Fuera de sí, totalmente desconectado de la realidad, un puro invento sexenal que ya duró demasiado, el panista Oswaldo Jiménez López cree tener una opción para buscar la presidencia municipal de Puebla y, en esa su absurda lógica, no cesa de explorar distintas vías.
Sabe que su única posibilidad reside en una elección interna y está volcado en ello.
No ha dado su brazo a torcer y sigue conformando una estructura municipal.
Cómo parte de su plan, ha realizado amarres con personajes que aspiran a una diputación local.
En el distrito 16, por ejemplo, las aspiraciones de Jacobo Ordaz y Oswaldo Jiménez se apoyan mutuamente.
Los recursos económicos no se escatiman y las reuniones con operadores políticos son cada día más frecuentes.
A muchos de ellos, por cierto, se les cita frente a La Vista.
Otra alianza similar se ha fraguado con Silvia Argüello, cercanísima operadora de Fernando Manzanilla y que centra sus aspiraciones en el distrito 9 local.
Oswaldo Jiménez no quita el dedo del renglón, aunque sabe que sus niveles de conocimiento son nulos: perdería hasta en su casa.
De ahí su desbordado protagonismo mediático de los últimos días.
Cualquier pretexto, por forzado que sea, busca ser explotado para ganar reflectores.
Eso explica, por ejemplo, su último ridículo público: la intentona fallida por presentar la acción de inconstitucionalidad contra la nueva Ley de Educación.
Y ahora la polémica iniciativa para implementar el PIN Parental en el sistema educativo, con lo que los padres de familia podrían bloquear contenidos de educación sexual para sus hijos.
Oswaldo Jiménez no entiende los códigos de la selva del poder y no halla cómo crecer un poco en su raquítico posicionamiento: su conocimiento es apenas cercano al 5%.
Malagradecido e irrespetuoso, con enorme cola, el diputado local por eso recurre una y otra vez al fácil ejercicio de la crítica hacia el gobierno de Morena.
Él jura que su papel de bufón, bufón azul, puede abonarle a su propósito: en su ceguera absoluta, no acabe de entender que cada palabra, cada acento, cada adjetivo, tiene una consecuencia y que no será él quien pague los platos rotos, sino su tío político, el ex gobernador Tony Gali.
Como diría un connotado panista: ¡Qué alguien le explique, por piedad!