Aquí, en esta región poblana, a las 12:00 horas del día, se abrió el portal entre el mundo espiritual y terrenal.
A partir de esa hora, aquellos que dejaron esta tierra vuelven a visitar a los suyos y lo hacen ante ofrendas monumentales distribuidas a lo largo y ancho de Huaquechula.
Un espejo es el portal del mundo espiritual al terrenal, que es colocado casi frente a la fotografía del difunto, quien así podrá convivir con sus familias y degustar los manjares que alegraban su vida cuando en vida caminada por este mundo, informa EL UNIVERSAL.
Decenas sino es que cientos de mega ofrendas son colocadas en sitios públicos y viviendas de la cabecera municipal y poblados cercanos que buscan rendir tributo a las personas que en los últimos 12 meses (de octubre del 2016 a octubre del 2017) murieron y se fueron a la gloria.
Con el replicar de las campanas de todas las iglesias inicia el festejo, pero hoy todo es distinto porque el sismo del pasado 19 de septiembre impedirá que suenen por riesgo que se derrumben los templos, pero los fuegos pirotécnicos anuncian la fiesta del pueblo.
Cada familia de difunto gasta desde cinco hasta 120 mil pesos o lo que permita el amor y la economía, para confeccionar los monumentales altares construidos básicamente de tres pisos para representar al mundo terrenal (donde se ofrendan las cosas que gustaron en vida), el mundo espiritual (con sus ángeles y santos) y La Gloria, donde se descansa al lado de Dios.
Esos tres pisos contienen en medio un espacio para El Limbo, adornado con estrellas y angelitos, que busca abrir un espacio para aquellos que se quedaron atorados entre el mundo terrenal y el espiritual.
Aquí todo es fiesta... Recibir a los que se adelantaron y, de paso, ofrecer alimentos a todo aquel que acude a visitar los altares, así sea un vecino que un total desconocido.
Los tacos de frijoles con arroz, pero también de carne con adobo, pipián, pozole y toda una variedad, forman parte de las viandas para agradar a los muertos y a los vivos durante la comida.
Y en la noche y madrugada el café, atoles, tamales de cominos y pan de de agua se ofrecen por doquier y a quien sea que se acerque a admirar las obras de arte que hacen los habitantes de este lugar asentado a 40 minutos de la ciudad de Puebla.
En cada hogar hay altares "normales", pero en las casas donde murió uno el último año, se retoma la tradición de las mega ofrendas y se recibe a los fallecido con alegría desbordada y con pétalos de cempsuchitl.
Al lado de cada mega ofrenda hay lonas instaladas con mesas y decenas de sillas para los invitados, quienes disfrutarán de alimentos cocidos con leña; hay anfitriones que llegan a preparar hasta dos mil tamales.
Es casi obligación sentarse a degustar la comida y platicar con los familiares de la casa.
Dos días donde los vivos y muertos se funden en uno sólo, tiempo de recordar viejas anécdotas y, porque no, de expiar culpas.
Fuente: EL UNIVERSAL