Para nadie es un secreto que Fernando Manzanilla no se siente a gusto en la coalición morenista. Sus diferencias con el gobernador Miguel Barbosa son más que evidentes. En menos de un año, el ex secretario de Gobernación pasó de aliado a adversario del Ejecutivo del estado y no hay modo de cambiar las cosas.
A partir de ahí, Manzanilla ha ido tejiendo sus respectivos escenarios.
El motor que lo ha impulsado es el cobrar facturas pasadas.
Siente que la Revolución con mayúsculas no le hizo justicia después de que Morena ganó el estado tras la muerte de Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso.
Para ello, en los últimos meses ha ido a visitar a todas las fuerzas políticas.
Lo mismo fue a la dirigencia nacional del PRD a manifestar que cuentan con él para golpear al gobernador.
También se ha hecho presente en el CEN de Movimiento Ciudadano, donde incluso ha abogado por la permanencia del impresentable de Héctor Alonso en sus filas.
Y, por supuesto, también ha ido a visitar a panistas.
Recordemos que coordinó la campaña de Ernesto Cordero y Juan Manuel Oliva, cuando buscaron la dirigencia nacional.
A todos les ha expresado que está puesto para apoyarlos a cambio, claro, de que el PAN se sume a una alianza que él encabezaría para la presidencia municipal de Puebla.
La trayectoria de Fernando Manzanilla es multicolor.
Iniciado en el PRI, pasó después por Convergencia.
Se afilió al PAN para tratar de ser alcalde y, por último, buscó la revancha en contra de su cuñado, Rafael Moreno Valle, engrosando las filas lopezobradoristas y sumándose al proyecto barbosista.
Como se ha comentado por ahí: de las tres veces que fungió como encargado de Gobernación, dos se las debe a Miguel Barbosa.
Hace unos días el gobernador sugirió que fue Manzanilla quien, detrás de sus operadores en Puebla, soltó la maliciosa versión de que estaba grave de salud y hospitalizado.
Es del dominio público que en el PAN poblano buscó infiltrarse a través de Genoveva Huerta y Oswaldo Jiménez, apoyando la candidatura de Eduardo Alcántara a la dirigencia del partido en el municipio de Puebla.
Sin embargo, muchos panistas locales lo conocen a la perfección. Saben que su voluntad es cambiante.
Quienes han impedido su abordaje han sido Jesús Zaldívar, dirigente del PAN en esta capital, y el ex diputado Mario Riestra.
Aunque quizás de manera ingenua, los mueve el interés de construir en firme.
Tras la desaparición de lo que se conoció como morenovallismo, la reconstrucción panista requiere un vuelco a la identidad y congruencia que tanto se abandonó. Así lo han expresado.
Mientras hay quienes plantean la abierta inclusión de Manzanilla para que se convierta en el factótum que consolide una oposición al barbosismo, ellos han insistido que eso sería inaceptable.
Saben que abrirle la puerta nuevamente, sería una repetición de lo sucedido en su momento con Moreno Valle: el uso y la explotación de la marca y los colores del PAN para uso personalísimo, a costa del verdadero panismo.
La misma visión sectaria del extinto ex gobernador: usar y desechar.
La peregrinación en el desierto de Manzanilla no es sencilla.
Hoy no pertenece a ninguna manada, pero ambiciona regresar al PAN para encabezar a una.
Está herido y lo mueven los agravios que según él ha recibido por parte de propios y extraños.
Eso lo saben perfectamente tanto en Casa Aguayo como en Acción Nacional.