En la referencia aritmética de las alianzas que encabezarán a nivel nacional el PRI y el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), respectivamente, en Puebla solamente al tricolor le resulta un buen negocio su coalición con los partidos Verde Ecologista de México (PVEM) y Nueva Alianza (Panal), en tanto que a la opción lopezobradorista le puede resultar incluso un lastre, o una suma ínfima y casi imperceptible, su pacto con el Partido del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES).
La claridad está a la vista en los dos últimos procesos electorales, el federal de 2015 y el estatal de un año después.
Mientras el PVEM le salvó la tarde al Revolucionario, pues juntos ganaron 9 de las 16 diputaciones federales en disputa, el PT y PES casi desaparecieron en las urnas y no se ve cómo su comportamiento pueda ser distinto en este 2018.
Por si alguien lo olvida, de hecho dos de esas 9 curules en San Lázaro en esta LXIII Legislatura que ganó la alianza PRI-PVEM fueron para el segundo.
Una, la de Víctor Giorgana, ya en el arranque del ejercicio parlamentario, fue sumada al Grupo Parlamentario del PRI, pero la otra, que ocupa el antorchista Manuel Celis Aguirre, permanece en el coto verdeecologista.
Pero hay referencias más cercanas e inmediatas.
Está el proceso local de 2016, que fue exclusivamente para la elección de gobernador.
En éste, PRI, PVEM y PES consiguieron juntos 643 mil 260 votos, la cifra más baja proporcionalmente en la historia para, en este caso, una candidata priísta, pero pudo haber sido peor, si el Revolucionario Institucional hubiera ido en solitario.
De ese total, 591 mil 752 fueron directamente para el tricolor, 39 mil 884 para el Verde y 11 mil 624 para el PES.
En esa elección, en la que fue en coalición con Acción Nacional (PAN), el Partido Nueva Alianza (Panal) obtuvo por sí solo 62 mil 415 sufragios, los que se esperaría que potencialmente sume al PRI en 2018.
Y lo describimos como suposición, porque en Puebla el Panal es el paradigma del partido morenovallista, incluso por encima del PAN, marcado por los enfrentamientos entre los militantes tradicionales y el equipo del ex gobernador.
Con base en los hechos, es un enigma el comportamiento que tendrá Nueva Alianza en este 2018, en el que también podría desarrollar un doble juego para atender a su interés nacional, en paralelo a su visión local.
Sin embargo, los números indican que el PRI se beneficiará de su alianza con PVEM y PES, distinto de lo que pasará en MORENA.
En el partido de Andrés Manuel López Obrador sus alianzas no significan mucho y sí, en cambio, representarán una tortuosa negociación para repartir posiciones, por escasas que sean, para los partidos que acompañarán a MORENA: el PT y PES.
Esto, sin contar el ambiente rijoso por las inconformidades que se viven en Puebla en el seno de MORENA, por la entrega de candidaturas a los advenedizos ex priístas y ex perredistas.
MORENA realizó el año pasado un experimento al lanzar por la gubernatura a un académico prácticamente desconocido, Abraham Quiroz, por lo que sin importarle el resultado en las urnas obtuvo el tercer lugar con 186 mil 589 votos en solitario.
Por supuesto si MORENA pretende, ahora sí, hacerse de Casa Puebla, con la candidatura del senador Miguel Barbosa, deberá entonces aspirar a conseguir arriba del millón de votos.
Eso, según las estimaciones, es lo mínimo necesario, sobre todo en un proceso concurrente que se prevé estará por encima de 50 por ciento de la participación ciudadana. (En 2010, Rafael Moreno Valle ganó con un millón 111 mil 318 votos).
En ese análisis, el PES y su capital de 11.6 mil votos, más el PT, que fue en 2016 en la alianza morenovallista y que obtuvo 40 mil 137 sufragios directos, poco le sumarían a lopezobradorismo.
¿Estará alguien pensando en el cuartel morenista que estarían mejor yendo a solas?
Parece que sí.