Los pasos hartos por la inseguridad en Puebla ciudad y estado, llenos de indignación, enardecidos con la reclamación de justicia, los pasos de los estudiantes de medicina y otras facultades de la BUAP y la UPAEP anduvieron juntos las calles para pedir que los asesinatos de tres de sus compañeros y de un conductor de Uber no queden impunes. Los jóvenes, conscientes y lúcidos sobre sus peticiones, tocaron con su genuina manifestación las puertas de la historia. Sin poses, sin ismos, sin banderas políticas, sin etiquetas sociales, buscaron el diálogo y recibieron respuestas de las autoridades. Fueron miles de batas blancas, este 25 de febrero de 2020, las que expresaron su hartazgo, las que clamaron y reclamaron justicia; las que exigieron un “nadie más”, ni mujeres, ni niños, ni estudiantes… Fueron miles de batas blancas que gritaron por todos.
Sin ningún tipo de premeditación, las manos y dolor de los estudiantes se fundieron para salir a exigir justicia.
Lo hicieron por los asesinatos de Ximena Quijano Hernández y José Antonio Parada Cerpa, colombianos, y el veracruzano Francisco Javier Tirado Márquez, los tres de alumnos de medicina.
También por el crimen contra el conductor de Uber, quien los traía a Puebla el domingo por la noche, luego de la vista al Carnaval de Huejotzingo: Josué Emanuel Vital Castillo.
Los primeros dos eran estudiantes de intercambio de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), que llegaron desde la Universidad Sanitas de Colombia.
El veracruzano prestaba su servicio social en una comunidad de Izúcar de Matamoros y era alumno de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Fueron miles, más de 4 mil, más de 6 mil, posiblemente 10 mil, cada quien vio su cifra, aunque lo más elocuente fue el mensaje.
Ni una bata menos.
Ni una mujer menos.
Ni un estudiante menos.
De la universidad privada y de la del estado, junto con operadores de unidades de Uber, que luego se sumaron, unieron las voces en una sola.
La Puebla clasista quedó olvidada por la más noble de las causas.
La reclamación, de muchas, se resume en justicia.
El clamor de seguridad.
“Salvamos vidas, protejan las nuestras”, “mis padres esperan un médico, no un cadáver”, entre muchas otras fueron las consignas de la marcha que llegó hasta Casa Aguayo, sede del Poder Ejecutivo del estado.
La exigencia de seguridad es especial en la BUAP, cuya Facultad de Medicina ya ha perdido a estudiantes a manos de los delincuentes.
Las calles se desbordaron tanto como las redes sociales.
Las batas blancas inundaron las avenidas céntricas.
La solidaridad de los poblanos que veían los pasos de estos jóvenes que arrastraban el duelo y el luto, fue unánime.
No faltó el repartidor de garrafones que les regaló agua.
Las palmas de mujeres y hombres a su paso.
Nadie expresó, al menos públicamente, una queja por el intenso tránsito del mediodía de este martes.
Fue una marcha por la vida.
La bandera fue la vida y la indignación ante la muerte.
Ante la injusta muerte.
Que no haya impunidad para los criminales.
Ni en este ni en ningún caso.
A lo largo de la caminata, la información fluía y el grito unánime encontró ecos de mucha tristeza.
Ximena, la joven colombiana de 25 años de edad, había vencido el cáncer a los 11 años y quería salvar vidas: “siempre tan linda y sonriente”.
Su amigo desde hace mucho, compañero y compatriota, José Antonio, tenía apenas 22 años.
“José llevaba la música por dentro”, se leía en mensajes en las redes sociales, desde la nación sudamericana hasta Puebla.
Lo mismo que en las cartulinas, durante la marcha.
El desgarrador encuentro de los padres de los estudiantes, que llegaron desde Veracruz y desde Colombia, llenaba de tristeza y rabia.
“Vinieron de Colombia a sanar a gente y los mataron”, dijo uno de ellos.
En la capilla de la UPAEP se realizó una misa.
En las calles y en las casas poblanas, seguramente, una profunda reflexión y un impotente lamento.
Las autoridades del gobierno del estado, incluido el gobernador Miguel Barbosa, quienes recibieron a un grupo representativo de los estudiantes, ofrecieron soluciones.
Eso sí, el mandatario aseguró, lo había hecho desde la noche del lunes, que no habrá impunidad.
Los rectores de las universidades harán su parte.
Se reforzará la seguridad.
La muerte de los jóvenes no será en vano.
La voz se ha alzado.
Miles de batas blancas hicieron un estridente y justo reproche: “nos están matando”.
Sin poses, sin protagonismos, sin histrionismo.
Desde el corazón.
Las batas blancas gritaron hoy por todos.
Y Puebla no lo va a olvidar.
Por más que, también, haya intentos de politizarla o usarla de instrumento de guerra.
Aunque esa es otra historia.