Así como Inés Saturnino López Ponce y Jorge Aguilar Chedraui, Guillermo Velázquez Gutiérrez es otro de los impresentables aliados de la diputada federal indígena con licencia Genoveva Huerta Villegas, quien, en su desesperación por reelegirse como dirigente estatal del Partido Acción Nacional (PAN), no ha tenido escrúpulos en sumar a su planilla a oscuros personajes como el ex alcalde de Atlixco, el mismo que ha hecho de la corrupción, la traición y la mitomanía, su modus operandi para sobrevivir en la política a pesar de sus conocidas limitaciones.
Hace unos días, Guillermo Velázquez abandonó por la puerta de atrás la presidencia de uno de los municipios más importantes del estado. Fue tan deficiente su desempeño como alcalde, que no sólo fracasó en su intento de reelección, sino que fue literalmente aplastado por la candidata de Morena y hoy presidenta en funciones, Ariadna Ayala Camarillo, actualmente dedicada a componer todo lo que el panista descompuso en su gobierno fallido.
Con Guillermo Velázquez instalado en el ayuntamiento de Atlixco todo iba muy bien, con altas expectativas; sin embargo, llegó febrero de 2019 y todo se acabó: alguien le dijo que podía ser candidato a la gubernatura del estado en la elección extraordinaria, él se creyó el despropósito y ahí finalizó su trienio.
Hay que recordar que en ese momento ni siquiera fue capaz de operar su Cabildo, para que lo supliera gente de su confianza al solicitar licencia para separarse del cargo; de hecho, le dieron un terrible y vergonzoso cabildazo, que acabó con sus posibilidades. La estocada vino enseguida cuando el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, lo bajó de fea forma, lo despertó de su sueño de opio e impuso a Enrique Cárdenas como el candidato –fallido, a la postre- a la gubernatura.
A partir de ahí todo fue un caos en el gobierno de Guillermo Velázquez: desorganización, falta de visión, malos manejos administrativos, negocios corruptos y una gran ausencia de liderazgo reflejada en un muy pobre gabinete que hacía de todo, menos hacerle caso.
El hoy aliado de Genoveva Huerta nunca pudo poner orden en el tianguis regional, su director de comercio hacía lo que quería; además de que otros personajes –como emisarios de Eukid Castañón- se inmiscuían y tiraban los endebles y ocasionales acuerdos que el extraviado alcalde llegaba a amarrar con algunos grupos.
Su falta de palabra e incumplimiento de compromisos se hizo tema de todos los días, generando gran malestar en diversos sectores de Atlixco, mismos que aguardaron y se la cobraron cuando cínicamente fue a pedirles pidió apoyo para su reelección.
Deficientes y corruptos, los procesos administrativos del ayuntamiento pronto llamaron la atención y llegaron infinidad de auditorías, algunas resueltas a la fecha, pero otras no.
Tanto Guillermo Velázquez como su tesorero, Arturo Montiel, y la directora de Contabilidad, Norma Gil Jiménez, fueron atrapados desviando millonarios recursos del erario a través de empresas factureras provenientes de holdings, un caso que todavía sigue en la mira de la Unidad de Inteligencia Financiera.
A Ariadna Ayala el torpe ex presidente municipal heredó innumerables problemas políticos en diversas colonias de Atlixco. Por intereses electorales, incapacidad de sus secretarios e incompetencia generalizada, hoy son “bombas” sociales que lamentablemente van a estallar en poco tiempo.
Guillermo Velázquez solapó otras corruptelas, como la de su secretario particular, a quien con el mayor de los descaros le autorizó el gran negocio de la pista de hielo de la Villa Iluminada y hasta ¡la venta de pasteles! a todo el personal del ayuntamiento con carácter de obligatorio. De ese tamaño fue la rapacería del timorato pero ambicioso ex edil.
En seguridad pública, siempre fue rehén de sus ineptos mandos y de la presión del gobierno interino en 2019. Por supuesto dejó pésimas cuentas en este rubro y la plaza en manos de la delincuencia organizada.
No supo valorar, ni aprovechar políticamente, la buena relación y el aprecio que el gobernador Miguel Barbosa Huerta sentía al inicio por él. Hoy, como buen traidor, ataca al mandatario, incluso con la saña y cobardía que permiten el anonimato. Cree que así va a ganar simpatías en el círculo íntimo de Genoveva Huerta.
Guillermo Velázquez no supo cómo reelegirse y en el camino perdió la simpatía y el control sobre todo de los panistas de Atlixco, pero ahora promete cientos de votos para ayudar a su ahora jefa.
Por cierto: su alianza electoral con Antorcha Campesina sigue siendo muy mal vista entre los militantes blanquiazules del municipio; incluso por los integrantes de su equipo cercano, quienes múltiples veces le insistieron que se deslindara de ese acuerdo, sin éxito. Lo mismo sucedió con el caso de Édgar Moranchel, “dedo chiquito” de Eukid Castañón, a quien permitió operar a sus anchas –con todo lo que eso implicó- el organismo local de agua.
Guillermo Velázquez, sí, se fue con más pena que gloria, traicionando a los que lo han apoyado políticamente en el PAN y sumándose al carro de Genoveva, la cual, paradójicamente, lo dejó solo en la pasada elección y ni un lazo (y ni un peso) le echó cuando el barco empezó a hundirse.
Hoy promete lo imposible, entre otras cosas porque este impresentable ni siquiera manda en el PAN de Atlixco; en realidad lo hace Óscar Daza, esposo de Leonor Popócatl, titular de la comisión organizadora del proceso interno para la dirigencia estatal.
Con esos aliados, para qué quiere enemigos Genoveva Huerta…