El paso de Rodrigo Abdala Dartigues como súper delegado del Gobierno de México y primer representante formal de Andrés Manuel López Obrador en Puebla, ha sido una permanente cadena de fracasos, un almanaque de dos años perdidos. Su incapacidad y falta de talento para la gestión están ahora como nunca a la vista, pues nuestra entidad quedó fuera del gran plan de proyectos conjuntos del lopezobradorismo con la Iniciativa Privada, en el que se invertirán 297 mil 344 millones de pesos, el próximo año.
Hoy, que tanto se necesita de la reactivación, el dizque súper delegado volvió a fallar de manera contundente. Un saco de papas de la Central de Abasto es más útil que este inúti profesional.
López Obrador anunció este lunes ese gran plan de inversión, con participación de los sectores privados y público.
Son en total de 39 proyectos con una inversión acumulada de 297.3 mil millones de pesos.
Puebla no alcanzó a entrar en ninguno.
El fantasma Abdala, como le llaman, pues nunca aparece cuando se le necesita, encima estorba.
Su estatura es minúscula.
Qué rápido quedó al descubierto.
Cuando a la llegada de la Cuarta Transformación (4T) en 2018, fue designado como súper delegado, muchos supusieron que el sobrino político de Manuel Bartlett Díaz se colocaba también en la antesala de la postulación a gubernatura.
Lo lógico era pensar eso.
Hoy pensar -o creer- eso sólo motiva carcajadas.
Al súper delegado, esa nueva figura creada por el lopezobradorismo, se le dotó de amplitud de poder político y administrativo.
Pero a diferencia de otras entidades, en donde nombraron a políticos, hombres y mujeres, de peso, influencia y experiencia, aquí nos mandaron al sobrinito bartlista.
Rodrigo antes de ser diputado federal plurinominal a la LXIII Legislatura (2015-2018), por obra de su tío, lo más relevante que alcanzó fue un puesto menor en el Instituto Estatal Electoral (IEE).
Ahora, oficialmente delegado de la Secretaría de Bienestar, que es el membrete específico del súper delegado.
Pero él, ni política, ni administrativamente ha servido a Puebla.
En un sistema como el actual, en donde los apoyos se entregan cada mes en efectivo y llegan a las tarjetas bancarias de los beneficiarios, de nada sirve Abdala.
Por eso ha sido un fantasma.
Apenas aparece como cadenero en las giras que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha realizado en nuestro estado.
El gobierno federal parece paralizado en su ejercicio local en Puebla.
Lo que más se sabe de él es que quiso condicionar apoyos a favor de Bertha Luján, en el contexto de las cavernícolas contiendas internas del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
De los casos de corrupción que se han detectado en algunas dependencias, Abdala no ha dicho nada.
En la renuncia que debió presentar el encargado de despacho de la oficina de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), Miguel Alcántara Silva, luego de que fue evidenciado lucrando políticamente con el cargo, nada tuvo que ver Rodrigo.
Se enteró por el medio que exhibió el video que, paradójicamente, se grabó con las cámaras que el propio Alcántara mandó a poner.
Para que alcancemos a ver el nivel tan minúsculo de nuestro súperdelegado están los ejemplos de otras entidades.
Hay casos en los que esos funcionarios han estado en el primer nivel de las decisiones y discusiones.
Claro, algunos de modo irregular, pero al fin de cuentas haciendo valer su peso.
A la fecha, y es el dato relevante, en 10 de las 15 entidades en que se renovarán gubernaturas en 2021, los súper delegados son aspirantes de Morena.
Están en esa lista las y los funcionarios federales que despachan en Guerrero, Baja California, Baja California Sur, Campeche, Michoacán, San Luis Potosí, Nayarit, Colima, Tlaxcala y Chihuahua.
Ellos sí pesan.
Pero en Puebla, habita el fantasma Abdala.
Que no ata ni desata.