"¿Cómo es la tierra de donde son tus padres? ¿Tus abuelos? ¿Es en verdad tan maravillosa como dicen o la recuerdan?". Estas preguntas suelen rondar, de una forma u otra, en la mente de las familias de migrantes mexicanos en Estados Unidos. A finales de julio pasado, un grupo de 18 niñas y niños nacidos en Nueva York viajó a conocer el pueblo de sus orígenes familiares, Teopantlán, en Puebla, en el centro de México.
Los embajadores culturales aterrizaron en Ciudad de México el 25 de julio y viajaron 120 kilómetros hacia Puebla para participar en el baile conocido como Los Moros y las Moras, una tradición que sus padres han exportado al barrio de Queens. El intercambio cultural es una iniciativa de asociaciones civiles y grupos de migrantes de México y Estados Unidos. La finalidad es promover los derechos de los migrantes y rechazar la política de separación de familias iniciada por el Gobierno del presidente Donald Trump.
La política de Trump hacia los inmigrantes impidió que los padres acompañaran a sus hijos a México. Muchos prefirieron quedarse en Estados Unidos por el miedo de no poder volver a Nueva York. Para costear el viaje de los menores, los padres organizaron rifas, pidieron donaciones en Internet, vendieron comida y realizaron subastas para costear los billetes de avión y la estancia de sus hijos. Muchos de ellos conocieron por primera vez a sus abuelos en Teopantlán, a los que solo habían visto en fotografías y escuchado por teléfono.
De los 11 millones de mexicanos que emigraron a Estados Unidos, se calcula que 2,2 millones son originarios de Puebla, según datos de 2016. “Alrededor de 40% de los jóvenes emigran porque no hay trabajo aquí”, dice el alcalde del municipio, Esteban Ramírez. Unas 2.000 personas se han ido en los últimos años, principalmente a Nueva York y contribuyen con fuerza en la economía local. Los migrantes han enviado 835 millones de dólares en remesas en el primer semestre de 2018.
El silencio fue la primera forma de comunicarse entre abuelos y nietos. Los primeros solo hablan náhuatl, la lengua de la zona, los segundos, únicamente inglés. Todos observaban los preparativos de la danza de Los Moros, un idioma común para todos. En sus rostros se podía observar la alegría de estar cerca. Con cariño, los locales alistaban y bordaban las coronas y los últimos arreglos de los trajes típicos que usarían los niños. Cuatro días después, a las tres de la mañana, los pequeños subieron a un avión para regresar a Estados Unidos, sus padres los esperaban con globos y flores. Los niños sabían un poco más de ellos.
Fuente: El País/ Mónica González