Arturo Luna Silva
En Tehuacán, comiendo con empresarios tan influyentes como acaudalados…
En Juan N. Méndez, entregando una ambulancia a los menesterosos…
Con mujeres periodistas y escritoras de sentidos versos, hablando claro, clarito, sobre la sucesión en Casa Puebla…
En Felipe Ángeles, anunciando 50 acciones de mejoramiento de vivienda y 30 luminarias…
Como testigo –nada fortuito- de un convenio entre municipios e instituciones de educación superior para el combate a la corrupción…
Encabezando la entrega de jugosos estímulos a los trabajadores de las secciones 23 y 51 del SNTE…
Con vecinos de Bosques de Atoyac, Puente Negro, Xonacatepec y Xaltonac de la capital poblana, para entregarles apoyos para la –siempre urgente- limpieza de ríos y barrancas…
En mangas de camisa, anunciando un súper diplomado en políticas públicas…
En “casual” visita al Instituto Tecnológico de Puebla…
Esta vez en el norte de la ciudad de Puebla (¿y dónde quedó Blanquita Alcalá?) para arrancar un programa de pavimentación en colonias muy, muy populares…
Ahora en el sur de la Angelópolis (¿Blanca estás ahí?) para anunciar que se construyen 100 viviendas para familias que actualmente habitan casas inseguras…
En Canoa, para entregar fondos del barril sin fondo que es el programa “Unidos para Progresar”…
En el Colegio de Bachilleres para poner en marcha los “trabajos de preparación” de mil 200 docentes (más sorprendidos por la presencia del invitado que del inicio de dichos trabajos)…
En el Centro Escolar “José María Morelos y Pavón” –que para todos hay-, donde anunció a los graduados que techará la explanada cívica de la institución…
Ahora como padrino (mágico) de la generación saliente del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (mágico porque a cada graduado le entregó una computadora personal)…
En la plaza de toros de Teziutlán, hablando de las maravillas del programa de “Empleo Temporal”…
Y así hasta el infinito…
Y más allá.
Sí. Visto en conjunto, el activismo de Javier López Zavala es verdaderamente impresionante.
“Omnipresente” y “omnipotente” son los adjetivos que se me vienen a la mente al ver tanta, tantísima movilidad.
¿Cuántos recursos, cuánto personal, cuánto esfuerzo, cuánto tiempo ocupado para empujar hasta arriba al “elegido”?
Sería una mala, muy mala broma del destino si este hombre con todo, absolutamente todo a su favor, y que hoy toca el cielo, de casualidad no llegase a ser gobernador.
Y es que yo nunca había visto que un aparato de gobierno estuviese así, a la total y entera disposición de un aspirante a Casa Puebla.
Como tampoco había visto tal dualidad.
La dualidad de un secretario (de Desarrollo Social) que en los hechos es al mismo tiempo candidato y que como tal hace campaña a la vez que atiende los asuntos propios (que no deben ser pocos) de su cartera, y viceversa, y a la luz del día, y a todas horas, y en todos lados, y a los ojos de todos -incluidos los del patético, y apático, y famélico, Instituto Electoral del Estado, que un día no ve ni escucha y al siguiente hace como que la virgen le habla-.
Sí. La campaña de López Zavala es abierta.
Tanto que es ya parte de una normalidad asumida y aceptada por todos (o casi todos).
“Normalidad” que, sin embargo, no dejada de caminar sobre una línea muy delgada.
La que va de la equidad a la inequidad, en un sentido; y de lo regular a lo irregular, en el otro.
Se necesitaría estar ciego para no verlo.