El desastre y el zafarrancho en que se convirtió este jueves la presentación estelar del presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de Morena, Mario Delgado Carrillo, en Puebla para apuntalar a sus candidatos a legisladores, presidentes municipales y a Claudia Rivera Vivanco, la alcaldesa con licencia en busca de la reelección, no es más que una muy cantada consecuencia, producto de la soberbia de esa dirigencia y de sus huestes.
La nota fue que no hubo una pelea campal de graves consecuencias.
Así de claro y sin exageraciones.
Porque en medio de los gritos y manotazos, al menos, no concluyó en tragedia este zafarrancho de proporciones masivas.
La hiel acumulada era mucha.
Las afrentas tenían una larga contención.
Terminaron por estallar.
Los bandos son fácilmente identificables: los seguidores del diputado con licencia Gabriel Biestro Medinilla y el operador Eric Cotoñeto, contra los vivanquistas y los integrantes de la cúpula de Morena en Puebla.
El escenario fue el mejor o el peor posible, dependiendo del cristal y del bando desde donde se mire.
La visita tan postergada del presidente nacional morenista que se ha sustraído, casi ha huido, y se ha escondido de los problemas y que ha sido cómplice y beneficiario de aquellos que, literalmente, se comieron solitos el pastel de las posiciones y las candidaturas.
Mario no es bienvenido en Puebla.
Los unos no lo tragan, no lo soportan y lo repudian.
Se sienten traicionados.
Mientras que, para los otros, es un lastre que hay que soportar.
No es un activo, sino un conflicto.
Delgado nunca hizo operación cicatriz.
Ni en Puebla ni en el país.
Ahí están las consecuencias.
Dejó que los Armenta, las Vivanco, los Garmendia y los Evangelista pactaran en su nombre.
Se hicieran de las candidaturas.
Incluso bajo la presunción de que fueron vendidas.
“Mario traidor”.
“Sufragio efectivo, no imposición”.
“No imposición”, le gritaron las huestes de Biestro y Cotoñeto en el Country Club de la colonia San Manuel, en donde se rompieron todos los protocolos sanitarios.
Mientras tanto, los otros trataban de protegerlo, apapacharlo.
Gritos.
Más gritos.
Manotazos.
Mentadas de madre.
Todos contra todos.
Mario Delgado fue convidado a un banquete caníbal.
Una Caja de Pandora que se abrió toda.
Se comieron todo el pastel.
Soberbios.
Hasta con las candidaturas plurinominales se atragantaron.
Ahí están las consecuencias.
No hace falta ser un gran proyectista para suponer que, una vez pasado el 6 de junio, Delgado tendrá los días contados en el CEN morenista.
Ni a los unos ni a los otros les resulta ya útil.
Que corra el calendario.