Que nadie se equivoque.
La operación, pero sobre todo la decisión de ir en dupla con Eduardo Rivera Pérez, fue de ella, no de su esposo.
Martha Erika Alonso asumió el reto y se sentó a negociar con el ex alcalde de Puebla a pesar de los deseos de Rafael Moreno Valle, quien siempre se opuso a volver a pactar con el hijo pródigo de El Yunque, hoy enfermo de una especie de “Síndrome de Estocolmo” –ese trastorno psicológico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada-.
Fue ella, y sólo ella, la que convenció a “Lalo” Rivera y le dio suficientes garantías de que los acuerdos sobre la mesa habrán de respetarse.
Siempre y sin dobleces.
Y más: sin traiciones.
El tema no pasó, nunca, por el tamiz del ex gobernador; todo, absolutamente todo, hasta el último detalle, transcurrió bajo la conducción de la ex secretaria general panista, arquitecta –y más que eso: dueña- de sus propias circunstancias.
Ella fijó las formas, ella los temas, ella los interlocutores –uno de ellos, claro, el gobernador Tony Gali-, y ella, finalmente, el momento de cerrar el trato con Eduardo Rivera, precandidato del PAN a la presidencia municipal que ya encabezó de 2011 a 2014.
El asunto tiene mucho fondo.
Y es que refleja con claridad la independencia con que empieza conducirse la ex primera dama de Puebla respecto a su marido, un Moreno Valle todo poderoso e intervencionista hasta la médula, amo y señor del estado, en su tiempo como gobernador.
Otro ejemplo que va en esa ruta es lo sucedido este miércoles: Rafael no acompañó a Martha Erika a su registro como precandidata del PAN a Casa Puebla.
No estuvo a su lado; todo el escenario, toda la atención, todos los reflectores, fueron para ella.
El mensaje es simple pero lleno de significado: Moreno Valle no tiene intención de intervenir en el proyecto político personal de Alonso Hidalgo. O al revés: ella va a volar con sus propias alas y no está permitiendo –ni permitirá- que le digan cómo y qué hacer.
Qué mejor muestra que la tortuosa “Operación Lalo Rivera”.
Pero hay más:
Horas antes de acudir al Comité Directivo Estatal de Acción Nacional, allá en Bugambilias, Martha Erika comió con Rafael en “El Desafuero”.
Feliz coincidencia, celebraron su aniversario número 14 como matrimonio el mismo día que ella se registró como precandidata.
Pero Martha Erika separó lo personal de lo político.
Alrededor de las cinco de la tarde, ella subió a su Facebook una fotografía de ambos con el siguiente texto:
“Celebrando nuestro aniversario, han sido 14 años maravillosos de compartir mi vida a tu lado Rafael Moreno Valle ¡Te amo!”.
Ninguna referencia a su inscripción como precandidata.
Es decir: cercanía en lo personal, sana distancia en lo político.
No es casual que el post haya aparecido el mismo día que, al menos en esa red social, Martha Erika dejó de ser “Martha Erika A. Moreno Valle” para simplemente aparecer como “Martha Erika Alonso”.
Ya sin el “Moreno Valle”.
No es un tema de arrastrar negativos, es un asunto de independencia y autonomía, determinación y carácter.
En resumen:
Martha Erika Alonso está iniciando una nueva era.
Una nueva era que significa diálogo, acercamiento, apertura y “mano izquierda”.
Mucha “mano izquierda”.
Una etapa en la que las filias y sobre todo las fobias del ex gobernador y ex aspirante presidencial no serán las de ella.
Un nuevo estilo.
Un estilo más cercano a Tony Gali que a Rafael Moreno Valle, por más marido que este sea de la futura candidata.
Se cuenta, incluso, que operadores de Rafael estarán al margen de la campaña.
Ella trabajará con su equipo y ella tomará sus propias decisiones.
En otras palabras:
De ganar la gubernatura de Puebla, ella será la gobernadora.
Y como tal ejercerá el poder.
Nadie más.
Sólo ella.
Sin sombras.
Y sin interferencias ajenas.
Que nadie lo dude.
Y que nadie, nadie se equivoque.
(Por cierto: si salen las cosas, Martha Erika Alonso podría ser la primera gobernadora panista en México.
Pero ésa, como diría el clásico, es otra historia).