.
En esa época.
Después, los contenedores con el combustible robado se transportaban en camionetas de tres toneladas, que se confundían con el flujo cotidiano de otras, cuyas mercancías eran hortalizas, principal cultivo en los municipios del Triángulo Rojo.
LA HUELLA DE MORENO VALLE
Un dato relevante, aunque enunciado y comprobado en el pasado, es la participación de las autoridades municipales, estatales y hasta federales en el contexto del huachicol.
El gobierno de Rafael Moreno Valle “estaba muy metido en ese desmadre”.
“Todo esto venía del gobierno… Según sé que el gobierno de (Rafael) Moreno Valle estaba muy metido en ese desmadre.
“Obviamente por población se repartían el tubo y cada presidente municipal sabía cómo estaba la movida.
“Para esto había mucha gente pesada, pesada, que yo te hablo de El Ruso, El Kalimba y El Toñín…”
-¿Tú trabajabas para ellos? -fue la pregunta del youtuber.
-Indirectamente, porque directamente mi jefe era El Ruso, pero El Toñín era él chingón de allá y era el que organizaba todo -respondió El Abuelo.
La operación, dice, tenía que hacerse “muy limpia”, para que no hubiera problemas con la población.
A todos, asegura, se benefició con esta industria criminal, que luego se pervirtió por la entrada de los cárteles de la droga.
Mucha gente en municipios como Tepeaca, Tecamachalco, Acatzingo, Palmar de Bravo, Los Reyes de Juárez y Quecholac, construyeron enormes casas con la abundante derraba económica mal habida.
LOS CARTELES NACIONALES
Sin especificar fechas, el narrador describe que, con la participación de cada vez más gente en la extracción ilegal de gasolina, el negocio dejó de ser redituable.
También, la participación más activa de las Fuerzas Federales en el combate al huachicol, redujo las ganancias.
Fue entonces que las bandas diversificaron sus acciones a la venta de drogas, robo de vehículos y secuestros.
Entonces, los cárteles nacionales, como Los Zetas y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), que habían llegado tarde a la participación de las enormes ganancias, “limpiaron” el negocio.
La sangre corrió.
Acribillados, degollados, descuartizados, aparecieron cotidianamente en torno al delito.
“Mucha gente almacenaba y empezó a haber mucho. Entonces a quién madres le vendo ahora. La gasolina empezó a bajar de precio. Llegó a costar hasta dos pesos el litro… Entonces es ahí donde ya tronó todo…
“Eran muchos changos, había una forma de cómo empezar a limpiar y es ahí donde empezó a entrar el crimen organizado… a matar gente.
“Empezaron a entraron Los Zetas, El Cártel de Jalisco… a arremangar a todos, a chingar a su madre todos…”
Se convirtió, dice sin rubor, “en una carnicería bien cabrona”.
Son pasajes de la narración de una historia.
De una historia terrible.
Que en los últimos años se ha combatido decididamente.
Pero una que, lamentablemente, no ha terminado de escribirse.