En el número 53 de Christopher Street, en Greenwich Village, Nueva York, se ubica un edificio de dos plantas. Debajo de las tres ventanas distribuidas en el piso superior, hay un ventanal que tiene escrito con letras rojas: ‘The Stonewall Inn’. A pesar de lo apacible que luce el inmueble, el 28 de junio de 1969 fue el escenario de una redada policiaca que se convirtió en el inicio del movimiento de liberación homosexual en Estados Unidos. Por esta causa, en distintos países, cada año se celebra en esa fecha el Día Internacional de la Diversidad Sexual.
Dos años después, en 1971, la estridencia de Stonewall hizo eco en México y se conformó el Movimiento de Liberación Homosexual, afirma Quetzali Bautista Moreno, académica del Colegio de Antropología Social (CAS) de la BUAP. Tras mantenerse oculto y desintegrarse debido a la represión que sufría, en 1978 exmilitantes y personas independientes fundaron el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria, con el objetivo de desmitificar la imagen de rechazo a las preferencias distintas a la heterosexual.
Fue ese año cuando ocurrió un hecho histórico en el movimiento de la diversidad sexual en nuestro país: “la primera aparición de un contingente mixto conformado por 30 personas, caminando por las calles y sosteniendo una pancarta autodenominándose homosexuales, fue el 26 de julio de 1978, apoyando el 25 aniversario del inicio de la Revolución Cubana”, señala Adriana Fuentes Ponce, profesora investigadora del posgrado en Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) y pionera en el estudio del movimiento lésbico en México.
La académica, nivel I del Sistema Nacional Investigadores (SNI), destaca que durante la década de los años 70 existió una reflexión decisiva por parte de colectivos de la sociedad civil, encaminada a cuestionar las estructuras sociopolíticas y económicas que oprimían la vida de personas que no cumplían con las normas de dicho sistema. “Que haya sido un grupo de mujeres y hombres quienes cuestionaran los marcos referenciales en los que habían estado adscritos -la anormalidad y peligrosidad- es por demás contundente e indica un punto de partida que permitió el análisis y replanteamientos sobre el cuerpo, la sexualidad y las maneras establecidas de relacionarse hombres y mujeres”, explica.
***
“Como sostiene un reconocido activista LGBT argentino, ya fallecido: ‘en una sociedad que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política’”, sentencia Manuel Méndez Tapia, catedrático del CAS y también miembro del nivel I del SNI, al citar a Carlos Jáuregui y reconocer la necesidad de conmemorar la diversidad. “La marcha es un acto de denuncia y también es un festejo, una celebración: es el recordatorio de una necesaria batalla por la reivindicación sexual”.
En este sentido, Abel Lozano Hernández, académico del mismo colegio, coincide en que retomar la fecha de la represión de Stonewall para hacer una conmemoración anual tiene que ver con una lucha y defensa contra la represión del Estado y la discriminación social. “La discriminación tiene múltiples manifestaciones y no se ha acabado con ella […] desafortunadamente, a esta comunidad le ha tocado vivir discriminación hasta el grado de llegar a la pérdida de la vida”.
Fuentes, Bautista, Méndez y Lozano, miembros de la Red Temática de Estudios Transdisciplinarios del Cuerpo y las Corporalidades del CONACYT, coinciden en que hoy en día existen demandas que son exigidas desde hace 40 años, como “lograr la visibilización y aceptación de todos los sujetos existentes, que no haya una verticalidad y que no se piense que hay seres humanos de segunda. A través de los años, han surgido otras discusiones y planteamientos teóricos, especialmente porque se debe comprender que las lesbianas, los homosexuales o personas con discapacidad, por ejemplo, no son grupos homogéneos y por tanto no hablamos ya de sujetos con identidad única sino múltiple”, ejemplifica Adriana Fuentes, doctora en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y quien realizó una estancia posdoctoral en la BUAP.
***
Cada año, como parte de la celebración del Orgullo LGBT+, se lleva a cabo una marcha en distintos puntos del país que, si bien tiene un carácter festivo, encierra una profunda connotación política. “El cuerpo está atravesado por distintos significados y relaciones de poder. Poner el cuerpo en la calle y vestirse de cierta manera es, por un lado, celebrar la vida y la existencia; por otro lado, es también conmemorar y hacer visible lo que se supone ‘no existe’”, menciona Lozano Hernández, maestro en Antropología Social por la ENAH.
