La evidente tardanza del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en emitir la convocatoria para la designación del candidato a la gubernatura de Puebla, no sólo es sospechosa. También deja entrever los obvios acuerdos entre el morenovallismo y un debilitado (y desesperado) José Antonio Meade, urgido de obtener al menos 800 mil votos en el estado y convencido de que el único capaz de garantizar ese número de sufragios es el ex gobernador Rafael Moreno Valle.
Que Meade y el dirigente nacional del Revolucionario Institucional, Enrique Ochoa Reza, hayan decidido dejar prácticamente al último el caso Puebla, no es sino indicador de que el aplazamiento de la convocatoria sólo busca dar más tiempo a Moreno Valle para terminar sus negociaciones con el PAN, PRD, MC y por supuesto el PVEM y Nueva Alianza, y para en ese sentido encontrar la respuesta a la misma pregunta que todo mundo se hace:
¿Cómo le van a hacer para cumplir con Meade (es decir, con el presidente Enrique Peña Nieto) sin traicionar a Ricardo Anaya y sin perder de vista el objetivo principal: que Martha Erika Alonso gane la gubernatura?
Lograr algo asà parece casi imposible, pero para conseguirlo se requiere, entre otras cosas, que el CEN del PRI -es decir: Los Pinos- lance a un candidato débil en Puebla, como en 2016 con Blanca Alcalá, esquema que sin embargo plantea otra clase de peligros, que podrÃan incidir directamente en la pelea por la gubernatura del estado.
Y es que si el PRI se decide efectivamente por un candidato poco competitivo y si por esa razón el PRI no mantiene su voto duro, ese voto se irá a MORENA, y entonces hasta el triunfo del PAN en la guerra por Casa Puebla podrÃa estar en riesgo.
En otras palabras: para cumplir su principal objetivo, que es mantener el gobierno del estado, al morenovallismo le conviene un candidato del PRI fuerte, o competitivo, que al menos obtenga el mismo número de votos que el tricolor logró en la elección de 2010 cuando perdió el poder: 883 mil.
Se requiere, asÃ, un modelo de elección entre tercios, no un tú a tú entre PAN y MORENA.
Porque el desplome del PRI sólo favorecerá entonces a Luis Miguel Barbosa, el candidato del Movimiento de Regeneración Nacional que, además, se verÃa beneficiado por una fuga de militantes y simpatizantes del tricolor que habrán entendido que, con un candidato débil, Puebla fue negociada y por tanto no hay nada que hacer.
Otra vez.
Para ganar, y con amplitud, el PAN necesita que el PRI compita por el segundo lugar de la elección, no que se hunda en el tercero después de MORENA.
No es sencillo, entonces, el dilema para los jerarcas del tricolor: con candidato débil, el PRI no sólo no gana, sino que ayuda a MORENA a ganar; con candidato competitivo, tampoco gana, dada la fuerza del grupo morenovallista, pero al menos da la pelea y ayuda al PAN a mantener el poder estatal.
Dicen que en las próximas horas, con la publicación de la convocatoria -este jueves vio la luz la correspondiente a diputados federales y senadores- se sabrá por fin la decisión final.
Una decisión que sólo contempla a dos personajes:
Enrique Doger, el delegado del IMSS.
O Juan Carlos Lastiri, el subsecretario de la SEDATU.
No hay más.
¿Quién va a ser sacrificado?
¿Quién se prestará a jugar el papel diseñado entre el PRI -es decir, el presidente Peña Nieto- y Moreno Valle para el estado de Puebla?
Y más: ¿a cambio de qué?