Una visita reveladora: el candidato del PRI a Los Pinos, José Antonio Meade, tercer lugar en las encuestas y cuya cabeza ya negocia el presidente Enrique Peña Nieto para que decline a favor del panista Ricardo Anaya, volvió a Puebla y con él, las dudas sobre el verdadero interés de su partido por ganar Casa Puebla.

Meade no fue capaz de despejar la versión de que la gubernatura está, otra vez, negociada con el grupo morenovallista, pues no tocó, ni con el pétalo de una crítica, al ex gobernador Rafael Moreno Valle ni a la candidata del PAN-PRD-MC, Martha Erika Alonso.

Nuevamente Meade vino a dar atole con el dedo a los priístas.

Con su habitual tibieza, el ex secretario de Hacienda no convenció ni a los que ya estaban convencidos.

A la hora de tocar el tema del huachicol y el crecimiento de este delito, evadió responsabilizar al ex mandatario Moreno Valle con la frase: "Hay que ver hacia adelante".

Mientras Enrique Doger, candidato del PRI a Casa Puebla, trató de enarbolar un discurso más o menos crítico hacia la pasada administración, aunque en el fondo sin verdadera consistencia, Meade volvió a escurrir el bulto.

Sin decir nombres, dijo:

"No queremos reelecciones escondidas ni liderazgos que se conocen más en Polanco que en Puebla", esto último en referencia al candidato de Morena-PT-PES al gobierno estatal, Luis Miguel Barbosa.

Pero eso fue todo.

Meade dejó las mismas dudas que en su pasada visita.

Huérfanos, abandonados, divididos, los priístas poblanos siguen convencidos de que su partido solo es comparsa del morenovallismo porque todo, hasta los discursos, están acordados con el débil candidato del PRI a la Presidencia.