A tan solo unos cuantos metros de un paso elevado de concreto, ubicado en el cruce de las transitadas avenidas Valsequillo y 14 Sur, garzas, como la garza blanca, la de dedos dorados o la tricolor, entre otras muchas aves, se refrescan y pescan su alimento en uno de los lagos de Ciudad Universitaria de la BUAP. Este campus es una de las áreas verdes de la zona metropolitana de Puebla más importantes para las aves, si no la más importante, debido a su extensión, la variedad de especies vegetales, sus dos cuerpos de agua, así como por la gestión de estos recursos.
“Los universitarios no sospechamos que junto a un salón de clases, a metros de la oficina o de un puente enorme viven aves. Trabajamos, estudiamos, casi vivimos en un sitio con una riqueza natural enorme: más de 150 especies de aves al alcance de todos nosotros. Es algo para valorar”, comentó José Antonio González Oreja, académico de la Facultad de Ciencias Biológicas de la BUAP, quien comprobó lo que tiempo atrás otros investigadores suponían sobre la importancia de este campus universitario para la vida de varias especias de aves.
¿Qué significa esta cifra? Para dimensionar la importancia ornitológica de la que se habla, hay que señalar que en tan solo las cien hectáreas de Ciudad Universitaria hay aproximadamente 150 de las cerca de 600 especies de aves que se han registrado en el estado de Puebla, cuya superficie es de 3.43 millones de hectáreas. Es decir, en la BUAP vive y transita el 25 por ciento de esa diversidad de aves, o en otras palabras, una de cada cuatro especies de todo Puebla se ha registrado en el campus universitario.
En un contexto nacional se contabilizan unas mil 150 especies ornitológicas, por lo que en CU se encuentra el 13 por ciento de ese total. “Que en una área verde urbana se registren tantísimas especies de aves es para que todos los que formamos parte de Ciudad Universitaria lo sepamos y estemos conscientes del valor natural que posee nuestro campus”, agregó el investigador.
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El ecólogo explicó que otros autores habían documentado de entre 25 a 50 especies en Ciudad Universitaria. En la nueva investigación, que se realizó durante 2017 y parte de este año con el apoyo financiero de la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado de la BUAP y la convocatoria del Programa para el Desarrollo Profesional Docente para el Tipo Superior, el académico aumentó el total y llegó a 150 especies, en números redondos.
Su estudio considera las aves que habitan esos espacios en algún momento de su ciclo biológico, incluyendo tanto las que se reproducen en nuestro campus como las que lo utilizan como lugar de descanso durante su ruta migratoria. Comparó la cifra con las registradas en otras áreas verdes de la zona metropolitana de Puebla, como parques, jardines, zócalos, panteones y campus educativos, entre otros.
Entre los espacios comparados destacan el Cerro de Amalucan (usado solo como referencia, pues no es propiamente un área verde urbana), el monumento a la bandera en La Paz, el Jardín de El Carmen, el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec, el Parque Ecológico, Los Fuertes, los parques Juárez y del Arte, las universidades Iberoamericana y de las Américas, el Paseo Bravo, los panteones Municipal y de la Piedad, la Zona Arqueológica de Cholula, la Laguna de San Baltazar, y los zócalos de Puebla, San Andrés y San Pedro Cholula, entre otros.
Aunque otros autores ya habían llegado a la conclusión de que CU de la BUAP es un lugar vital para las aves dentro del conjunto de zonas verdes de la ciudad de Puebla y su zona conurbada, en su reciente estudio no solo se corroboró esa afirmación, sino que se aumentó notablemente la riqueza.
González Oreja destacó que el éxito de CU como hogar y lugar de reposo de las aves se debe, en primer lugar, a su extensión, pues es notoriamente más grande que jardines y zócalos, por ejemplo. Sin embargo, en sus cien hectáreas hay diversidad de hábitats: áreas arboladas, arbustivas y herbáceas, incluso algunas sin vegetación, que hacen atractivo el campus, una variedad que no hay en otros lugares de superficies similares.
