El gobernador corrió a Jorge Humberto Uribe Téllez por obvia ineptitud, sí.
Todos los días, todos lo constatábamos.
Tal vez el secretario de Salud podía ser buena persona, pero nunca estuvo a la altura de la encomienda.
La pandemia y todos sus daños colaterales hicieron más evidente que era un “florero”.
“Sí señor, sí señor”, balbuceaba, nervioso, cada vez que Miguel Barbosa lo regañaba o le exigía en las “mañaneras” desde Casa Aguayo.
Es célebre el día que se puso a informar sobre contagios y muertos por COVID-19… ¡del estado de Tlaxcala!.
Pero la ineficiencia no fue el único argumento para su fulminante cese.
Uribe Téllez tuvo la osadía de desafiar al gobernador.
Bajita la mano, maniobró para oponerse a varias de sus designaciones en la dependencia.
A sus espaldas, operó para que la Junta de Gobierno de la Secretaría –donde hay representación federal- rechazara nombramientos directos del Ejecutivo, que buscaban desmantelar redes de intereses creadas desde el morenovallismo y con las cuales Uribe Téllez se sentía muy cómodo.
Por alguna razón que nadie logra explicarse, pensó que Miguel Barbosa no se daría cuenta, o dejaría pasar de largo la afrenta.
Se equivocó.
La tarde del pasado jueves, antes de la hora de la comida, fue citado en Casa Aguayo, donde el mandatario le dijo que a partir de ese momento estaba despedido.
Ya ni alcanzó a musitar su tradicional: “Sí señor, sí señor”.
La suya fue la única posición que Andrés Manuel López Obrador había solicitado al gobernador.
Miguel Barbosa ya había nombrado al Dr. Guillermo Ruiz Argüelles, pero la petición del presidente, a favor de su amigo Uribe Téllez, movió el tablero del gabinete.
¿Cómo decirle que no al “Águila”?
Barbosa cumplió y aguantó… hasta donde pudo.
El pasado 4 de marzo sostuvo una reunión aquí en Puebla con el director del Insabi, Juan Antonio Ferrer Aguilar.
Firmaron un convenio de colaboración, pero al final Ferrer le transmitió un mensaje del presidente: ya podía disponer, como le conviniera, de la principal posición en la Secretaría de Salud.
Sin embargo, se atravesó lo más duro del coronavirus… y el gobernador tuvo que posponer el relevo.
Hasta la pasada semana, cuando a la ineficiencia, Uribe Téllez sumó la deslealtad… y salió (literal) por la puerta trasera.
Lo sucedido con él debe ser bien registrado por otros integrantes del gabinete que, ofuscados y borrachos de poder, piensan que se les ha otorgado un cheque en blanco.
Julio Glockner, en Cultura, y Laura Olivia Villaseñor, en la Función Pública, son los ejemplos más a la vista.
El primero sigue creyéndose intocable y tiene a la Secretaría a su mando sumida en el desorden, la apatía y el fracaso; ni siquiera ha sido capaz de cumplir con compromisos simples del gobernador, como la otorgación de plazas para la Orquesta Infantil de Santa Rita Tlahuapan.
La “contralora”, por su parte, no ata ni desata, se le caen todos los casos, y ya se deshizo del equipo de alto nivel que terminaría de integrar los expedientes de los “peces gordos” del pasado reciente.
Pero no son los únicos que deberían tomar nota y poner sus barbas a remojar. En camino vienen varios ajustes de cuentas para quienes, como Uribe Téllez, no entienden que en el gobierno, el único que manda es el gobernador.