El poder de compra de un campesino mexicano es hoy 30 por ciento inferior al que tuvo cuanto entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hace 23 años. El de un obrero de la construcción disminuyó en una tercera parte desde entonces, mientras que el de un trabajador de la manufactura –aparentemente, el sector más beneficiado por el acuerdo-- ha resentido una merma de una quinta parte.
Con tales datos sobre la mesa, todos provenientes de fuentes oficiales, José Luis Calva, académico del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, afirma:
“No es cierto que la desaparición del TLCAN vaya a hacer más pobre a México –como afirmó el miércoles pasado el premio Nobel Paul Krugman. Es que ese tratado ya nos hizo más pobres”. Sin embargo, sostiene en una entrevista con La Jornada, está abierta una oportunidad para que la presión ejercida por el gobierno estadunidense para obtener más concesiones o abandonar el acuerdo, hagan de México “un país más rico”.
Krugman dijo el miércoles pasado que “México va a sobrevivir sin el TLCAN, en caso de que el acuerdo terminara. El país tiene una economía robusta y ha adquirido una gran habilidad en el sector manufacturero. Pero sí va a quedar más pobre de lo que sería con el tratado”, añadió.
“El punto está en buscar una estrategia de crecimiento”, considera José Luis Calva, que no sólo esté orientada a la exportación de mercancías que, por otro lado, tienen un alto componente de bienes importados. También con base en datos oficiales, muestra que del total de las exportaciones mexicanas que se realizan ahora, el componente importado es 70 por ciento y, de origen nacional, sólo 30 por ciento.
“La economía no puede funcionar bien sin un mercado interno robusto, dinamizado por un creciente poder adquisitivo de las mayorías; sin cadenas productivas articuladas, una política industrial y un tipo de cambio competitivo”, factores que, afirma, fueron dejados de lado con la integración de México al TLCAN, del que participan también Estados Unidos y Canadá.
Los datos muestran que desde 1994 no hay un proceso de convergencia de la economía mexicana hacia las de Estados Unidos y Canadá, como ofrecieron los promotores del TLCAN durante el gobierno de ex presidente Carlos Salinas, sino que, al contrario, las brecha se ha ensanchado, comenta.
En las cuatro décadas previas a la entrada en vigor del TLCAN, el PIB por habitante en México creció a una tasa promedio anual de 3.2 por ciento; en los 23 años posteriores a la entrada en vigor del acuerdo, el incremento ha sido de 1.1 por ciento, también en promedio anual. La productividad en el sector industrial redujo su avance de 3.1 por ciento en las décadas previas a sólo 1.1 por ciento de 1994 a 2016, añade. En el sector primario –que incluye agriculutura-- retrocedió de 2.6 por ciento a 0.7 por ciento anual, en las décadas previas y los años posteriores al acuerdo, añade.
“Con el crecimiento raquítico de la productividad y de la producción nacional en los años posteriores a la entrada en vigor del TLCAN, no se ha generado empleo suficiente y ello ha sido una de las causas de que entre 1994 y 2014 emigraran 8.4 millones de mexicanos a Estados Unidos”, agrega.
Para documentar que no se ha dado un “proceso de convergencia” de la economía mexicana hacia las más desarrolladas de Estados Unidos y Canadá, el especialista citó que el PIB percápita –ajustado en paridad de poder de compra, para hacer las cifras comparables entre países y tiempo-- de México ha crecido 0.8 por ciento anual; el de Estados Unidos, 1.8 por ciento; y el de Canadá 1.4 por ciento, también a tasa promedio anual. “En realidad, lo que ha ocurrido es que las divergencias se han acentuado”, añade.
“México va a ser más rico sin el TLCAN porque se va a obligar a concebir una estrategia que presete más atención al mercado interno, vía la articulación de cadenas productivas, apoyado en una política industrial y por inversión pública que permita más cobertura en salud, educación y, en general, servicios”, considera.
Fuente: LAJORNADA