Después de la heterogeneidad vegetal, en tercer lugar están sus dos cuerpos de agua: el lago situado cerca de la Facultad de Arquitectura, a metros del puente elevado del Bulevar Valsequillo y la Avenida 14 Sur, y el bordeado por la riqueza florística del Jardín Botánico Universitario. Estos lagos son uno de los aspectos más significativos pues incrementan aún más la diversidad de hábitats de la BUAP.
El ecólogo sostuvo que el hecho de que en la ciudad de Puebla habiten golondrinas solo es posible porque encuentran en algunos sitios, como los lagos de la BUAP, el material (barro) con el cual construyen sus nidos. “Las golondrinas lo cogen con su pico y lo llevan hasta donde está su nido. Si los lagos de la BUAP no existieran, muchas no tendrían materia prima para construir el hogar de sus crías”, señaló.
Esta particularidad de CU permite a las aves acuáticas migratorias descansar durante unos días, reponer fuerzas, obtener nuevo alimento y eso contribuye a que la riqueza ornitológica de la BUAP aumente. Finalmente, el cuarto aspecto es el correcto manejo y gestión de estos recursos naturales.
Aunque no se busque beneficiar a las aves, las consecuencias de esta administración son positivas. González Oreja consideró que el Jardín Botánico Universitario, por ejemplo, capitaliza la mayor parte de los recursos a la creación de hábitats, una gestión muy adecuada que favorece a las aves. Con este conocimiento, agregó, se pueden proponer mejoras en todo CU para que el campus resulte todavía más atractivo para las aves.
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“Sabemos que los árboles de la BUAP no están ahí para atraer a las aves. Lo bueno es que alguien, en su momento, tomó la sabia decisión de considerar que el campus también podía ser un espacio verde. Hay áreas arboladas, con vegetación herbácea, otras con arbustos. Esa heterogeneidad y los cuerpos de agua nos permiten disfrutar de algunas especies fáciles de observar, como las siete especies de garzas registradas en CU”, celebró el investigador.
Es posible observarlas pescando su alimento, posadas en los árboles o volando sobre la lámina de agua de los lagos. Así también, los universitarios, con un poco de suerte, pueden apreciar, mientras disfrutan de un café por la mañana, de una de las proezas de la aerodinámica más sorprendentes: el aleteo de una de las nueve especies de colibríes que ahí se han encontrado, aves magníficas capaces de volar a una velocidad de cien aleteos por segundo.
La siguiente fase del proyecto de González Oreja es difundir toda esta riqueza. Para ello prepara un libro que recoge parte del trabajo realizado durante su investigación, el cual incluye una galería fotográfica de alrededor de cien imágenes que muestran cuando menos 50 especies que forman parte del listado, además la clasificación y las características representativas de algunas de ellas.
De entre los muchos aspectos importantes de CU, el académico concluyó que la cifra de especies de conservación delicada que viven en el campus es significativa, así como algunas especies migratorias con trayectorias que implican miles de kilómetros.
Las aves rapaces, por ejemplo, tienen una connotación negativa en todo el mundo y se les ha atacado. Por lo que sus poblaciones han ido en decremento. En la BUAP se encuentran algunas especies que hacen uso de los hábitats; “hemos visto que cazan dentro de la Universidad pues encontramos restos de sus presas con cierta frecuencia. Esto es muy importante para estas poblaciones amenazadas”.
En el libro habrá fotografías de aves rapaces y de otras tan particulares como el verdugo americano, un diminuto pajarito que mata insectos y vertebrados pequeños, como lagartijas y ratones. Tras cazarlos, los empala y oculta para disfrutarlos después. De ahí su sutil nombre. Esta futura publicación, concluyó el experto, será una invitación para observar, conocer y conservar las aves de la BUAP.