Los miles de migrantes que esperaban sobre el puente fronterizo Rodolfo Robles para ingresar de manera legal a México, poco a poco fueron disminuyendo.
La intención no es regresar a su país de origen. Los migrantes se cansaron de esperar el viernes y el sábado, el burocrático trámite migratorio para ingresar a territorio mexicano.
Creyeron que sería fácil ingresar al país, luego de que se les dijo que México “tenía una política de puertas abiertas”, según el embajador de México en Guatemala, Luis Manuel López Moreno.
Sin embargo, desde el viernes se encontraron con una gran valla metálica y un fuerte grupo de unos 500 federales antimotines que pudieron frenar la embestida humana migrante, en ese puente estrecho que remonta a la batalla de Leónidas en las Termópilas.
El viernes 19, sólo ingresaron a México unas 350 mujeres y sus hijos. El sábado 20, no más de 300. Es decir, una cifra mínima comparado ante los casi cuatro mil migrantes que esperaban pasar.
El comisionado nacional de Seguridad, Renato Sales, llegó para decirles que todos ingresarían, pero que el trámite era paulatino y no sería rápido como esperaban. Para los migrantes parecía que esto era intencional. Que las autoridades le apostaban al desgaste, al cansancio, al retorno a su país de origen.
Tras la desesperación y la angustia, las horas de sol, el hambre y la sed, poco a poco la multitud se fue haciendo menos. Y es que los migrantes optaron por subir a las balsas y pasar al territorio mexicano de forma ilegal sobre el caudaloso Río Suchiate.
De seis a ocho personas por balsa, poco a poco fueron llegando a suelo mexicano y se fueron concentrando en la plaza central de Suchiate, la cabecera municipal de Ciudad Hidalgo.
Algunos jóvenes más osados, se tiraron desde el puente al río, desde una altura de unos diez metros. Otro grupo de jóvenes en una balsa estaban ahí esperando para rescatarlos.
Tendieron una cuerda que cruzó todo el ancho del río y por ahí muchos más lograron pasar.
Desde el otro lado, los federales y los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) observaron todo sin detener a nadie ni impedirlo, como lavándose las manos, para así decir que el gobierno de México no los dejó pasar, ellos se metieron de forma ilegal a este país.
Tras la concentración en la plaza central, de unos dos mil migrantes hondureños, todos acordaron marchar la tarde-noche del sábado hacia el puente y decirle al resto de los miembros de esta magna caravana que desistieran de esperar a las autoridades mexicanas, que buscarán vías alternas de ingresar a México.
Les gritaron que no tuvieran miedo, que se animaran a pasar por las balsas como muchas mujeres y niños que ya lo habían hecho y estaban de lado mexicano. Ondearon las banderas hondureñas desde el puente y el suelo mexicano, donde ambos grupos se podían ver. Y cantaron al mismo tiempo el himno nacional de ese país, que a muchos de ellos, lejos de su tierra, les hace llorar cada vez que lo entonan.
Cayó la noche, y los más animados en el éxodo, acordaron salir este domingo muy temprano en su larga marcha hacia el norte. La mayoría de los que desistieron de pasar por el puente fronterizo ante el filtro de las autoridades migratorias, rechazaron así el estatus de “refugiado” que les ofreció el gobierno mexicano y la “VISA Humanitaria” para estar en este país.
Ellos no quieren ser “fichados”, lo único que quieren es seguir caminando más al norte. Llegar hasta donde puedan llegar. La mayoría son jóvenes de 18 a 30 años. Casi la mitad son mujeres y niños.
Todos dejaron atrás un país, que dicen, no les garantizó empleo, casa, comida, salud y educación.
Muchos más huyen de la violencia y la inseguridad, de las pandillas, de las amenazas de muerte que pesan sobre ellos.
Este domingo, a muy temprana hora, los migrantes hondureños verán cuantos más se animaron a dejar el puente y sumarse a esta avanzada para seguir la caminata.
Desde Suchiate a Tapachula son 30 largos kilómetros. En esta temporada llueve. El calor tropical es sofocante, a los cuales tampoco son ajenos en esa región centroamericana.
El éxodo migrante no se detiene. O al menos eso esperan los que caminan en ella. Aún no saben cuál será la reacción del gobierno mexicano en este trayecto, si los dejarán seguir o serán retenidos en algún punto.
Fuente: Proceso