Hablar de semiótica es hablar necesariamente de la actividad humana. En este sentido, una disciplina cuyo objeto de estudio son los signos y los procesos de significación tiene una tarea tan extensa como infinitas son las expresiones orales, corporales y visuales que una persona es capaz de emitir a lo largo de su vida. Desde hace dos décadas, el Programa de Semiótica y Estudios de la Significación de la BUAP (SeS) ha sido el único espacio institucionalizado en México que ha indagado de forma ininterrumpida dicha vastedad, al aportar investigaciones de impacto internacional en torno a la semiótica.
Si bien su fundación formal por parte de la Vicerrectoría de Investigación y Estudios de Posgrado (VIEP) ocurrió en 1998, a inicios de la década ya estaba en marcha el Seminario de Estudios de la Significación (SeS). Este proyecto representó un punto de convergencia para investigadores del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, la Facultad de Filosofía y Letras y el entonces Centro de Ciencias del Lenguaje.
El formato del seminario era similar al que actualmente persiste: a través de reuniones mensuales con una temática preestablecida, se daban cita académicos interesados en la materia y un invitado de renombre en alguna disciplina enfocada en el lenguaje. En esta primera etapa, de 1990 a 1997, se contó con la presencia de François Rastier, Michel Arrivé y Claude Zilberberg, entre otros especialistas. De igual manera, el 27 de febrero de 1997, se creó el Fondo Greimas de Semiótica, un acervo bibliográfico y hemerográfico que reúne fuentes especializadas, procedentes de autores nacionales y extranjeros.
Gracias al auge de las actividades del seminario, la VIEP optó, en 1998, por dotar al grupo de trabajo de un espacio y constitución propios. Así, Rodolfo Santander, Alma Yolanda Castillo, María Isabel Filinich, Luisa Ruiz Moreno y Raúl Dorra se convirtieron en los fundadores de uno de los programas que ha encabezado durante dos décadas las investigaciones en semiótica en todo el continente.
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Los motivos de ser de una publicación académica son diversos. Para Dorra, quien ha encabezado el grupo de investigación desde sus inicios, “un programa que sigue los pasos de un seminario no podría concebirse sin un órgano de reflexión y difusión”. En este sentido, Tópicos del seminariose ha mantenido como el principal órgano de difusión del SeS, bajo la dirección de María Isabel Filinich.
Una vez constituida la publicación, uno de los aspectos centrales para garantizar su seriedad y rigor fue la periodicidad. Desde el primer número, la revista semestral de carácter monográfico se ha publicado sin retrasos ni interrupciones, lo cual ha resultado en 39 números publicados hasta ahora con textos de investigadores de distintas partes del mundo. “Creo que sin Marisa a la cabeza, la revista no se hubiera sostenido, al menos no con la calidad y regularidad que la caracteriza. Quienes no han trabajado en una revista de este tipo seguramente no imaginan todo lo que exige”, señala.
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Tras 20 años de actividad, el SeS se ha mantenido como el único espacio institucionalizado en el país que se dedica a la investigación en semiótica. A pesar de que esta área del conocimiento se encuentra incluida en distintos programas de estudios en humanidades -sobre todo en aquellos referidos a la comunicación-, pareciera ser que su crecimiento en México ha sido lento e incluso nulo. Para el miembro por Puebla de la Academia Mexicana de la Lengua desde 2011, esto puede deberse a un malentendido:
“Tal vez esta dificultad para hacerse de un espacio esté en parte motivada por un equívoco, dado que la semiótica tiene en sus inicios una base lingüística y dado que un espacio privilegiado para sus análisis ha sido el discurso literario, se creó la sospecha de que venía a usurpar esos lugares. Eso generó resistencias. Los estudiosos de la literatura la vieron, o trataron de mostrarla, como una disciplina abstracta que quita el calor y la espontaneidad necesaria para aproximarse a los textos literarios (por ejemplo, se desentiende del interés por el autor) y desde la lingüística no se vio qué podía ganarse con la semiótica. Equívoco, porque la semiótica tiene su propio espacio de operaciones y le da un lugar protagónico a la emoción, un lugar desde el que se puede abordar con provecho los discursos estéticos”, afirma.
De igual manera, la idea de un decrecimiento general de las humanidades en espacios universitarios es considerada por Raúl Dorra “una actitud puramente defensiva. Yo creo que en realidad la diferencia se establece entre disciplinas teóricas y disciplinas aplicadas”. Al recordar las quejas de Stephen Hawking por el bajo apoyo dado a nivel mundial a la física teórica, a pesar del peso de sus descubrimientos y avances, el coordinador del programa reconoce que las políticas económicas y las exigencias de un desarrollo práctico hacen que algunas disciplinas sean más favorecidas que otras.
No obstante, tras hacer una comparación entre la lingüística teórica y la aplicada, Raúl Dorra revira: “Todo esto se puede entender, pero con ese criterio Platón, y también Aristóteles, no hubieran contado con muchos recursos para sus reflexiones teóricas. Y mira que sin ese tipo de reflexiones, las civilizaciones no se hubieran desarrollado y, por su parte, las ciencias aplicadas no hubieran tenido un suelo sobre el cual afirmar su despliegue. Porque siempre las ciencias teóricas constituyen el suelo desde donde parten las ciencias aplicadas”.
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Además de crear un espacio de reflexión para la semiótica, a partir de un equipo de trabajo riguroso y exigente, el doctor en Letras por la UNAM, galardonado con la medalla Gabino Barreda, recuerda, dos décadas después, que una de las ideas iniciales del programa fue estar “siempre abierto a la posibilidad de formación de jóvenes investigadores. Esa formación es siempre el porvenir de un centro de investigación. Y es también su sentido. De lo contrario, el pensamiento no echa raíces y por lo tanto no fructifica”.
Al reafirmar el compromiso del Programa de Semiótica y Estudios de la Significación por encaminar a alumnos en el área académica, reconoce que “más que a una disciplina en particular hemos invitado a los estudiantes a incorporarse a un ambiente de trabajo, donde la seriedad y el rigor sean también alegría y compañerismo”.
Dicha combinación se mantiene intacta desde hace más de 20 años, de la misma forma que las razones por las cuales adentrarse en la semiótica: “Uno no deja de preguntarse las mismas cosas porque a cada pregunta las posibilidades de respuesta crecen. Nunca la misma pregunta es exactamente la misma porque su formulación se alimenta de las respuestas anteriores. Sabemos tanto como ignoramos”. Ante este aumento, tanto el seminario como el programa se han mantenido a la vanguardia: el último número de Tópicos del Seminario, por ejemplo, presenta trabajos en torno a la semiótica ambiental, una línea interdisciplinar que se ha constituido durante los últimos años.
Frente al rigor que ha mantenido el SeS, ¿hay algún avance o reto que destaque de entre todos? Dorra responde: “El mayor logro, creo, es el espacio construido y mantenido. Veinte años reuniéndonos, proponiéndonos avanzar como si apenas comenzáramos; veinte años exigiéndonos y queriéndonos, deseando cada uno lo mejor para el otro, es sin duda algo de lo que podemos estar satisfechos”.
-¿Cómo vislumbra al programa dentro de los próximos 20 años?
-Eso más bien tendrían que responderlo los estudiantes. Uno podría decir que, puesto que han pasado veinte años que tantas satisfacciones nos dieron, porqué no pensar que los veinte años que siguen serán tan plenos como estos. Cuando uno mira hacia atrás, todo parece haber ocurrido ayer. Cuando mira para adelante, no sabe hasta dónde alcanza la mirada. El futuro del SeS será el que decidan las nuevas generaciones”.