¿Por qué una marcha del orgullo? ¿Por qué usar cierta vestimenta, música y carros alegóricos? Quetzali Bautista, egresada del mismo posgrado, responde a través de un lema y una consigna que han estado presentes desde hace décadas en los movimientos feminista y de diversidad sexual: “lo personal es político” y “no hay libertad política si no hay libertad sexual”. Al hablar del cuerpo como herramienta de protesta, recuerda el Movimiento de los 400 pueblos, una movilización de campesinos cuyas manifestaciones salen de “lo común”, al mostrar sus cuerpos semidesnudos en la calle.
“Desde la corporalidad se puede hacer una protesta política y decir “estoy aquí, soy así y existo”. En ocasiones, esto genera incomodidad, ya que pareciera que hay formas adecuadas de manifestarse”, agrega. En este sentido, asevera que el cuerpo se vuelve un espacio de disputa política, de una búsqueda de una reivindicación de derechos: del derecho a existir y ocupar un espacio público.
Aunado a ello, la marcha “no es solo una demanda de respeto y justicia hacia los otros: es también la posibilidad de reconciliarse consigo mismo, de recordarse a sí mismo. De permitirse gritar, reír, llorar, besar; de hacerlo público. De potencializar el miedo, o bien, de canalizarlo con un objetivo político base: vivir. La marcha es una exigencia de vida. Y en todo esto siempre está el cuerpo”, explica Manuel Méndez Tapia, doctor en Ciencias con la Especialidad de Investigaciones Educativas por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV), del Instituto Politécnico Nacional.
***
En su libro Decidir sobre el propio cuerpo. Una historia reciente del movimiento lésbico en México, Fuentes Ponce expone la primera investigación realizada en nuestro país sobre el camino que ha seguido el movimiento lésbico en las luchas por la aceptación de la diversidad sexual. Asimismo, documenta una mancuerna poco visibilizada que dicha corriente ha entablado con el feminismo, la cual “ha sido un parteaguas tanto para el movimiento lésbico-homosexual (actualmente LGBTTTI) y feminista”, afirma la especialista.
Entablar un diálogo entre mujeres lesbianas fue necesario al reconocer que “si bien en el movimiento se luchaba por una erradicación de violencia por la orientación sexual, ciertamente no era lo mismo vivir la homosexualidad como hombre que como mujer”. Este estigma se mantiene a la fecha: aunque en el ámbito médico se ha dejado de considerar a la homosexualidad como una enfermedad, las lesbianas, “en muchas situaciones cotidianas, se siguen considerando mujeres no tan mujeres, mujeres raras, mujeres que seguramente sufrieron durante su infancia una agresión sexual que las llevó a despreciar a los hombres”.
El trabajo conjunto de los movimientos lésbico y feminista se ha caracterizado por la formación de redes y trabajo colectivo a nivel local, nacional e internacional. De igual manera, además de reflexionar sobre temáticas como identidad, violencia, apropiación del cuerpo y maternidad, ha dado pauta para problematizar la sexualidad no como un asunto de intimidad o individualidad, sino como un eje mediante el cual se regula a hombres y mujeres.
***
“Tenemos claro que nuestra comunidad universitaria es diversa, tanto la estudiantil como la docente y administrativa”, sentencia Juan Carlos Pinacho Cruz, director de Acompañamiento Universitario. Ante la discriminación por sexo, género o preferencia, indica que la instancia a su cargo mantiene una postura de reeducación: “lo que buscamos es que, desde los ejercicios académicos -debates, conferencias y proyecciones de películas, entre otras modalidades-, promovamos la reflexión, pero sobre todo la acción en función del respeto”.
En este sentido, la Dirección de Acompañamiento Universitario ha optado por nombrar “Programa de Atención a la Igualdad” al esquema anteriormente llamado “de Grupos Vulnerables”. Esto, en congruencia con una nueva perspectiva de trabajo que antepone la igualdad en lugar de la diferencia. Este programa, enfocado en estudiantes de la comunidad LGBT+, con alguna discapacidad, de pueblos originarios o en situación de maternidad o paternidad soltera, entre otros casos, se encarga de llevar un seguimiento académico personalizado, así como de brindar orientación sobre becas y cursos de capacitación gratuitos.
Respecto al Día Internacional de la Diversidad Sexual, “un tema del cual no tendríamos por qué no hablar ni por qué no abordarlo”, Pinacho Cruz, maestro en Psicología Organizacional por la Universidad de las Américas Puebla, señala que la DAU apuesta por la visibilización de estas temáticas. Como muestra de ello, destaca un cartel distribuido en las unidades académicas y administrativas de la BUAP, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia, el pasado 17 de mayo.